"La Parca"
—Muy bien Edith, es hora de hablar —dijo Ian secándose el cabello al pasar sus manos por el. Vaya truco.
—¿De que tenemos que hablar tú y yo? —pregunté recostada en el sofá—. ¿Ya te aburriste de mi?
—No —respondió y dio una risa nasal—. Eso jamás, no te librarías de mi ni estando muerta y tómalo como chiste pero es verdad.
—Si me voy al cielo no nos veríamos —dije mirando como se sentaba debajo de mis piernas.
—¿Y tú crees que irás al cielo después de haber estado conmigo? Pregúntatelo.
No le respondí.
Alcé las cejas en un gesto de buena jugada e hice una mueca con la boca. Ian rió aún más y procedió a seguir hablando.
—Bueno, he de presentarte a una persona muy cercana a mi... —dijo y juntó las manos—. Pero por desgracia no tiene tiempo libre, es difícil pillarlo, es muy buen trabajador. No se toma los días de descanso, lleva así toda la vida.—¿Es una especie de adivinanza? —pregunté al darme cuenta que se daba muchas vueltas.
—No, solo le doy una introducción bastante digna. Su nombre es La Parca.
—Oh, hablas de La Muerte —dije y chasqueé los dedos—. ¡La adivinanza estaba clara!
—¡Que no era una adivinanza! —gritó igual que yo. Vaya genio corto. Pasó una mano por su cabello otra vez y me miró más relajado—. Él y yo no nos llevamos bien, no quiere decir que no lo respete, al contrario, siempre hablo cosas buenas de él. Pero con respecto al trabajo... es un hijo de puta, ¿sabes?
—Es un ladrón... —susurré recordando a un familiar que había perdido por culpa suya.
—Es un ladrón —confirmó—. No sabes cuantas veces me lo han dicho las almas al llegar allá y encontrarse conmigo.
—¿En el infierno qué haces tú? Aparte de ver el papeleo.
—Todo, yo tengo que acompañarlos en todo el proceso desde que llegan y están en shock hasta el momento en que les doy su castigo como trabajo hasta el final de los tiempos.
—Pero son muchas almas a la vez, ¿cómo lo haces sin cansarte? —pregunté curiosa.
—Tienen que hacer fila, pero ya a estas alturas hay una sección en el infierno en donde las almas pueden vagar tranquilas mientras esperan su turno —explicó.
—¿Y cómo está funcionando eso allá abajo si tú estás acá arriba?
—He dejado a alguien a cargo de todo eso, una vez al mes me deja los documentos por firmar sobre mi escritorio. Como lo hice hace un rato —dijo con un movimiento de brazo apuntándome con el dedo pulgar el escritorio.
—Eres una persona muy relajada, déjame decirte —le respondí con sinceridad—. Esto se te saldrá de las manos en cualquier momento.
—No, soy el dueño del infierno... nadie se atreve a decirme algo. Además, es un constante trabajo de oficina, nadie tiene tiempo para andar chismoseando o pensando en otra cosa que no sea sobre las almas malditas.
—Cuando yo vaya allá abajo...
—No es allá abajo, ¿que les enseñan en la escuela? —preguntó—. El infierno es allá abajo, Jesucristo... —susurró con una risa sin ganas—. Perdón, Satanás... Yo —corrigió con la voz aún baja dando vueltas los ojos.
—CUANDO VAYA ALLÁ ABAJO —repetí levantando la voz—. Habrán muchos cambios, puede que estén condenados pero son trabajadores y por ley necesitan un descanso.
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El Demonio en Tinder ✧ Ian Bohen
SpiritüelLas apps son inofensivas. Algunas son para socializar, conocer gente y quien sabe... encontrar el amor. Otras para leer y escribir. Y otras simplemente para distraer la mente. Pero, ¿qué sucede si una app es usada por un ser sobrenatural? Un ángel...