12

71 0 0
                                    

Aquella tarde, Martín e Isabel pasaron sentados en una banca del pequeño parque del pueblo. Habían comprado unos dulces típicos, algo que realmente les gustó mucho, aunque les parecía extraño que hubiera pocas ventas en aquel pueblo y que la mayoría de la gente fuera de la tercera edad, no había gente joven, ni tampoco niños.

Mientras saboreaban sus dulces, miraban la iglesia; una iglesia de estilo barroco, muy bien preservada en el tiempo a pesar de que la pintura blanca y amarilla estaba descascarándose y muchas partes se veía negras por la humedad, aun así, su estructura se notaba firme. Esta iglesia permanecía la mayoría del tiempo vacía.

Observaban en silencio.

—Es interesante —dijo Isabel rompiendo el silencio—, pensar en la idea de que hay un brujo aquí en este pueblo tan recóndito. Eso explicaría el video y las muertes recientes.

Aquel video tomado por uno de los alumnos de Martín mostraba a una figura humana volando a lo lejos sobre el pueblo de San Juan, literalmente volando sin ayuda de un ala delta. Aquella figura se percató que estaba siendo grabado y se dirigió a la persona que tenía el smartphone directamente. Volaba con su cuerpo en posición horizontal como si fuese Superman, pero sin colocar sus brazos estirados al frente y sin usar la ropa interior por fuera.

Martín recordó lo que dijo la anciana Rosario: ellos van de un lugar a otro volando. Él recordaba también, haber leído sobre cómo los brujos y brujas utilizaban objetos que se encontraban dentro de sus casas para hacerlos levitar y usarlos como vehículos voladores. Así en diferentes culturas como la occidental de los brujos y brujas comúnmente volaban en escobas y en otras culturas volaban en alfombras. Podrían haber volado en troncos o sillas, el objeto realmente no era lo importante, lo esencial era poder montar en el objeto y luego cargarlo sin dificultad. Cargar una escoba seria sencillo, al igual que una alfombra enrollada. Pero... ¿Volar sin utilizar ningún objeto?

—Tal vez, podríamos hacer una toma a una distancia prudente —continuó Isabel—, digo, para que sea seguro para nosotros. Una grabación mejor daría valor agregado a tu libro, así tendrías más que una evidencia; quien sabe tal vez hasta podríamos hacer un documental que hasta el Discovery Channel quisiera adquirirlo —Isabel paro en seco, notó como Martín se había quedado callado y se notaba un poco preocupado— ¿Todo bien Martín?

—Lo lamento —respondió suspirando—. Lamento haberte metido en esto —la miró a los ojos—. Puede ser muy peligroso, no es algo tan sencillo como yo había pensado, ese brujo es realmente peligroso, sabemos que está matando, pero no sabemos por qué. La anciana Rosario sabe que los brujos obedecen al Señor de Las Tinieblas, son esclavos, no se detienen ante nada. Y nosotros no sabemos su objetivo. Si nos metemos en su camino...

—¿Crees que si nos descubre nos mate? —Cuestionó. No había pensado antes con cabeza fría que sería estar frente a un asesino en serie con poderes sobrenaturales— Sabes, yo no he sido muy religiosa en mi vida y, a decir verdad, sé que Dios está ahí. Creo que si vamos a la iglesia y estamos más cerca de aquel que es más fuerte estaremos protegidos. ¿No lo crees?

—Sí, lo sé. Tienes razón. —Dijo Martín, pensando en la protección espiritual. Pero se le notaba preocupado.

—¡Exacto! esto es creer en Dios con fe. No en la religión. —dijo Isabel.

Por un momento se quedaron en silencio.

«¿Qué le pasa? Acaso cree que no le conozco. Creo que de verdad está preocupado. Pero en el fondo sé que esta extasiado con todo esto, él sabe mucho sobre lo paranormal y el mundo espiritual, y quien sabe que cosas más... es un experto en todo eso más que en su propia profesión, es más que un hobby para él, por eso estamos aquí, por él y por su libro» pensó, mientras le veía detenidamente.

En el umbral de la noche © (Martín Mizar I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora