► Capítulo 2: La caída del cielo

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Como si hubiese recobrado la consciencia, Tenma abrió los ojos habiéndose sentido dentro de un largo sueño. Sin embargo, no podía moverse, no podía hablar, y no podía respirar. Pero sentía incluso que esto último no era necesario.

Frente suyo, un cataclismo ocurrió de repente. Un coliseo enorme que gobernaba el cielo se iba desvaneciendo a medida que aparecían portales de un lado a otro. En medio de todo eso, se encontraba él, viendo todo desde primera base.

Quedó congelado al ver el escenario donde había aparecido, y su alrededor, al menos el que podía ver al girar sus ojos, no parecía confiable. Decenas de luces azules, quienes hablaban también, pero no podía entenderles una sola palabra. Eran como él. Tenma lo entendió rápido, se había vuelto un alma como todos los demás a su alrededor.

¿Qué era ese lugar? Tenma parecía muy preocupado, debido a que temía ser juzgado. Sintió el cuerpo con mucho frío, pese a que ya no poseía ninguno.

Volvió a alzar su vista cuando escuchó un aleteo, viendo volar a unos ángeles sobre un extraño reloj flotando en el cielo. Estos ángeles, bellos como los cuentos que todos relatan, intentaron combatir contra aquel misterioso objeto. El cual solo los bloqueaba con un extraño campo que lo cubría completamente. Aquel reloj era el que había aparecido por un enorme portal, que cada vez era mayor. Haciéndose así, una grieta de mucho temor.

El terreno del coliseo se estaba derrumbando, como si el reloj pudiera manipular la gravedad del lugar. Tenma intentó escapar antes que algún escombro le cayese encima. Intentó hacer su mejor intento por tambalearse, pero no hubo ningún cambio.

Y el suelo donde todas las almas estaban, se destruyó. Dejándolas caer a un oscuro vacío.

Las almas gritaban de temor, llamando la atención de unos cuantos ángeles, quienes volaron a toda prisa para rescatarlas. Una en una, eran rescatadas y llevadas de vuelta a la superficie.

Pero él era el alma que caía más al fondo. Caía más lejos que las demás, y veía como todas eran rescatadas menos él. A medida que el cielo se le hacía más pequeño, su vista se oscurecía cada vez más. Sin ver, estaría muerto en vida. Tenma temió, tratando de aguantar todo lo que podía.

En un movimiento inesperado, Una mano tomó el alma de Tenma. Un ángel con el cabello sedoso, rubio y de unos llamativos ojos azules era el salvador de su ser. Tenma estaba más agradecido que nunca. Sus agradecimientos no se callaban, mientras el ángel solo intentaba obviarlos a medida que cargaba de nuevo con él.

El ángel empezó a aletear de nuevo, subiendo con cuidado mientras veía el vacío oscuro. Tomó con firmeza el alma de Tenma, y dio vuelo alto. Sino antes, caerle un pedrusco del doble de su tamaño. Noqueando.

Tenma grito despavorido, mientras veía al bello ángel sangrar y caer consigo. Logró intentar sostenerse a este de algún modo, mientras la oscuridad llenaba su vista de pavor.

Su llegada al cielo, no fue para nada un paraíso. Y finalmente, también se noqueo, cayéndole una roca igualmente.


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