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Los Guerra ya habían empacado. Una camioneta Toyota 4x4 estaba cargada y lista para salir huyendo lejos. Dejando sus caballos, ganado y muchas pertenencias de valor. Lo importante era salir rápido a un lugar donde no los encontrara Tomás.

De pronto un extraño animal se postro en el tejado de su casa, un animal de color azul. Juan fue el primero que lo vio, no dijo nada porque trataba de identificar qué clase de animal era aquel. El señor Antonio también lo vio.

—Sea lo que sea, eso no parece un animal común —dijo Juan.

—Ese maldito está aquí —gritó Antonio Guerra— saquen sus armas y cárguenlas.

—¿Qué? —cuestionó Joel.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Juan.

—Cállense y hagan lo que les digo, él llegará en cualquier momento —dijo agitado Antonio Guerra—. ¡Jonás, dame mi rifle y dámelo rápido!

Todos cargaron sus armas y se prepararon. El señor Antonio volvió a ver el tejado y el misterioso animal azul había desaparecido, le colocó el seguro a su silla de ruedas para no irse hacia atrás si tenía que disparar.

De pronto, Josué vio algo a lo lejos, al parecer la tierra se movía, ¡algo se movía bajo la tierra y se movía a gran velocidad hacia él!

—¡Por Dios! ¿Qué es eso? —dijo mientras le disparaba con su revólver.

Su padre y sus hermanos también vieron que algo se dirigía hacia ellos bajo tierra y comenzaron a dispararle también. Pero siguió avanzando en segundos hasta que estuvo muy cerca... salió de la tierra una estaca de madera, de mediana proporción, a una gran velocidad atravesando el pecho de Josué quebrando su esternón con un fuerte crujido y salió por su espalda rompiendo también su columna. Aquella estaca atravesó totalmente su cuerpo quedando clavada en la tierra completamente teñida de sangre a unos metros atrás de él. Josué cayó y la sangre comenzó a teñir el pasto de color rojo.

—¡Josué! —Gritó con dolor su padre, y comenzó a llorar— sal de dónde quiera que estés maldito. ¡Déjate ver!

Los ojos de Josué estaban abiertos, y su boca también; de ella emanaba sangre que manchaba el pasto. Joel se enfureció al ver el cuerpo de su hermano tendido y ensangrentado. Avanzó hacia el frente y retó a Tomás.

—Yo fui quien te hirió desgraciado. ¡Ven y mátame! —Gritó airado con sus dos revólveres— ¡Ven y mátame! —Gritó por segunda vez.

De repente, un pequeño remolino comenzó a levantarse desde abajo de la ladera, donde se encontraba un cerco de alambre de púas que dividía el camino y el terreno de los Guerra. Aquel remolino creció varios metros y arrastró polvo y muchas piedras pequeñas, con mucha rapidez se dirigió hacia donde se encontraban ellos. Todos se cubrieron los ojos con sus brazos. Luego de pasar entre ellos, se disipó. En ese momento Joel disparó sus pistolas, los disparos salieron hacia arriba, su cuello comenzó a sangrar, giró hacia atrás donde se encontraban su padre y sus hermanos con mucha dificultad. En su cuello tenia enrollado alambre de púas, aquel tornado fue especialmente para él. Ahí de pie agonizó y disparó varias veces más antes de caer estrangulado por el alambre de púas.

—Joel —gritó— Hijo... ¡No!

Los gritos del señor Antonio eran fuertes lamentos de dolor, tiró su rifle y colocó sus manos en su rostro, lloraba sin consuelo. Comenzó a rogarle a Tomás que los perdonara, que era suficiente.

—¡Perdónanos! ¡Por favor! ¡Ten piedad! —Gritaba sin consuelo.

Entonces Tomás gritó a lo lejos.

—Ustedes no tuvieron piedad conmigo. Ustedes siempre han sido asesinos. Acaso crees que no sé qué mataron a los García sólo para quedarse con sus tierras. ¿Quién eres tú para pedir piedad?

El señor Antonio paro en seco su suplica y recordó como él con su hijo Joel habían masacrado a tiros a toda una familia de cinco miembros, y uno de ellos era un niño de tan sólo tres años.

—¡Padre! ¿De qué está hablando?... —Preguntó Juan a su padre, porque Tomás lo acusaba de haber masacrado a la familia García. Hacía tres años, su padre había comprado las tierras. A los García los masacraron una noche del mes de junio. Lo que Juan jamás sabría, es que su padre había torturado a Rogelio García para que firmará un contrato en el que le vendía sus tierras por una mínima cantidad de dinero; luego de eso lo asesino a él y a toda su familia.

Pero no pudo interrogar a su padre más, cayó fulminado por una roca en su sien del lado derecho de su cabeza, aquella roca iba a tal velocidad que hizo que su ojo derecho se saliera de su cavidad. Él cayó frente a su padre sangrando por el cuenco de su ojo, su nariz y boca. Su padre se quedó sin habla. Ya sabía cuál era su destino.

—Juan... No, hermano... ¡Maldito brujo! —gritó Jonás, quién comenzó a disparar ladera abajo, sin ningún objetivo. Estaba desesperado.

Luego de varios disparos todo quedo en quietud.

—Tranquilo padre, aún tengo balas. Ese maldito no se saldrá con la suya —dijo Jonás mientras recargaba su revólver.

Pero su padre seguía sin decir una sola palabra. Había quedado sin habla hasta que vio algo en los cielos.

—¡Oh por Dios! ¿Qué es eso? —preguntó Antonio Guerra a su hijo, despertando de su letargo.

—¿Eso es...? ¡No puede ser! —dijo mientras abría más sus ojos, para ver con horror lo que se aproximaba—. Vamos a la casa papá, ahí estaremos a salvo.

Jonás levantó a su padre de la silla de ruedas y lo cargo en sus brazos. Comenzó a avanzar rápidamente hacia la casa. Una extraña niebla negra se dirigía hacia ellos y unos zumbidos extraños se comenzaron a escuchar. Entraron apresurados a la casa. Jonás bajo a su padre y lo sentó en una silla de la sala, corrió rápidamente y comenzó a cerrar todas las ventanas. Millares de abejas africanas comenzaron a ennegrecer las ventanas de aquella vieja casa, al parecer estaban a salvo.

—Eso las detendrá —dijo Jonás.

Antonio estaba paralizado del terror. Su hijo estaba horrorizado, había visto morir a sus hermanos en sólo unos minutos y de una forma atroz, ahora era su turno.

Un estruendo hizo que ambos vieran la ventana derecha de su sala. Una roca había roto la ventana... Los gritos de aquellos dos hombres no se pudieron escuchar, el zumbido de las abejas africanas era demasiado intenso.

—Tomás... ese es mi nombre... —sonrió después de recordar— ese Éncopus me salvó la vida y ese día me enseñó buenos trucos.

Su hermano Víctor se había alejado mucho. Le fue un placer, verlo con sotana, aunque fuera de lejos.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2023 ⏰

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En el umbral de la noche © (Martín Mizar I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora