[ O14 ⚊ Todo por mi JungKookie]

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El día lo recibió con un bonito canto de las gaviotas

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El día lo recibió con un bonito canto de las gaviotas. Las olas se escuchaban en perfecta sincronización y armonía, y las voces y risas de la gente a lo lejos. Era muy temprano para quien estaba acostumbrado a levantarse a las ocho, casi nueve de la mañana en su país natal. Apenas llevaba tres días en aquel hermoso lugar, pero aún no se acostumbraba al cambio de horario y mucho menos a la gente madrugadora de aquel país.

JungKook giró con pereza en la amplia cama matrimonial; aún tenía mucho sueño, ya que estuvo hasta tarde en la noche anterior con su celular. Si no era en sus redes sociales, estaba jugando uno que otro juego que había descargado para entretenerse. Además, los sollozos lastimeros que tuvo que soportar casi toda la noche le impidieron conciliar el sueño.

Debería sentirse mal al escuchar sus pequeñas súplicas, pero no lo hacía. La rabia que sentía en su interior era tan grande que cegaba cualquier gota de humanidad que cualquier humano debería sentir.

No sentía lástima y mucho menos arrepentimiento por lo que hizo.

Solo albergaba sus más grandes deseos de hacerlo sentir mal, y más que todo, hacer que se arrepintiera de haberse querido casar con él y haberle jodido su miserable vida.

En sus pensamientos solo había venganza y el deseo de hacerle la vida cuadritos, así como Jimin se la había hecho a él desde siempre.

Apenas pudo abrir su ojo izquierdo para echarle un vistazo al reloj que yacía en la mesita de noche, y al verla, no pudo evitar abrir su otro ojo de golpe.

—Once de la mañana, no puede ser —se removió sin ganas en la cama, no tenía ganas de levantarse para ser sincero—. ¿Cómo pude dormir tanto? El desayuno se pasó —susurró sin ánimo y cerró sus ojos de nuevo.

No era tan temprano como pensó su subconsciente al escuchar tanto bullicio y ajetreo afuera.

La pereza que tenía era inmensa, pero al acordarse de alguien en particular, un surco malicioso se formó en sus labios y le quitó cualquier tipo de pereza que le impedía levantarse.

—Vamos a ver cómo amaneció mi querida esposa —dijo con sarcasmo y se retiró la sábana que cubría su cuerpo.

Sin tomarse la molestia de ponerse sus cómodas pantuflas, abrió con una sonrisa las largas cortinas, y la cual se borró al no ver a nadie afuera.

Quitó con su ceño fruncido el seguro de la puerta de vidrio y salió al amplio balcón de su habitación, revisando una esquina y luego la otra, hasta que lo encontró.

Estaba hecho un ovillo detrás de unas grandes macetas que adornaban el balcón.

Su pequeño y delgado cuerpo estaba cubierto por el edredón que él le había tirado en sus manos. Su posición era casi como la de un feto, pero sentado. La almohada estaba entre sus cortos brazos en un fuerte abrazo, al parecer no tenía intención de soltarla. Su pequeña nariz estaba roja, al igual que el contorno de sus ojos hinchados. Todavía soltaba pequeños espasmos de niño engreído mientras dormía.

Fíjate en Mí || KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora