Alguien te observa

211 11 14
                                    

Un joven caminaba con cansancio entre el campo, las marcas negras debajo de esos profundos ojos azules demostraban que debía de estar viajando sin parar durante meses, y el sucio cabello azabache reflejaba que necesitaba urgentemente un techo para pasar el frío y también un baño; aún así muchas doncellas no podían evitar sonreírle al caminar a su lado, o guiñarle el ojo con picardía.

—Disculpe—. El chico, con unos 29 años encima llamó la atención de un hombre que trabajaba entre el pasto. —¿Este territorio pertenece a Camelot?—.

El hombre asintió y siguió caminando con una tranquila sonrisa, como si viviera y trabajara en un lugar mágico de ensueño... aunque en esa época Camelot aún podía considerarse así.
El ojiazul tuvo que pensar por unos minutos si lo que estaba viendo era real, a unos metros Merlin Ambrosius examinaba un rosal buscando la ideal, como si su vida dependiera de eso.

—¡Señor! ¡O gran mago por fin lo he encontrado! ¡Lo he buscado por años!—. El chico le gritó con alegría en el rostro, corrió hacía él para intentar abrazarlo pero Merlin lo detuvo mágicamente en el aire con un solo chasquido.

—Tranquilo niño, lo siento pero ahora estoy ocupado—. Sentenció en seco y lo dejó caer.

Se puso de pie con la boca abierta, sorprendido ante su poder y no por la manera en la que lo recibió.

—Mi nombre es Mordred, señor—. Él siguió hablándole y siguiéndole, Merlin parecía no escucharlo mientras admiraba las rosas. —Vengo de muy lejos para hablar con usted—.

—Y yo necesito una rosa para antes de que alguien despierte o pensará que no me importa—. El mago concluyó. —Ahora vete—.

—Quisiera ser su aprendiz, señor—.

—Todos quisieran serlo—.

—¡Pero yo soy un mago de nacimiento, mire!—. Y Mordred movió levemente las manos y la rosa más hermosa de todo el lugar apareció frente a Merlin en un aura de luz verde esmeralda, brillaba más que nunca.

Merlin abrió la boca, Mordred pensó que le diría que eso era fantástico y que sería su primer aprendiz en la historia.
Pero Merlin estaba bostezando.

—Cualquier mago puede hacer eso—.

—¡Pero tengo una razón por la cuál usted debería de enseñarme, usted es...!—.

—Basta chico—.

El mago tomó la rosa y caminó.
Mordred frunció la cejas y apretó los puños, quería demostrarle que lo merecía, quería ser escuchado.
Entonces un muro alto de tierra se formó frente a Merlin, él cambió de dirección pero automáticamente la tierra se levantó en un aura verde ahora más oscura.

—No pienso tener aprendices jamás, menos a alguien como tú que no sabe aceptar cuando alguien no lo quiere—.

Merlin invocó su bacúlo y derribó las paredes, entonces se alejó tranquilamente dejando al azabache con la respiración agitada y un sentimiento extraño de vacío, de abandono por segunda vez.
Se sentó en la tierra y se quedó pensando en lo que acababa de pasar por unos minutos, había arruinado la única oportunidad que tenía de hablar con el gran mago... aunque no había llegado hasta ahí por un no.

—Tienes que elegirme Merlin—. Murmuró poniéndose de pie y empezando a caminar hacía el pueblo. —Tengo que ser yo, tenemos que estar juntos—.

Y con la cabeza baja por unas cuantas horas llegó hasta donde toda la sociedad estaba reunida, parecía que todos los niños corrían con emoción hacía el castillo y eso llamó su atención, quizás si ellos podían entrar ahí él también podría hacerlo y existía la probabilidad de que pudiera ver a Merlin.

Los protegidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora