Capítulo 7.

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Pequeña visita.
(RECOMENDACIÓN: la canción que ponga en algunos capítulos debes escucharla las veces necesarias hasta que termines de leer el capítulo. Así tú y yo estaríamos sintiendo lo mismo)

Jueves por la mañana.
Ronnie se estaba preparando para salir de su casa.
Se había cargado su clásica chaqueta de cuero y dos gotitas de perfume a cada lado de su cuello. No necesitaba más.
Desordenó su cabello lacio frente al espejo como último detalle y salió sin más.

Iban a ser las diez de la mañana.
Llegaría tarde al restaurante.
Sacó la llave del auto que se encontraba en su bolsillo, le dio unas cuantas vueltas en su dedo índice y le apretó el botón para quitarle la alarma.
Se montó en él, lo encendió y ya se encontraba rumbo al trabajo.

Tranquilamente se desplazó por las calles que todos los días transitaba. La radio se encendió automáticamente, una voz muy suave se escuchó sin asustar al hombre tatuado. Es más, le subió volumen.
Ahora se encontraba en armonía.
Aceleró un poco la velocidad.
Su cabeza se movía al ritmo de la guitarra.
Sonrió y cantó un poco, como si fuese su himno.

Al llegar, estacionó afuera con toda la calma posible. Por la puerta de vidrio pudo ver como se movían los meseros dentro del restaurante. Estaban ordenando todo para comenzar un nuevo día de trabajo. Les había enseñado bien. Bastante bien.

Apagó el auto y se bajó dejándolo sin seguro.
Siempre que llegaba debía salir de urgencia porque faltaban productos en el lugar o por alguna que otra razón.
Se acomodó la chaqueta en el cuello y se acercó a la puerta. Pudo ver cómo los cocineros le hacían un gesto con la mano de saludo. Entró y saludó.
—Buenos días.
Al unísono se escuchó el saludo de vuelta.
Como todas las mañanas, se sentaba en una mesa al medio del comedor, con su taza de café y un croissant. Pocas veces no alcanzaba a hacerlo y terminaba desayunando al mediodía.

Se sentó en la silla, se acomodó y antes de tomar la taza, preguntó:
—¿Ha llegado Edith?
Todos se miraban las caras, algunos negaban con la cabeza pero ninguna palabra salió de los labios de ellos.
—¿No? Perfecto —preguntó otra vez y se respondió él mismo. Se puso de pie, metió la silla más pegada a la mesa y mientras caminaba a la puerta, dijo: —Vuelvo en diez minutos, no muevan mi desayuno.

Jaló la puerta, salió y se montó.
Él sabía que no debía ponerle seguro al vehículo.
Hoy sería un día especial para hacer encargos.
Mejor dicho, visitas inesperadas.

Se quedó sentado, con los ojos cerrados.
Apretó el entrecejo inhalando y exhalando una sola vez e inmediatamente abrió los ojos.
Ya sabía a dónde debía ir.
Encendió el auto, le metió embriague y salió a toda velocidad del estacionamiento.

Era temprano, por lo que, las calles aún seguían vacías. Las luces estaban a su favor. Ni siquiera peatones se encontraban por las calles.
Se desplazó en quinta, casi 100km/hr.
No había nadie que lo detuviera.
Le quedaba un poco lejos.

Cuando dio con la casa que buscaba, estacionó sobre la vereda, se bajó y esta vez si le puso el seguro.
Estiró los huesos de sus manos, de su cuello y de su espalda. Llevaba mucho tiempo sin hacer lo que tenía pensado. Incluso algo "oxidado" se podría decir. Pero la cara seria. La cara de asesino... no se la quitaba nadie.
Aspiró el aroma que lo había guiado hasta allá, pero esta vez se encontraba más concentrado. Estaba muy cerca.
Se paró frente a la ventana de la casa, un ventanal precioso que cubría casi toda la entrada principal. Hizo un movimiento de manos y deslizó la cortina hacia el lado derecho para observar hacia adentro.
Ahí estaba ella.
Sonrió.
Chasqueó los dedos y la sala se comenzó a mover como si de un temblor se tratase. La chica no se había inmutado, no le tenía miedo a los temblores. Seguía sentada leyendo un libro.
Levantó la mirada para observar que tan fuerte se movían los objetos y al ver que era mínimo no le dio importancia.
Ronnie sonrió otra vez.
Apenas estaba comenzando a divertirse.

El Demonio en Tinder ✧ Ian BohenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora