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El vendedor de leche se dirigía hacia el último lugar de entrega en el pueblo de San Juan, no era un lugar que le gustase mucho visitar. Aquella calle empedrada hacia vibrar aquella vieja bicicleta poco aceitada, las botellas de leche vibraban haciendo un sonido de campanillas.

Los primeros rayos de sol se hacían ver y sentir. Las viejas verjas de metal corroído de aquel lugar no muy agradable para el lechero brillaban a penas un poco.

Entró, y sólo había avanzado un poco, cuando observó a alguien tendido en el suelo frente a la casa de don Dimas.

—¡El señor Dimas! —murmuró.

En ese instante avanzo con mayor rapidez. Cuando llegó, soltó su bicicleta, rompiendo las botellas de leche que llevaba. Su respiración se detuvo unos segundos, frente a él se encontraba el cuerpo de don Dimas "El guardián del Panteón". Aquel cuerpo tenía un charco de sangre seca y le faltaba la cabeza.

Se alejó un poco, y a lo lejos observó la cabeza de don Dimas. Su pequeño estomago no soporto y comenzó a vomitar, justo en esos momentos volvió su mirada, y ahí cerca estaba, una tumba abierta, un ataúd destrozado y una lápida hecha añicos.

—Pero... ¿Qué es lo que ha pasado aquí?

En el umbral de la noche © (Martín Mizar I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora