Después de todo eso las cosas se le habían facilitado, gracias al favor del Señor de las Tinieblas, y de sus "voces internas" podía extraer oro de su infértil terreno donde se encontraba su casa. Nadie en su familia sabía exactamente en qué parte, eso no importaba, ahora tenían más dinero y vivían mejor. Sus padres estaban contentos con la extracción de oro de una parte secreta del jardín, al menos eso les había dicho a ellos. Aquello se volvió el secreto familiar mejor guardado por ellos, ya que si alguien se enteraba que tenían oro en sus tierras muchos ladrones llegarían por la noche a buscar el oro.
Las voces sólo le habían pedido a Tomás hacer extraños rituales a media noche y que recitara extrañas oraciones por la extracción del oro.
Ahora tenían comida, se vestían mejor. Su hermano menor era el más contento ahora podría ir a estudiar con zapatos nuevos y podría comprar juguetes.
En una ocasión, unos meses después del pacto. Tomás se dirigía a su casa, había ido a la capital a vender mucho oro que había extraído de su terreno. Hacia un clima agradable; con vientos frescos y una tibieza muy reconfortante, un día despejado y espléndido. Tomás estaba feliz de todo lo que estaba pasando, feliz de haber cambiado su vida. El dinero ya no era ahora su mayor preocupación, pero sí, los ayunos y oraciones al diablo. Y las mujeres ahora venían a él, conseguir sexo con mujeres hermosas ya no era un dolor de cabeza. Había cumplido sus sueños sexuales más descabellados. A muchas personas no les agradaba ver su éxito, había perdido a la mayoría de sus amigos, a pesar de todo, él se sentía dichoso.
Tomás se encontraba de paso en el pueblo El Amate. Este pueblo colindaba con el Cantón Las Rocas, donde vivía él. Al norte se encontraba cantón El Sauce donde estaba la finca Lara-Sol, donde Tomás había dejado de trabajar como jornalero.
Tomás cruzaba por un callejón, para luego tomar una ladera, donde había un camino que lo llevaría a su casa.
De pronto, escuchó unos ruidos en el callejón. Dos hombres con pasamontañas de color negro salieron a encontrarle en el final del callejón. Ambos vestían de camisa negra y pantalones de mezclilla. Uno tenía una escopeta en sus manos, el otro tenía dos machetes muy afilados uno en cada mano.
Tomás paró su marcha, sorprendido al ver a aquellos dos hombres. Los miró detenidamente, pero en ese mismo instante unos ruidos de pasos a sus espaldas lo hicieron volver a ver, así que volteó y ahí detrás de él descubrió a dos hombres más, también con pasamontañas de color negro. Estos bloqueaban la única salida posible que tendría para escapar. Estos dos hombres vestían también de la misma manera que los otros; ambos tenían un revolver en cada mano. Estaba rodeado.
«Pero, ¿Qué quieren estos tipos?». Tomás sabía cuál era la respuesta a esa pregunta: su dinero.
—Está bien quieren mi dinero, lo tengo todo aquí en mi bolsillo —dijo mientras se lo palpaba con la mano—, se los daré.
Sabía cómo extraer oro de la tierra, era un simple juego de palabras que las voces le habían enseñado.
—¡No queremos tu dinero! —dijo el encapuchado que tenía la escopeta.
—¡Queremos tu vida! —dijo el otro que tenía un machete en cada mano.
Sintió miedo, miedo de morir. Había hecho el pacto. Podía obtener oro y mujeres. Pero todo eso no importaría si moría, no había disfrutado lo suficiente, era muy poco.
—¿Y ahora qué hago? Me matarán —murmuró a las voces.
—No seas cobarde —dijeron las voces—. Repite esta oración que te diremos y un Éncopus vendrá.
«Un Éncopus, ¿Qué es eso?» Pensó, pero no tenía tiempo para cuestionar, sino para poner atención, para repetir lo que las voces le decían o sabía que moriría y llegaría ese mismo día al infierno.
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En el umbral de la noche © (Martín Mizar I)
Mystery / ThrillerVarios asesinatos han sucedido de forma misteriosa en el pueblo de San Juan y sus alrededores. Un video fue tomado sobre el pueblo de San Juan captando un hecho paranormal. El profesor y psicólogo Martín Mizar decide investigar, pero al final descub...