Capítulo 1.

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Chico de Tinder.

"Mi nombre es Edith, tengo veinticinco años y soy barista. No soy muy sociable y no estoy en busca de algo serio con alguien en estos momentos."
Le escribí a Anna un mensaje de texto.
Inmediatamente ella me llamó.

Ni tú misma te lo crees —dijo cuando le contesté y no dije nada. Siempre era ella quien hablaba primero.

—¿Qué más quieres que te diga? —respondí con una pregunta—. Llevas toda la semana metiéndome en citas con amigos tuyos, estoy cansada Anna... por favor.

—No me gusta, te ves triste, te ves... como si te faltara algo —confesó.

—No soy feliz con mi vida monótona, ¿quizás? —respondí—. Llevo dos años trabajando en lo mismo, haciendo lo mismo... igual que tú.

Mi secreto para no aburrirme son las aplicaciones de citas.

—Un día de estos te van a secuestrar y ahí yo no podré ayudarte —comenté. Ella dio una risotada de aquellas—. No te lo digo en broma.

Siguió riendo.
Si, lo sé —respondió—, pero mientras eso no suceda, ¡viva el sexo casual!

—Loca... —respondí y me acomodé el teléfono entre la oreja y el hombro, para así, tener las manos libres y poder quitarme el pantalón. Ya estaba en casa y necesitaba ponerme cómoda—. Se acabaron las citas para mi, te lo digo desde ya —declaré.

Anna suspiró a través de la línea y dejando un espacio de silencio, respondió:
Está bien, dejaré que todo fluya... —dijo rindiéndose—. Pero al menos instala Tinder. No pierdes nada creandote una cuenta —dijo restándole importancia, como si fuese lo más normal del mundo—. A nadie le hace mal conocer un poco de gente en línea.

Mmm...

—Nada malo te va a pasar...

Bueno —accedí. Lo dejaré instalado y no me haré una cuenta, trucazo.

—Pero te haces una cuenta. Tenerlo no sirve de nada si no se usa.

Mierda.
—Igual que el cerebro —respondí ignorando su comentario de hacerme una cuenta—. Ahí te dejo el recordatorio.

Sabes lo que pienso de esos comentarios, Edith —dijo ofendida—. Hablamos luego, adiós.

Adiós —le respondí. Ella colgó primero.
Dejé el teléfono a un lado y me seguí desvistiendo, tomé el pijama del closet y me la puse lentamente meditando en todas las posibilidades. Me haría una cuenta pero no la usaría, la dejaría en el celular y si Anna me preguntaba le diría que si y le mostraría.
Simple, pero... no sabía usar la aplicación.

Al estar acostada en la cama tomé de nuevo el celular y descargué la aplicación. Le puse mis datos, una foto, la más simple posible y seguí haciendo lo que me pedía la aplicación; deslicé un par de veces a la izquierda probando la aplicación, rechacé a tres personas y luego me salí.
No iba a aceptar a ninguno porque sabía que eso significaría que estaba activa en la aplicación y no lo deseaba.

Dejé el celular a un lado de la cama mientras iba al baño y me lavaba el rostro; lavé mis dientes mientras esperaba cinco minutos para que el jabón hiciera su efecto y me lo saqué con agua tibia.
Al volver, con la toalla en el rostro, dándome pequeñas palmadas en diferentes zonas vi como mi celular se encendía.
Una notificación y un sonido extraño.

Arrugué la frente, dejé la toalla al lado e ignoré el sonido. Me puse crema en el rostro sentada a los pies de la cama. Volvió a sonar. Dos veces. Tres veces.
Gruñí y lo tomé.
¿"Match"? —pregunté en voz alta. Toqué la notificación y se trataba de Tinder, varias personas habían hecho «match» conmigo. Arrugué la frente otra vez... no había hecho nada, ¿por qué tenía «match»?

El Demonio en Tinder ✧ Ian BohenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora