Donde Jimin quiere que el hombre con el que lo hicieron casar, se fije en él.
Solo quiero, que te fijes en mí.
• Personajes: Kookmin
• Fanfic
• Genero: Bl, drama, angst.
•Créditos: Portada y Banner (si eres la que me hiciste esta portada y el banner...
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Los pies le dolían, pero no podía permitirse detenerse, no cuando tenía a un persistente HoSeok siguiéndole a todas partes. Era incómodo, se sentía cohibido.
Cuando alguien te dice que no, deberías aprender a entender y comprender a esa persona, darle su espacio sin ser sumamente insistente.
Pero, al parecer, HoSeok no era así. Era demasiado persistente, hasta el punto de ser agotador, ignorando por completo sus palabras y acciones.
Jimin había hecho lo suficiente para mostrarle su claro rechazo: lo evitaba, lo ignoraba, no respondía sus llamadas ni mensajes, pero HoSeok aún seguía allí, como una sombra, sin importarle cómo se sentía al respecto de esta situación.
Habían pasado tres días desde aquella reunión, tres días en los que le dejó claro que no quería su amistad si iba a comportarse de esa forma desubicada.
No iba a permitir malos entendidos entre su esposo y él. Su relación no estaba lo suficientemente bien como para empeorarla con una vieja amistad que llegó a olvidar. Si no fuera porque lo volvió a ver, ni siquiera lo recordaría.
Era una amistad de niñez, de esas que, si no perduran y no tienen la comunicación debida en el tiempo, no pueden llamarse amistad. Así que, prácticamente, no eran nada, solo conocidos.
No entendía tanta insistencia.
Estaba cansado, agotado de recorrer toda la institución para ver si así HoSeok desistía de su acoso.
Pero no, HoSeok seguía insistiendo.
—Ya basta, HoSeokie, deja de seguirme —lo encaró, molesto.
—Jimin —el mencionado estrechó los cuadernos que tenía entre sus brazos contra su pecho; estaba nervioso.
HoSeok se estaba acercando demasiado.
—¿Qué es lo que pretendes, HoSeokie? —retrocedió varios pasos hasta chocar con una pared.
—Jimin —sus rostros estaban a punto de rozarse en un beso, pero Jimin esquivó su rostro. Fue entonces que HoSeok cayó sobre su hombro, recargando todo su peso sobre su pequeño cuerpo. Anonadado, no pudo evitar soltar sus cuadernos al no saber qué hacer.
—Ho-HoSeok, esto no me gusta —trataba de apartarlo, pero el chico era muy pesado—. ¡Suéltame! —alzó la voz, empujando con mucha más fuerza. Fue entonces que aquel cayó al piso, desplomado.
El rubio recogió sus cuadernos del piso y se dispuso a retirarse, pero al ver que el más alto aún no se levantaba, se detuvo y le miró, nervioso.
—No-no te empujé tan fuerte, de-deja de fingir —lo movió levemente con su pie y, al ver que no reaccionaba, se alarmó—. Ho-HoSeokie, deja de jugar —se acercó, dejando sus cuadernos a un lado—. De-despierta —tocó su rostro, desesperado, y se dio cuenta de que hervía en fiebre.