"Cabrona"
Ya casi eran las siete de la tarde y ya no había gente. Estaba parada junto a la caja con Ronnie, quien, sacaba las cuentas como si estuviera por cerrar el restaurante.
—¿Te puedo hacer algunas preguntas? Con respecto al trabajo, claro —pregunté. Él dejó el dinero de lado, se giró a mi y se cruzó de brazos. Dios, tenía toda su atención—. ¿Cómo funciona todo esto? Los horarios, los días de descanso y demás.—Por ahora Edith, no necesitamos gente con contrato así que te tocaría trabajar por hora. Lo que pago por hora no es tan malo. Puedes descansar los días que desees, tu trabajas para ti, no para mi. El sueldo mensual dependerá de lo que tú quieras trabajar pero... debes saber que conmigo es "dar y recibir" —enfatizó lo último mirándome fijamente—. Si tú me ayudas cuando yo necesite ayuda, yo te retribuiré con lo mismo. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —confirmé con un movimiento de cabeza.
—Puede que tú te hagas tus días, pero el horario es de diez de la mañana a siete de la tarde. Por la noche te mandaré los detalles.
—De acuerdo —repetí. Ronnie sacó el teléfono de su bolsillo, lo observó y me sonrió.
—Son las siete. ¿Quieres un casillero para dejar tus cosas? —preguntó mirando el mandil y la camiseta que tenía puesta. Hice una mueca. No me gustaban los casilleros—. Si no te gusta puedo ofrecerte mi oficina sin tener otras intenciones, por supuesto. Eres la única mujer... entiendo tu desconfianza.
—Me gustaría —respondí con un suspiro y una sonrisa. Había leído mi mente. Caminó lejos, me hizo seguirlo, pasamos por otro pasillo al otro lado del comedor y llegamos a su oficina. Me hizo un gesto con la mano para que entrara, le hice caso, era muy grande. Entró detrás de mi, me quedé mirándolo dudosa... me daba una sensación de miedo pero a la vez excitación. Como si fuese una cebra y él un león tapándome la salida.
—En el casillero junto al escritorio puedes dejar tus cosas, te dejaré para que te cambies —comentó.
—Gracias... pero tengo que ir a buscar mi mochila del baño —respondí juntando mis manos.
—Voy yo por ella, ¿en que parte la dejaste? —preguntó abriendo la puerta.
—En el primer cubículo, está la puerta entrecerrada.
—No tardo.
Asentí con la cabeza.
Vi como desaparecía y me puse a observar la habitación. No tenía muchas cosas, como si hace poco se hubiera instalado ahí. Como una habitación nueva, de tu nueva casa. Era un tanto extraño.
Parecía todo montado.Me acerqué al escritorio, le pasé los dedos de un lado al otro lentamente. Me dio escalofríos. Extraño.
A los segundos, Ronnie estaba entrando a la oficina.
Me entregó la mochila y me dijo:
—Cámbiate de ropa tranquila, cuando salgas deja cerrado por favor.—Gracias —respondí y le sonreí.
Esperé a que saliera para así cerrar con seguro.
Me cambié rápidamente estando lo menos posible ahí, doblé ambas cosas muy bien y las metí en donde me había dicho. Me puse la mochila en la espalda y salí dejando cerrado como me había dicho.
Seguí el pasillo hasta la entrada, ahí estaba Ronnie mirándome. Me despedí con la mano, una sonrisa y salí.Di unos pasos lejos y llamé a Anna.
Sonó y sonó.
Al tercer tono como era habitual, contestó.
—¿Cómo estás? —pregunté.—Cada día estoy mejor cariño, ¿cómo estás tú? —preguntó de vuelta. Su voz estaba ronca. No quería preguntar, no quería agobiarla.
—Bien, acabo de conseguir trabajo como mesera en un restaurante cerca de la casa.
—¿En serio? ¡Me alegro tanto! —chilló—. Ya ves que no todo es tan malo.
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El Demonio en Tinder ✧ Ian Bohen
רוחניLas apps son inofensivas. Algunas son para socializar, conocer gente y quien sabe... encontrar el amor. Otras para leer y escribir. Y otras simplemente para distraer la mente. Pero, ¿qué sucede si una app es usada por un ser sobrenatural? Un ángel...