Al caer la noche, el padre Víctor salió, tenía que llegar a la casa de doña Cándida para darle los santos oleos; la más anciana del pueblo con 108 años de edad, estaba agonizando había dicho su esposo, que era 7 años menor.
Salió por la parte lateral izquierda de la iglesia, por una puerta de madera que parecía tener más de un siglo, era vieja y estaba hecha de cedro. Al salir, a lo lejos vio una figura negra, una sombra, bajo el alumbrado eléctrico de la calle, que se encontraba a unos metros de la iglesia de San Juan. El padre Víctor pensó que era alguien que lo estaba esperando para acompañarlo, no había de que preocuparse, él conocía a todos en el pueblo.
El padre Víctor avanzó, y vio aquella figura casi como de su estatura.
—¿Puedo ayudarte en algo hijo? —dijo subiendo la voz, ya que por la oscuridad dudo en saber quién era.
Pero la figura no contesto, seguía ahí inmóvil. No sintiéndose intimidado, él avanzó más. La pasó de lejos. Sin mirar de reojo. Luego volteó y había desaparecido, la sombra ya no estaba, pensó que tal vez sólo había sido su imaginación, así que avanzó una cuadra a partir ese punto. Al ver al frente en la siguiente cuadra. Vio otra extraña figura, otra sombra, al acercarse se percató que era similar a la anterior como de su altura o ¿Era la misma la que había visto una cuadra tras? Se detuvo por un momento y dirigió su mirada una cuadra atrás y se dio cuenta, en ese instante, que esa figura era la misma que había visto antes. Sintió miedo de seguir avanzando, un extraño escalofrió le recorrió la columna vertebral desde su nuca hasta el cóccix. Después de unos segundos también sintió vergüenza, era un hombre de Dios ¡Y por Dios! ¡Él era un sacerdote! Cómo era posible que algo así le asustara.
«¡No me dejare intimidar por nadie!». Pensó en ese momento, que era algún forastero que había llegado de lejos, un desconocido probablemente peligroso como un ladrón o un asesino, lo cual no sería extraño, después de los últimos hechos sucedidos en el pueblo.
Colocando su confianza en Dios, comenzó a rezar en su mente, mientras se acercaba, aquella figura se desvaneció ante su asombro, él se persignó y sin dudar continuó rezado sin volver su mirada, completamente seguro de que Dios lo guardaba.
—Te has convertido en lo que deseabas. Ni siquiera pude hablarte—dijo una extraña sombra oculta en un oscuro callejón mientras observaba al padre Víctor alejarse— tu sueño de servir a Di...
De pronto aquel hombre cayó tumbado en el frío suelo polvoriento del callejón como si lo hubiesen golpeado violentamente en el pecho. Unas voces en su cabeza le reprochaban con maldiciones.
—¡Ni se te ocurra mencionar ese nombre! —Gruñeron en su mente— no es por él que estas aquí, sino por nosotros. ¡Recuérdalo Tomás!
Aquel hombre olvidó que no debía pronunciar ese nombre en voz alta; sólo en su mente a veces lo pensaba con nostalgia. A pesar de que aquellas voces provenían de su mente, de su interior como telepatía; extrañamente esas voces no podían escuchar sus pensamientos, solo su voz.
Él tenía una extraña cicatriz en su cuello, circular, ancha y larga que casi abarcaba su cuello en totalidad, excepto por un pequeño espacio de un centímetro, sólo por eso no abarcaba en un círculo total su cuello. Comenzó a sentir un extraño ardor y dificultad para respirar.
—No... —tosió a secas— No lo olvido —dijo mientras trataba de ponerse de pie—. Y sí, ese era mi nombre, ya lo había olvidado.
Las voces rieron.
—Sí, Tomás, estás atado a nosotros. —Las voces rieron a carcajadas en su cabeza nuevamente— ya deberías estar acostumbrado.
Comenzó reflexionar por primera vez sobre quien había sido, y con el pasar del tiempo había olvidado.
«Recuerdo cuando empezó esta maldición para mí. No es bueno recordar los errores del pasado» pensó, «pero que doloroso es vivir un error de por vida. Otros pueden cambiar sus vidas con sólo hacer las cosas diferentes, pero yo perdí "mi libertad" y si vivo es por lo que llevo dentro».
Los recuerdos vinieron a su mente, después de aquel pacto que había hecho con el diablo, y de aquella ocasión en la que estuvo a punto de morir.
Él era proveniente de una familia de campesinos, Tomás tuvo muy poca educación y comenzó a trabajar desde muy temprana edad. Soñaba con tener mucho dinero y ya no tener que soportar las penurias de comer una sola vez al día.
Una tarde se encontraba sentado en una gran roca en el río El Sauce. Mirando el atardecer, pensaba en su pésimo destino y en la miserable vida que se llevaba en el campo. Se sentía cansado de trabajar la tierra para ganar unos míseros centavos en la finca Lara-Sol. Además, se decía que aquella finca estaba maldita, y poca gente quería trabajar ahí.
—Daría lo que fuera, para lograr lo que quiero —dijo en voz alta. Pues sabía que estaba solo y que nadie lo oiría. Lo deseo con intensidad, con tanta fe...
El último rayo de sol se dejó ver, el sol se perdió en el horizonte.
De pronto, una brisa suave toco su rostro, movió su cabello ondulado que se había secado después de estar pegado en su frente por el sudor. Sus ropas viejas y sucias comenzaron a ondear cuando el viento subió la intensidad. Unas nubes de lluvia cubrieron el campo, pensó que sólo se trataba de una nube de paso. Cerró los ojos para sentir la llovizna que empezó a caer. En aquel ambiente tenue y húmedo alguien tocó su hombro. Se asustó y dio un salto hacia adelante, haciéndolo caer de la roca donde se encontraba, cayó de frente deteniéndose con sus manos e inmediatamente se giró, quedando con su espalda en las arenas del río. En la penumbra, sus ojos se abrieron como nunca porque quien lo había tocado era un jinete que vestía un hábito negro. Tomás no podía ver su rostro. Estaba ahí inmóvil en las arenas del río viendo a aquel espectro del cual le habían hablado y que él pensaba que sólo era un mito, una leyenda para decir a los ladrones nocturnos aléjense de la "finca maldita". Pero ahí estaba frente a él, El caballero negro. ¿Qué estaba pasando? Según la antigua leyenda el jinete sólo salía a media noche y el primer viernes 13 del año. Pero no era viernes 13, ni era medianoche. Por un momento pensó que alguien le estaba jugando una broma muy buena. Entonces el caballo que cabalgaba comenzó a refunfuñar y exhalaba aire caliente que se hacía ver en el clima frío como blanca neblina, tenía los ojos rojos como el fuego. No era un caballo normal.
—Puedo darte lo que deseas —su voz sonaba como si diez hombres hablaran a la vez, voces con distintos tonos—. Si me das tu alma... Levántate, y arrodíllate, porque es un privilegio que este delante de ti.
Al escucharlo se dio cuenta que era realmente El caballero negro. Tomás contuvo el aire y se levantó de inmediato, luego se arrodillo delante del espectro y sin pensarlo contestó:
—Mi alma es tuya mi Señor...
ESTÁS LEYENDO
En el umbral de la noche © (Martín Mizar I)
Mistério / SuspenseVarios asesinatos han sucedido de forma misteriosa en el pueblo de San Juan y sus alrededores. Un video fue tomado sobre el pueblo de San Juan captando un hecho paranormal. El profesor y psicólogo Martín Mizar decide investigar, pero al final descub...