Capítulo 12.

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Tío.

—Bueno, si no te molesta... —dije poniéndome de pie—. Tengo que ir a casa de una amiga, hace días que no me contesta el teléfono.

—¿Crees que le haya pasado algo? —preguntó alzando una ceja.

—Con ella nunca se sabe Ian, nunca se sabe... —comenté dos veces apretando los labios—. Me dijo que necesitaba tiempo para aclarar la mente pero luego me encontró con un sujeto en su oficina y... creo que aún puede estar enojada conmigo.

—¿Ah, si? Mira que eso me interesa —dijo sentándose bien, entregándome toda su atención. Sus preciosos ojos me miraban fijamente, por un momento me tupí. Me sentí como en una presentación en la escuela—. Solo te miran a ti querida, solo a ti —dijo de repente con una sonrisa.

—Deja de leer mi mente, ¿quieres? —pregunté un poco enojada—. Eso es algo que debe cambiar, al menos conmigo. Última vez que lo haces.

Ian entornó los ojos.
Odiaba cuando lo hacía.

—Explícame eso de leer mentes, tengo que estar al tanto —ordené cruzándome de brazos.

—No siempre puedes saberlo todo.

—Dímelo —exigí. Volvió a entornar los ojos. Ugh.
Deberé acostumbrarme.

—Solo una mirada Edith... solo basta una mirada para dominarte —dijo mirandome de lado, orgulloso de poder hacerlo—. Puedo controlar la mente de los humanos con una sola mirada, aunque sea la más mínima, el mínimo contacto —explicó ayudándose con un gesto de manos. El Diablo hablaba con las manos, un gesto muy humano a mi parecer. Irónico—. Con una mirada puedo ver lo qué hay en tu cabeza, ser la voz en la misma y pedirte hacer lo que yo quiera. Además de escucharte pensar, por supuesto.

—Eres diabólico —confesé sin tomarme ni dos segundos en pensar si era bueno decirlo o no.

Hizo un gesto de hombros alzando los brazos orgulloso.
—¿Quien es tu papi? —preguntó con una sonrisa.
Si, eso había sido genial... no lo iba a negar. Un poder muy útil—. Pero prometo no meterme en tu cabeza a menos que me lo pidas.

—¿Puedes bloquear el cerebro de las personas para no escucharlas?

—Esto no funciona como las redes sociales, boba.

—¡No supe cómo preguntar! —exclamé sintiéndome tonta—. ¡Pero tú sabes de que estoy hablando!

Ian rió.
—Si querida, puedo hacerlo —respondió de mejor manera. Le di las gracias con un movimiento de cabeza y me fui a la habitación, Ian no me siguió.
Saqué una chaqueta del closet y volví a la sala de estar. Él me esperaba con las llaves de la casa en la mano, salimos de ahí, él cerró con llaves y me apuntó un auto que se encontraba en la vereda frente a la casa. Lo miré extrañada—. Es mi auto.

—¿Tienes un auto?

—Si, llevo mucho tiempo acá... ya tengo mis propias cosas. Y no, no son robadas —explicó agarrando mi cintura y empujándome lentamente en dirección al vehículo.

Nos subimos, le dije la dirección a la que debíamos ir y él encendió el vehículo.
—Ahora cuéntame de lo que sucedió contigo y el chico en la oficina.

—¿De verdad quieres oírlo?

—Soy el Demonio, ¡por supuesto! —exclamó—. ¡Soy morboso y cochino!

Reí por lo último que había dicho.
Esta sería la segunda vez que lo decía a viva voz y con las veces iba perdiendo la incomodad de que la gente me mirara raro.
—Llevaba dos días trabajando con un sujeto llamado Ronnie, dueño de un restaurante muy cerca de mi casa. El segundo día, había sido un día de ventas muy lento, no sabía que hacer, los chicos de la cocina me ayudaban para que Ronnie no me viera sin hacer nada. Nada que decir decir que ellos, agradecida completamente por su empatía con los trabajares nuevos —conté lentamente lo sucedido—. Pero bueno... de un momento a otro entré en bochorno cuando nos estábamos mirando, no sé qué tan fuerte era la mirada de él pero por lo visto más fuerte que la mía. Me surgió un bochorno que no podía controlar. Fui al baño... o a la oficina, no recuerdo muy bien... él llegó ahí y tomando la iniciativa me lancé a él —dije bajando la mirada con una sonrisa—. Me tocó y me hizo sentir de una manera... uff... —suspiré y mordí mi labio—. Pero en ese momento apareció Anna muy enojada, al parecer ella tenía su pasado con él, comenzaron a discutir y yo preferí dar un paso al costado.

El Demonio en Tinder ✧ Ian BohenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora