La vida de Tenma, un chico urgido en plena adolescencia, llega a su fin tras un asesinato a medianoche. Sin embargo, es reencarnado en un perro Shiba Inu quien al poco tiempo es adoptado por la lider de un gremio. Presentandole así una nueva oportun...
Dormir en una cama de nuevo, con la luz de la luna que nunca se había detenido a apreciar, se sentía reconfortante.
Tenma se encontraba acostado en la misma cama del bar de antes, durmiendo plácidamente apoyado sobre los pechos de su dueña.
El cachorro se ponía a pensar en todo lo que había ocurrido, llenándolo de nervios y estrés en varias situaciones. Pero por primera vez, sentía que era recompensado.
Aunque fuese un perro ahora, había quedado con el deseo de poder dormir junto a una chica alguna vez. Recordarlo le dio escalofríos, por su primera muerte. Pero ahora, que podía hacerlo sin temor a morir para siempre... lo reconfortaba en algo.
Podía sentir lo suaves y cómodos que eran sus "almohadas" donde se recostaba. Su dueña lo había colocado allí para hacerle compañía y cuidarlo. Pensaba hacerlo dormir con sus caricias, pero terminó durmiendo ella primero por haber bebido varios tragos de alcohol.
Tenma se quedó viendo la luna por la ventana. Comparó su vida anterior con la actual. Ahora era considerado una mascota, un objeto, o un arma posiblemente. Pero, se sentía útil. Había compañeros que poco a poco le iban agarrando cariño y que, si podía fortalecerse él mismo, podría ser más de ayuda y lograr que lo respeten más.
Se sintió más confiado al reflexionar, y se propuso que se fortalecería con el afan de ayudar a su gremio a llegar a la cima.
— ¿Que... hora es?
El canino levantó sus orejas al escuchar a su dueña levantarse, bajándose de sus pechos.
Esta se levantó mientras bostezaba un poco. Salió de la habitación y se dirigió al baño, cerrando la puerta tras entrar.
Tenma se quedó un momento en silencio. Bajo de la cama y salió de la habitación. Quería acompañar a su dueña, por más raro que fuese.
Quizás la calentura que le estuviera haciendo pasar un mal rato, pero deseaba poder entrar al baño también. Se convenció a sí mismo que no sería mal visto, ya que ahora era un perro y su mascota.
Sentía su cara ponerse roja, claro que esto no se veía. Las patas le temblaban un poco, pero aun así rasco la puerta del baño. Deseando entrar.
Pero un escalofrío recorrió toda su espalda al escuchar unos pasos por el pasillo. Empezó a temer que alguien lo viese, pero volvió a convencerse que no sería mal juzgado al ser un perro. Así que simplemente se quedó quieto.
La persona que se iba acercando tenía la respiración algo agitada.
Se trataba de la pistola del gremio, Doris.
Al ver que solo se trataba de ella, Tenma soltó un suspiro más tranquilo. Aún le quedaba grabado en la mente aquel asesino que le disparó con el rifle.
La saludó con una sonrisa, recordándola borracha la noche pasada. Pero, en contraste, ahora ella parecía asustada. Y para su sorpresa de Tenma, ella portaba su arma ya cargada (Recordaba que tuvieron que repararla para que esta se quedase tranquila).
Empezó a voltear a los lados, temiendo que su temor se volviera realidad. Pese a que no podía morir, no deseaba volver a sentir todo el dolor que esto conllevaba.
Si el asesino volvía a aparecer, no sabría si Doris podría hacerle frente.
Unos pasos más sonaron, y el corazón de Tenma palpitaba fuerte.
Desde las sombras del pasillo, salió Melman, el espadachín del gremio. Parecía estar listo para utilizar su espada.
Pese a estar en compañía de ambos compañeros, no se sentía aún del todo protegido. Recordaba como fue el desempeño al batallar contra el dragón.
Tenma tragó saliva, escuchando unos últimos pasos. Esta vez ambos compañeros miraron con los ojos abiertos a quien se acercaba.
Dando pasos un poco más fuertes, el último integrante del gremio apareció. Gorgon apareció en escena, caminando en silencio, con su cuchillo en mano.
Los tres guerreros del gremio se miraron los unos a los otros. Se sintió alegre de poder contar con la ayuda de los tres, pues veía cómo se quedaban esperando en la puerta del baño para proteger a su jefa.
— ¿Todo... listo? —preguntó Doris, temblando. Mientras ambos compañeros asienten en silencio—. Bien... que el plan de asesinato... comience.
Todos miraron en dirección a la puerta, cargando sus armas listas para un primer fugaz ataque.
Tenma lo comprendió.
¡Matarían a su jefa!
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