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°♪°

Cuando las plantas de mis pies reconocen la suavidad de la alfombra frente a mi cama me permito dejar de aferrarme a los hombros del gigante frente a mi—porque por un lado temo que, me tome en brazos y me lleve aún más lejos—Arden se deja caer frente a mi cama como si estuviera completamente exhausto de sus vaivenes interdimencionales. Y aunque por un lado siento deseos de acariciarle el cabello y decirle que es un buen chico, por otro siento la necesidad de patearlo hasta desquitar toda la frustración que me produce su actitud extraña y frenéticamente ilegible.

Pero no lo hago.

Primero porque estoy segura de que va a acusarme de traicionarle a la primera oportunidad y segundo, porque me duele más golpearle de lo que le duelen mis golpes a él. Me siento frente al enorme cuerpo del gigante y lo señalo de manera acusatoria.

—Cumpliré con mi parte del trato—decido darle una mirada a su apariencia y me sonrojo—pero necesito que pongas de tu parte.

—Me temo cielito, que no sé a qué te refieres.

—Mides alrededor de dos metros y medio, eres pálido y fastidiosamente hermoso eso llama demasiado la atención, ¿no puedes hacer algo al respecto?

Arden me da una mirada gélida y se acaricia la nuca. Lo observo como si fuera un mono arreglando el cableado de una casa entera por si solo—hasta ahora—es el gesto más humano que he visto por parte de Arden y que hasta ahora, solamente había visto en mi misma cuando hago intentos brutales por no perder la compostura.

—Uno noventa—ofrece como si fuera una subasta.

—Uno ochenta y cinco—ofrezco con mi mejor sonrisa.

Sus rojizos labios se aprietan en una fina línea y mueve la cabeza en lo que comprendo es un signo de afirmación.

—Eres demasiado pálido.

—¿Y eso desde cuando es malo Holly?

Su aire clasista no hace mas que hacer que le mire ceñuda.

—¿Vas a poner mala cara a todas mis sugerencias?

—Si tus sugerencias no fueran evidentemente ofensivas podría aceptarlas.

El rostro se me pone carmesí y le lanzo una almohada al rostro, ni siquiera se inmuta, pero sus ojos vuelven a oscurecerse varios tonos y me pregunto quien de los dos esta mas molesto, si él o yo. 

—Estas siendo demasiado grosero.

—Lo sé—dice bajito—algo me molesta.

—Oye, no puedes echarte atrás ahora...—me interrumpe y su expresión cambia a una semejante a una mueca de dolor—se que te he deseado la muerte en repetidas ocasiones, pero...

Arden toma el dorso de mi muñeca y me jala para hacer que le rodee la cintura con ambas piernas mientras debe curvarse demasiado para poder mantener la nariz al nivel de mi cuello. Sus manos van a la carne externa de mis muslos y le dan un breve apretón que hace que toda mi piel se erice de manera instantánea. Me sube los pliegues del vestido por encima de la cintura y hace que mi cuerpo quede completamente cubierto por su cuerpo.

—Tengo hambre—suelta luego de un rato.

Le observo por de reojo y mis dedos acarician repetidas veces la curvatura de sus brazos.

—¿Qué te apetece? —suelto con la intención de ponerme de pie y rebuscar en la cocina.

Arden niega y aparta el cabello que cae sobre mi hombro.

—Me temo cielito, que voy a tener que alimentarme de ti si quiero complacer tus caprichos—deja un beso en la curva de mi cuello y agrega—no va a dolerte, pero si necesito hacerlo.

Siento sus dientes romper mi piel y hundirse con una lentitud molesta en mi piel, que solamente consigue hacer que mis dedos se aferren a los pliegues de su enorme camiseta. Lo siento succionar mientras una de sus enormes manos va directamente a mi nuca, sosteniéndola en caso de que en cualquier momento vaya a caer o decida que esta drenándome la vida quizás con demasiada libertad. Lo extraño es que, a pesar de que debería sentirme mareada, me siento perfectamente bien para ser victima del apetito voraz de Arden. Sus fríos dedos se incrustan en la piel de mi nuca haciéndome suspirar en repetidas ocasiones debido a que la frialdad que desprende no parece aplacarse a medida que me toca, —es más—podría asegurar que desde que Arden bebé tan afanadamente de mi sangre su tacto se a enfriado incluso seis veces más en contraste con el calor que mi piel busca conservar a medida que Arden deja de succionar de mí. Cuando parece estar satisfecho, saca su rosácea lengua de entre sus labios y la pasa repetidas veces por los cortes que acaba de hacer, pero estos no parecen dispuestos a desaparecer a pesar de que Arden les brinda la atención suficiente como para que no sean molestos para mí.

—¿Fue suficiente? —pregunto.

Arden no me responde y se limita a abrazarme, pero solamente es por unos breves segundos, porque Arden se aleja lo suficiente como para que pueda verle, pero no lo demasiado como para poder poner una distancia decente entre los dos. Su enorme mano me cubre los ojos y siento el calor de su aliento rozar mi boca.

—Cuenta hasta diez—dice.

—¿Por qué?

—Holly—dice con un tono que muestra la poca paciencia que parece tenerme—se buena y hazme caso.

—Y luego me reprochas por tratarte como un perro—casi puedo imaginarme su mirada gélida atravesarme con la suficiente rapidez como para ser cortante—uno, dos...

Y así sigo hasta llegar a diez. Su mano se mantiene cubriendo mis ojos y me limito a esperar con impaciencia a que decida permitirme ver que es lo que pasa a mi alrededor. Su mano deja de cubrir mis ojos y parpadeo repetidas veces para acostumbrarme a la luz de mi habitación.

—Mi cuerpo no debe ser pequeño por demasiado tiempo cielito—la estatura de Arden disminuyo considerablemente a pesar de que la imponencia de su presencia parece no estar en la capacidad de disminuir—y me temo que mi paciencia a los caprichos de tu mundo, tampoco dura demasiado Holly.

ARDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora