► Capítulo 4: Un apuro asombroso

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— Disculpe señora, pero ese cachorro no se encuentra bien de salud en estos momentos —La señora de la tienda levantó su mano para que la escuchase—. Pero como le venía diciendo, si lo que busca es un guardián...

— Puedo llevarlo a un veterinario si es necesario. Puedo cubrir sus gastos.

Colocando en la mesa una bolsa de tela atada, la chica pelirroja le mostró a la señora de la tienda una buena cantidad de monedas de oro. Cosa que la señora no se inmutó.

— Escuche... Si puede venir mañana a por él, y aún lo quiere, será suyo. Pero no puedo permitir que se lleve a ese cachorro por el momento.

Para su sorpresa del grupo, y para Tenma, la viejita bajo su cabeza con respeto.

La chica pelirroja intentó evitar que la situación se fuese por otros lados, guardando el dinero que había sacado.

— Tranquila, disculpe usted. No se preocupe.

Detrás de ella, un señor musculoso, miembro del mismo gremio y vestido de armadura, empezó a mirar a los cachorros en el mismo cubículo

— Así es, solo buscaremos otro de aquí. Parece que le gustan los perritos a nuestra jefa. Si no podemos llevarnos a ese, podríamos comprar otro, ¿No?

El señor acercó su mano al cubículo para poder sacar a algún otro cachorro, pero fue detenido por un fuerte apretón en su muñeca por la chica pelirroja.

— Elegí ya a nuestro nuevo guardián. Confiaré en que mañana lo tendrán —Le comentó a su compañero del grupo, soltándolo, mientras este suspiraba dando un paso atrás—. Disculpe las molestias, volveremos mañana entonces.

Todo el grupo salió en silencio, pero Tenma logró ver como la líder del grupo no le dejo de mirar hasta que salieran todos.

Esa chica le daba malas vibras.

***

Poco después, el ambiente se puso silencioso. La señora de la tienda lustraba el mostrador, alimentaba a los pájaros con semillas de girasol, y limpiaba el lugar con sumo detalle.

Tenma no tenía nada más que hacer que mirar a su alrededor, a su vez que posaba su cabeza en el vidrio del cubículo.

Sus hermanos, quienes habían estado tan llenos de energía hace poco, caían dormidos después de tanto jugar.

El día se iba anocheciendo, y los clientes iban y venían.

Y Tenma aprendió algo importante.

De algún modo, no entendía a nadie que no fuese a los humanos.

Tenía el cuerpo y aspecto de un animal, pero no podía entender a ninguno. Ni a sus nuevos hermanos, ni al canario mascota de la dueña, y mucho menos unas criaturas gelatinosas que parecían nunca cansar de jugar entre sí, aunque para su fortuna estaban alejadas de él en otro cubículo, porque empezaba a darle algo de asco.

Para Tenma, aquella nueva vida debería ser una oportunidad de oro. Pero que, encerrado, no podría aprovecharlo.

Y de repente, un ácido brotó por su garganta.

Y de nuevo, más vómito.

Tenma ya lo había notado, antes que la dueña de la tienda lo confirmase. Estaba enfermo. Pese a tener un cuerpo joven, aun así, no podría sacarle provecho ni a este, si solo le quedaba padecer de sea lo que le estuviese dando.

Llegó al punto de sentirse decaído. De sobrepensar de su muerte, sentirse paniqueado y sin poder recibir el consuelo de alguien. Pero a su vez, sentía que no merecía consuelo por su mala decisión.

Pensó en la última chica en quien confió, en el cataclismo del cielo, el ángel que pereció junto a él...

Pensó en cuál debería ser su nuevo propósito de vida.

— Es hora de cerrar.

Terminando de acomodar unas últimas cajas, luego de un día trabajador, la señora de la tienda, quien parecía rondar en sus 60, agarró un bolso de mano oscuro y sostuvo sus llaves en mano.

Tenma la veía lista para irse, pero vio como esta se acercaba a su cubículo. Él seguía recostado, moviendo apenas un poco su cola al verla más de cerca.

Fue agarrado del torso y levantado con cuidado, y con un pañuelo, la dueña le limpio el hocico y el pelaje que se había ensuciado. Lo llevo en brazos, como si fuese un bebe.

Pero aun así, a Tenma no le disgustó. Lo llego a sentir como un consuelo, no intencional, pero que era lo que requería al menos uno. Restregó un momento su cabeza en la mano de la señora, y esta le acaricio su cabeza.

Finalmente, se lo llevó afuera de la tienda.

— Tenemos que llevarte al veterinario. Serás fuerte.

Tenma se había quedado relajado hasta el momento, escuchando las dulces palabras de la viejita.

........................

Espera, ¿¡Veterinario!?


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