°♪°
——¿No vas a hablarme Holly?—dice mientras intenta acariciarme el cabello con una devoción ofensiva.
—¿Vas a dejarme volver con mi abuela?
—No puedo hacer eso cielito.
Lo extraño del apelativo que Arden a decidido ponerme es la manera tan siniestra que tiene de sonar dolido al pronunciarlo. Me suelto de su agarre a pesar de que puedo sentir como su mirada carmesí me quema el costado del cuerpo.
—Holly—dice en un tono que pretende hacerme sentir mejor—puedes visitarla.
—¿Visitarla?—volteo a verle como si estuviera contándome un mal chiste—¡¿Visitarla?! ¿Sabes quien es mi abuela? Su mayor deseo es que me convierta en una monja devota a los niños.
Guarda silencio un momento y por un segundo puedo ver como sus ojos se iluminan por una especie de incipiencia celestial.
—Eso es absurdo, tu y yo vamos a tener hijos.
Tomo una de las suaves almohadones que hay en la enorme cama y terminó por golpearle con todas mis fuerzas—no se mueve—ni el más mínimo, ni un solo centímetro. Antes de que pueda amenasarme lo señalo de manera acusatoria y vuelvo a propinarle otro almohadaso en la cabeza que hace que sus ojos rojizos se iluminen y me arrebata la almohada sin mover el más minimo dedo.
—Tu y yo tuvimos sexo fuera del matrimonio—digo mientras me bajo de la enorme cama—fuera del matrimonio, no me has pedido matrimonio, no te presentaste frente a mi abuela y me cortejaste ¡No! Saliste de un ataud y follamos. Voy a quemarme en el infierno—señaló mientras escucho como el corazón me late en los oídos.
El rostro de Arden se mantiene neutro. Imperceptible sin mostrarme la más mínima emoción con respecto a mis palabras llenas de histeria. De un momento a otro el enorme tipo se hecha a reír de la manera más relajada posible, como si fuese el mejor chiste que le han contado en su vida.
—No vas a quemarte en el infierno—dice mientras se limpia una lagrima invisible.
—¿Como lo sabes?—digo mientras me siento en medio de la enorme habitación a unos metros de la cama.
—Porque yo nací allí y mientras yo viva el infierno existe—hace un gesto con la mano y siento como soy levantada del suelo por el aire para terminar sentada nuevamente junto a él—no puedo dejarte ir.
Me aprieta contra su pecho, apoya su barbilla en mi cabeza y sus fríos dedos se pasean por mi antebrazo dándome pequeños escalofríos que para nada logran terminar con la enorme preocupación que preciona a mi cabeza con demasiada intensidad. Me permito cerrar los ojos un momento mientras siento como la presión en mi corazón se hace más fuerte unos segundos, me llevo la mano al pecho he inhalo y exhalo repetidas veces. Arden lo nota porque me aprieta más a él hundiendo mi rostro en su pecho.
—No puedo quedarme contigo—digo luego de un rato.
No dice nada. Espero un poco, pero Arden parece más dispuesto a ignorarme que a responder a mi demanda.
—¿Y si hacemos un trato?—digo tratando de pensar en que podría interesarle.
—No—dice con rapidez.
—No siquiera me has escuchado.
Arden pasea sus dedos en el dorso de mi muñeca y sigo antes de que pueda poner el más mínimo—pero—que me impida formular mi propuesta de manera coherente y sin hacerle enojar. Vuelve a apretarme contra su cuerpo como si buscará que la rectitud de mi espalda cambiará por al menos unos segundos, pero solo consigue hacer que me tense aún más.
Salió de un ataud hace unas horas Holly.
—Solo déjame volver con mi abuela y prometo que no intentaré escapar o encontrar la forma de separarme de ti—relaja el cuerpo, relaja el cuerpo—dices que eres mio, entonces cumple mis deseos y prometo que jamás volveré a sacar el tema.
Sus enormes brazos dejan de apretarme y entonces su puedo permitirme relajarme unos segundos antes de que las comisuras de sus labios evoquen una especie de mueca de resignación. Es una pequeña victoria, así que decido no hacerla muy notoria.
—¿Si cumplo tus deseos dejaras de intentar alejarte de mí?
Lo pienso unos segundos.
—Lo prometo.
—¿Que debo hacer?—mi corazón da un pequeño salto y me apresuró a formular algo antes de que decida no escucharme y hacer lo que quiere.
—Quiero volver con mi abuela y terminar el instituto—me interrumpe.
—No.
Suelto un bufido y le señaló.
—Dijiste que ibas a cumplir.
—No vas a estar conmigo—su rojiza y fría lengua se pasea por mi cuello y llega a mi oreja—olvídalo.
—¡No! Puedes fingir ser un profesor vas a estar allí de alguna manera, luego puedes hablar con mi abuela y pedirle que nos deje casarnos.
—Ya somos uno—dice con poco interés.
—Es una mujer de sesenta años cuya única afición es el papa he ir a la iglesia todos los domingos—levanto la mirada para mirarle con reproche—cumplele el deseo a la vieja.
Parece pensárselo un rato porque sus manos se quedan quietas unos segundos y me permito removerme en la cama dándome calor a mi misma. En su pequeño lapsus, puedo notar como las pupilas de sus ojos carmesí se vuelven delgadas unos segundos y como un par de patrones aparecen y desaparecen rápidamente.
—Bien Holly, pero estas son mis condiciones—toma mi barbilla con su enorme mano y me hace mirarle—nunca vas a intentar o a mencionar que deseas que estemos lejos, dormiremos juntos todas las noches y vas a besarme siempre que te lo pida.
Asiento y mi cuerpo tiembla cuando Arden acaricia mi labio inferior con la punta de uno de sus fríos dedos. El frío que desprende su cuerpo me hace suspirar, Arden se inclina para besarme y durante unos segundos puedo sentir como mi cuerpo entra en una especie de trance.
Cuando su boca se separa de la mía me observa.
—Es una promesa—dice bajito—y espero que tu cumplas con la tuya.
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•SIN CORREGIR.
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ARDEN
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