Capítulo 15.

9 0 0
                                    

Dopamina.

—De acuerdo, espera un momento... —dijo él dando un paso atrás respirando un par de veces.

—Si no hacemos esto ahora, luego será más difícil —advertí con un soplete de cocina—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Si no hacemos esto ahora, luego será más difícil —advertí con un soplete de cocina—. Además me quiero ir a dar un baño, ¡no seas cobarde!

—¡Ya veremos si te gusta que yo te queme con un soplete! —gritó.

—Oye, tú ofreciste la idea del fuego.

—Porque no querías suturar.

—Puff... si estás nervioso por el fuego no me imagino por una aguja caliente.

—Ha pasado mucho desde la última vez que me dispararon, ten un poco de empatía por mi.

Reí.
—Está bien, solo porque la empatía es recíproca —respondí y me acerqué lentamente a su cuerpo. Se apoyó en una mesa al no encontrar más salida al dar pasos en reversa, le sonreí y con la mano que tenía libre lentamente la pasé por su pecho hasta su cuello, lo tiré a mi. Agarré sus labios en un beso que lo hizo dejar de estar tenso, apreté su labio interior mientras le metía fuego con el soplete en la herida. Dio un gruñido pero no pasó más allá de su garganta. Conté cinco Misisipís y lo solté—. ¿Fue el tiempo suficiente?

Ian se tocó el pecho, ya había desaparecido.
Me miró, a lo que yo le pregunté.
—Si volviste a aplicar la protección en tu cuerpo, ¿no debería haber sanado por si solo?

—No funciona así, al volver a protegerme solo evita que se me complique más la herida. Es como el "medicamento" que calma el dolor después de. El trabajo feo lo tengo que hacer yo.

—Ya veo... —respondí—. No pasaremos por esto de nuevo, ¿verdad?

—Te mentiría si te dijera que no.

—Bueno, el único que sufre eres tú —le dije dejando el soplete a un lado—. Si me disculpas, tomaré una ducha, esta ropa de repartidor me hace sentir muy sucia. Ah, y gracias por el chicle... fue un buen aliado en ese momento —confesé y fui de vuelta a él, le dejé un pequeño beso en la mejilla. Sentí la necesidad de hacerlo a pesar de que hace unos minutos le había comido la boca.

—Nadie te protegerá como yo —dijo agarrando mi mano cuando me alejaba lentamente. Giré mi cabeza a él.

—Y también nadie me hará daño como tú —contraataqué soltándome suavemente.

—¿Tomamos la ducha juntos?

—No... no es el momento, tenemos que estar enfocados —comenté—. Volviendo me dices que otro caso tenemos que evitar, Sherlock Holmes.

Apenas hemos empezado y ya los humanos me tienen cansado —dijo. Detuve mi caminar.

—Si quieres no continuamos, no te quiero obligar a que hagas algo que no quieres —ofrecí quitándome la chaqueta, me quitaría la ropa en la sala porque así era más fácil para desecharla luego.

El Demonio en Tinder ✧ Ian BohenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora