Mujeres.
Al despertar Ian seguía recostado junto a mi.
Durante la noche solamente habíamos conversado de su mundo y yo le había contado del mío. Al principio me sobresaltó su forma tan tranquila de ser conmigo, me hizo ponerme a la defensiva pero luego me dejé llevar y todo se sintió natural.Miré mi teléfono y solo eran las cinco de la madrugada. Ian se encontraba sin camiseta ni pantalones, solo en ropa interior en dirección a mi. Su cabeza reposaba sobre la almohada blanca, su semblante relajado y su boca semi abierta.
Su barbilla se había cubierto de una capa de bellos.
No era tan ligera, era un poco más gruesa, como si hubieran pasado cinco días.Me giré a observarlo.
"No puedes romantizar al Diablo" me recordaba a mi misma. "Fue malo, lo es y siempre lo será".
Suspiré.
—¿Qué haces? —escuché su voz, sus ojos se encontraban muy abiertos. Como si no se hubiera dormido.—Y-Yo solo... —tartamudeé por la sorpresa—. Te observaba.
—No, me refería a tu aliento. ¿Por qué me suspiras de frente? —preguntó cubriendo su nariz y arrugando la frente.
—Me hiciste sentir súper mal, Ian —confesé.
—Te quedaste con la cara —respondió y me apuntó con risas.
—¿A qué te refieres con la cara?
—Los humanos tienen esta explicación: cuando te sucede algo, cuando te quedas en tu momento más humilde pones una cara muy especial. La ponen todos los humano —explicó y río más fuerte—. ¡No pensé verla, hasta ahora! Gracias Edith.
—Déjame tranquila.
—¡Aún la tienes, mírate! —siguió burlándose.
—Ugh... —gruñí y me cubrí.
Ian río y me tomó de los brazos.
Me subió a su cuerpo y se sentó pegado completamente a la cabecera de la cama.—Estoy bromeando, Edith —habló y puso mis manos detrás de su cuello, estaban juntas. Le quedaban como collar—. ¿No me vas a mirar?
Negué con la cabeza.
—Perfecto.
Sentí que llevó sus manos al cuello de mi camiseta y lo rompió. La tela se desgarró hasta abrir cada manga. La camiseta no bajó más allá de mis costillas, mis pechos estaban expuestos.
Abrí los ojos e Ian me los cerró con un movimiento de dedos. Alcance a ver cómo sus uñas eran garras, con ellas había desgarrado mi prenda como si hubiera cortado mantequilla.Sus manos se posaron en mi cintura y me subió un poquito. Acto seguido, su boca se estaba devorando mis pechos. Yo abrazaba su cabeza. Mordí mi labio y mis manos jalaron su cabello por la nuca.
Jadeé sin parar mientras Ian agarraba mi cuerpo a su antojo.
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El Demonio en Tinder ✧ Ian Bohen
EspiritualLas apps son inofensivas. Algunas son para socializar, conocer gente y quien sabe... encontrar el amor. Otras para leer y escribir. Y otras simplemente para distraer la mente. Pero, ¿qué sucede si una app es usada por un ser sobrenatural? Un ángel...