Dulces sueños: Parte 2

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—¿Los tienes?—. Mordred le preguntó al hombre que tenía frente a él, el cual de inmediato asintió.

—Están en una jaula de la que no podrán salir—. Afirmó.

—Bien, quizás mañana les tire algo para que coman... si es que no me olvido de eso—. El brujo contestó y de inmediato entró a una habitación la cual cerró. —¡Oh mis queridos sobrinos, cuánto los quiero!—.

El hombre de cabellos azules escuchó esas últimas palabras y siguió caminando entre los largos pasillos de las instalaciones que Mordred había empezado a construir desde hace años.
Caminaba con cierta pesadez, como si estuviera cansado o consumido, su mirada se veía perdida.

—Oh pequeña rosa, ¿eso es lo mejor que puedes esconderte?—. Él le preguntó a la nada cuando llegó a un pasillo muy lejano a Mordred.

O al menos parecía que le hablaba a la nada.
De un bolsillo del pantalón negro lanzó una cuchilla que una chica que había caído del techo esquivó con rapidez.

—Hola Douxie—. Teagan Ambrosius respondió con las cejas fruncidas, a varios metros de él.

Douxie tenía los cabellos hacia atrás dejando ver una extraña runa en su frente con una tinta negra, la cual se extendía por todo su cuerpo formando una especie de raíces que a kilómetros podía notarse como magia negra.
Aunque tampoco era algo difícil de deducir pues sus uñas negras parecían garras y sus hermosos ojos ámbar ahora resaltaban sobre un color rojo intenso como el cabello de la chica que alguna vez amó.

—¿Has venido a entregarte, amor?—. Él preguntó con una sonrisa mientras agachaba la cabeza hacía el lado izquierdo.

Teagan maldijo, pues hasta siendo malvado se veía estúpidamente atractivo para su gusto.

—He venido a pedir que sueltes a nuestros amigos—. Ella habló con una voz demandante. —Y que dejes libres a nuestros hijos—.

Douxie rodó los ojos antes de plantarlos sobre de ella, admirandola de arriba a abajo.

—¿Alguna vez te han dicho lo hermosa que eres? Me gustabas con ese cuerpo de adolescente, pero la maternidad te sentó bastante bien...—.

—Cállate y entrégame a Dante y Therese—. La de ojos negros demandó. —¿O tengo que ir por ellos por mi propia cuenta?—.

—No entiendo porqué tanta preocupación por esos niños si Mordred tiene un buen plan para ellos—. El ojiámbar empezó a acercarse a ella lentamente. —Los va a tomar como esclavos y los obligará a explotar sus poderes hasta que sean lo suficientemente grandes y fuertes para quitárselos—.

—Voy a matarlo antes de que le toque un solo cabello a mis hijos—. Teagan murmuró con un odio indescriptible en su voz. —Douxie, abre los ojos—.

—No intentes tratar de convencerme de abandonar a Mordred, Jim y los demás lo intentaron—.

—Se que la magia negra que el usó para poseerte puede dejar de funcionar, pero necesito que tomes mi mano y me dejes ayudarte—. La de mechones rojos se acercó lentamente. —Por favor no me obligues a luchar contra tí—.

—Oh nadie te está obligando preciosa, puedes unirte a mí y seremos tú y yo por el resto de la eternidad—. Él contestó tomándola de la cintura y levantando su mentón para obligarla mirarlo. —No entiendo tu obsesión por salvar a esos niños, podríamos pasar toda la eternidad haciendo más—.

—Estás hablando de nuestros hijos Douxie, los que vimos crecer...—.

—Los que serán parte importante en el plan de Mordred, dalos por perdidos—. Sonrió besando su mejilla. —Vamos amor, únete a mí y acabemos con esos bastardo...—.

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⏰ Última actualización: Oct 03 ⏰

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