Quemaduras.
Al día siguiente no me levanté hasta las doce del día. No me sentía con ganas de soportar a la gente. Incluso había apagado el teléfono para una mejor privacidad. Al darme cuenta tenía llamadas perdidas de Arthur pero no de Anna ni de Ronnie.
Así que decidí tomarlo como una señal y darle una oportunidad, después de todo... me había enojado y lo había ignorado por días. Merecía aclarar las cosas.Me levanté de la cama, fui a la cocina, encendí el hervidor para prepararme un té y en ese momento llamé a Arthur. Le puse altavoz.
A los tres tonos él contestó.
—Edith...—Arthur —respondí. Se creó un pequeño silencio.
—¿Cómo estás?
—Bien bien —mentí.
Yo y mi costumbre de mentirles a todos, debía mejorar eso. La mentira me salía con mucha facilidad y yo no era así.
—¿Cómo estás tú?—Algo preocupado por ti, Edith... llevas días sin contestarme, ¿estás enojada conmigo? —preguntó.
—Al principio si, no lo voy a negar... porque perdí un trabajo que tanto me gustaba y no me pagaron todo el dinero que yo merecía —confesé.
—¿Viste tu finiquito?
—Si.
—En todo caso no estás obligada a firmarlo si no estás de acuerdo con el monto establecido, Edith... pued...
—Tuve que hacerlo Arthur, no tenía otra opción, soy una desempleada. ¿O tú no lo aceptarías? —lo interrumpí pasando mis manos por mi rostro masajeándolo. Él seguía hablando a la misma vez que yo, no le entendí nada y no le preguntaría que había dicho.
—¿Al menos me dejarías ir a tu casa y hablar mejor todo esto? —preguntó con un suspiro. Él había venido un par de veces, antes solíamos juntarnos, tomarnos un café o ver una película.
—Aún no me levanto, sigo con el pijama.
—Bueno, no sería la primera vez que te vea en pijama.
—No me he lavado ni la cara, no quiero que me veas así.
—Vamos Edith... ambos nos hemos visto en nuestro peor momento y no nos importa.
Lo pensé.
Hice un sonido con mis labios por unos segundos para que no pensara que la llamada se había cortado y al final le dije que si. Rió y me colgó.
Saqué una taza del mueble con toda tranquilidad y una bolsa de té del frasco que tenía destinado para ello. La metí en la taza enrollando el hilo de la bolsa en la manilla. Agarré el hervidor y le eché agua a la taza, no tan llena.
Observé el vapor y al momento de agarrar la taza de la manilla con intenciones de ir a sentarme al sofá la puerta fue tocada. Solté la taza dejándola en el mismo lugar.Fui a la puerta y la abrí.
—¿Tan rápido? —pregunté arrugando la frente—. Si mal no recuerdo, vives a media hora de acá.Él me miraba con una sonrisa y las manos metidas en el largo abrigo que cargaba su cuerpo. Se había dejado una pequeña barbita, sus ojos avellana estaban cansados y su cabello castaño desordenado. Lo miré con una sonrisa y los ojos entrecerrados. Su sonrisa era contagiosa.
Abrió su abrigo y reí, andaba con pijama.
—Venía en camino cuando te llamé.—¿Sabias que te diría que si? —pregunté mirando su camiseta y su pantalón. Él se rió también, dio unos pasos a mi y me dio un abrazo cubriéndome con su abrigo. Enrollé mis brazos en su cintura, estaba abrigadito y olía a sueño. Si, se había levantado y se había venido—. Ay, no me sueltes que me dio sueño —pedí con una sonrisa restregando mi rostro en su pecho.
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El Demonio en Tinder ✧ Ian Bohen
SpiritualLas apps son inofensivas. Algunas son para socializar, conocer gente y quien sabe... encontrar el amor. Otras para leer y escribir. Y otras simplemente para distraer la mente. Pero, ¿qué sucede si una app es usada por un ser sobrenatural? Un ángel...