El Marginado tuvo que pasar una noche más en Tierra de Nadie antes de seguir el camino hasta Frontera Profunda. El hambre, el cansancio y el insoportable dolor tras el fortuito encuentro con la bestia lo habían dejado apenas sin fuerzas para seguir con vida, y mucho menos para avanzar hacia su anhelado destino. Ni siquiera las recuperó tras la fría noche en el bosque. De hecho, su salud no hizo más que empeorar desde entonces, pero su férrea intención por llegar a Parmenia le seguía impulsando a sobrepasar los límites mortales a los que seguía subyugado.
Al despertar tras una interminable pesadilla, el Marginado salió del árbol con cierta dificultad en mitad del frío amanecer. Avistó la pendiente ante él, y entonces recordó lo ocurrido el día anterior. Se puso en camino y reanudó la marcha, aun con dificultad. El trayecto hasta Frontera Profunda se había vuelto incierto, y el Marginado no daba un sólo paso sin desconfiar del siguiente, dudando una y otra vez de si estaba tomando realmente la dirección correcta.
Durante el enfrentamiento con la bestia del bosque, había perdido el rumbo; ahora todos los árboles y todas las piedras del suelo resultaban iguales, idénticos, invariables, siendo imposible escrutar una simple guía fija entre ellos.
Haberse topado con Ardientes del Reino de Karnorien a las afueras del bosque no sólo demostraba que el Marginado se había alejado del camino tomado desde el encuentro con el campesino, sino que también se encontraba más cerca de Karnorien de lo que en realidad deseaba, y, por lo tanto, más lejos de Parmenia, ambos reinos permaneciendo aún enfrentados después de décadas de continuos conflictos.
Sin saber muy bien qué camino tomar, el Marginado debía evadir las tropas de Karnorien asentadas en las inmediaciones y retomar el camino hasta Frontera Profunda para así probar suerte, cruzarla y acceder de una vez al reino de Parmenia. Guiarse a ciegas y acabar adentrándose en territorio enemigo, tratándose además de un Marginado y dada la catastrófica situación en la que parecían haber sucumbido ambos reinos, tan sólo supondría su fin; lo más seguro es que tarde o temprano lo acabaran encontrando, ya fueran los Ardientes, los nigromantes de la Escuela Áurica o pequeñas milicias formadas fuera de las grandes ciudades tras la tormenta: descubrirían la verdadera identidad que llevaba escondiendo desde que había huido del Foso Eterno y lo acabarían condenando, seguramente decapitándolo en cualquier repugnante e inhóspito lugar y dejando su cadáver entre una enorme pila de muertos.
El Marginado subió la pendiente, rodeó el bosque por los alrededores e intentó marcar un nuevo camino rumbo a Frontera Profunda. Agotado, caminaba solo por las extensas tierras colindantes de Parmenia, hacia el oeste. La piedra emergía del húmedo suelo de la mañana y formaba estructuras imponentes. La tierra estaba quebrada, dividida por profundos desfiladeros. Los enormes monolitos que se alzaban desde abajo y las colinas rocosas desnivelaban el terreno, volviéndolo agreste y abrupto, incierto. La niebla blanca se fundía en el horizonte con el paisaje. Decenas de árboles de hojas verdes y amarillas poblaban los alrededores. La hierba era de baja altura, pudiéndose avistar desde la distancia a animales salvajes vagar en libertad como carneros, ciervos o pequeños yulks.
Tras la débil capa neblinosa que cubría el cielo, el sol brillaba con debilidad, iluminando Elengor con un extraño aura enfermizo. Cuanto más cerca estaba el Marginado de Parmenia, con mayores construcciones se encontraba durante el camino. Construcciones mortales como lo eran santuarios de La Ascensión, pequeños monumentos como veneración a Los Altísimos, antiguos asentamientos de los muchos que antes vivían en Elengor. Todos en ruinas, asolados por la tormenta y sepultados por la vegetación, abandonados por su gente, por su cometido, y arrojados al inevitable olvido.
Pasaban las horas y el Marginado seguía vagando, rumbo a lo desconocido. Tras él, el terreno y las edificaciones le demostraban que se estaba acercando su destino, aun muy lentamente, y por mucho que siguiera avanzando un paso tras otro no veía nada más ante él que la vasta explanada que llevaba recorriendo todo el día.
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El Eterno Cometido
FantasyEn medio de los tiempos convulsos que han estado mancillando la historia durante los últimos siglos, donde reina el fanatismo, la ruptura, el desaliento y el conflicto, Taerus se ve sumida en el caos por la repentina irrupción de una tormenta desco...