Capítulo 4.

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Dependencia emocional.

Cenamos tranquilamente, escuchando las historias de Anna y sus amoríos constante. De toda historia sacaba una broma o una escena divertida, la cual jamás olvidaré.

Nos tomamos el vino que nos quedaba en la botella y Anna pagó la cuenta. Nos levantamos y salimos de ahí. Inconscientemente miré el lugar en busca del muchacho pero ya no estaba.

Anna, un poco mareada por el vino me entregó la llave del auto, se sentó de copiloto y fue dándome las indicaciones de cómo llegar a la disco.
A pesar de todo, era una borracha consciente con las demás personas.

—¿Como se llama la disco? —le pregunté conduciendo lentamente en busca del cartel.

Sunset —respondió mirando conmigo también—. No debe estar muy lejos, al lado hay un estacionamiento gratis.

—De acuerdo, a ver... —respondí y moví mis labios de un lado al otro como si eso me ayudara a concentrarme.

—Ahí es —dijo Anna chasqueando los dedos y apuntando a la entrada del estacionamiento. Le hice caso, marqué con la luz intermitente y me metí; estando adentro busqué un lugar.

Ya había oscurecido, me asustaba un poco el que nos fuesen a asaltar. Anna ya un poco más consciente de sus movimientos se arregló, saco su bolso de mano y me esperó.
Yo, por mi parte no saqué nada del auto.
Le puse seguro y caminé en la dirección de ella.

Me agarró del brazo como toda buena amiga y me dijo que no estuviera nerviosa; que me dejara ser y sobre todo que no alejara la vista de mi vaso en caso de que alguien quisiera drogarme. Le hice caso.

Entramos, yo un poco intimidada por aquella música fuerte y sala oscura. Todos bailando pegado y la barra llena.
—¡Por acá! —gritó Anna a través de la música, jalaba de mi brazo. La seguí. Llegamos a una orilla de la barra donde se encontraba un chico alto, cabello finamente peinado hacia atrás, barbita cortita y muy bien cuidado. Cuerpo un poco musculoso, tatuado y una sonrisa encantadora—. Hola Jacko —saludó ella.

—Anna, un gusto tenerte por acá —respondió mostrando una sonrisa amplia—. ¿Qué te sirvo?

—Dame una «Pantera Rosa» y a mi amiga un «Sex On The Beach» porque lo necesita —pidió. Sonreí pasando mi lengua por una de mis comisuras en una expresión de: "me estás buscando Anna, no sigas". Ambos rieron.

—A la orden —respondió—. Tomen asiento, por favor.

Le hicimos caso.
Habían tres bartender en la barra, los otros dos sacaban pedidos por montón en cuestión de segundos y este chico llamado Jacko no estaba ni un poco molesto. Se tomaba su tiempo y lo disfrutaba.

«Pantera Rosa» saliendo —dijo y se la puso delante de Anna. Le dio las gracias y la probó.

—Siempre has sido el mejor preparando tragos, amigo mío —halagó e hizo una expresión en su rostro de que estaba exquisito.

«Sex on the beach» ma'am —dijo entregándome el mío. Me sonrió seguido de una expresión de "espero lo disfrutes". Le devolví la sonrisa.

Jacko se giró a mirar a Anna, se pusieron a conversar e inmediatamente yo me había quedado tocando el violín.
Revolví mi trago con la bombilla un par de veces sin mirar nada a mi alrededor. Suspiré y de repente... una voz a mi lado me sobresaltó.
—¡Eh, chico! —le gritó a Jacko quien limpiaba la coctelera mientras escuchaba a Anna contarle sobre sus cosas. Reconocí esa voz. Me giré a mirarlo a mi derecha disimuladamente, me miró y me dijo: —Hola.

—Hola —le respondí de vuelta con una sonrisa de cortesía. Era el chico del restaurante.

—¿Me das tres cervezas, por favor? —le pidió a Jacko cuando éste se giró a mirarlo. El bartender le respondió con un "en seguida", las sacó de la congeladora, las abrió y se las dejó sobre la barra con tres vasos—. No necesito los vasos, gracias —habló nuevamente y tomó las tres botellas de vidrio. Se giró a mi y con media sonrisa me dijo: "permiso" con un movimiento de cabeza. Le respondí con un "adelante" y bebí de mi vaso como si nada hubiera pasado.

El Demonio en Tinder ✧ Ian BohenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora