Con la llegada a las cercanías de Alcázar de la Gloria, dentro del corazón de Karnorien, el terreno había adquirido una tonalidad pajiza, casi desteñida. El campo y los árboles se percibían anaranjados, con un evidente contraste y un matiz incluso adusto. La hierba se fusionaba con las rocas color ceniza y la tierra parda, algo más seca que en Parmenia. Los árboles que poblaban esos alrededores eran de follaje naranja y tonalidad más severa que todo lo visto hasta el momento. Bajo las nubes negras en contraste con la luz ambarina del sol durante el día, aquella tierra se advertía llamativa y expresiva.
Durante los siguientes dos días de viaje hasta la ciudad, Rizio estuvo recapacitando en silencio acerca de todo lo ocurrido durante el repentino encuentro con los bandidos, en lo que le había dicho el Marginado, en la extraña identidad que éste parecía haber adoptado tras la tensa charla que tuvieron.
La misma noche tras huir de aquel lugar a galope resultó ser dura. No tuvieron dónde resguardarse de la oscuridad y del frío, acompañados del caballo. Sin embargo, al día siguiente lograron dar con una vieja cuadra abandonada donde apenas cabían tres corceles, pero de todas formas ni a él ni al Marginado apenas les importaba lo más mínimo. Pasaron ahí la noche y, antes de la puesta de sol, reanudaron la marcha.
Mientras ambos viajaban en silencio por las inhóspitas profundidades de Karnorien, Rizio no había parado de darle vueltas a lo que tanto le llevaba concerniendo las últimas horas pasadas. Se preguntaba con cierta inseguridad quién era realmente el Marginado, de quién se trataba y de dónde había salido, y con ello venían inevitables dudas acerca del inminente desenlace del Cometido con el que ambos cargaban sobre sus hombros. En ningún momento dejó de dudar en la profunda fe que sentía en su labor, sino más bien en cómo todo aquello acabaría desarrollándose a partir de ese momento. Tras la emboscada de los bandidos, todo parecía haberse llenado de tinieblas. Ahora la incertidumbre aparecía en cada problema al que intentaba buscar una solución.
Era más que evidente que el Marginado había demostrado ser alguien severo, alguien decidido a lograr lo que se proponía incluso por muy desatinadas que resultaran sus intenciones. Mostraba una determinación implacable en sí mismo y en las acciones que tuviera que llevar a cabo ante el Cometido de evitar la cercana desgracia que iba a acabar con Taerus para siempre. Rizio no tenía ni idea de cómo un extraño como él tenía la minuciosa habilidad y la suficiente entereza para asesinar a cuatro personas armadas. Algo así tan sólo denotaba que el Marginado no era como cualquier otro, que bajo esa capucha negra no se escondía un hombre corriente, sino más bien un alma negra aguardando tras una frágil máscara. Tras los asesinatos, una puerta a lo desconocido se había abierto; la verdadera identidad del Marginado se volvió entonces incierta; el pasado de aquel extraño se convirtió en un completo misterio para Rizio al que no podía acceder, y el Marginado tomó el papel del inquietante desconocido.
Pero esa misma violencia desalmada que había demostrado el Marginado también suponía algo realmente importante, algo a tener en cuenta: que era el mejor candidato posible para llevar a cabo un encargo como ese. Si había logrado acabar con tres bandidos armados sin apenas esfuerzo, también sería capaz de defenderse de otras amenazas mayores que pudieran irrumpir durante el viaje. Rizio era la brújula que guiaba a ambos hacia su próximo destino, pero carecía de ataque, de la suficiente habilidad para defenderse de cualquier peligro que irrumpiera, y para llenar ese vacío no parecía haber nadie más idóneo que el Marginado. Su osada decisión de hacer lo necesario para cumplir con su Cometido era algo a lo que tanto él como Rizio debían aferrarse con fuerza durante todo el largo viaje y que les serviría aun cuando fuera únicamente para llegar hasta Alcázar de la Gloria, que ya resultaba ser mucho.
Y fue esa misma reflexión acerca del Marginado al sacar conclusiones sobre lo ocurrido lo que acabó convenciendo a Rizio de que no podía separarse de él ni poner en duda lo que hiciera a partir de ese momento si realmente quería lograr lo que quería, lo que sabía que debía hacer. Ambos compartían un mismo propósito, y en el nuevo mundo infestado de peligros en el que se había convertido Taerus no había mejor forma de llevarlo a cabo que cooperando. Para cumplir con su Cometido no había otra forma de hacerlo que no fuera juntos y unidos, a pesar de las diferencias.
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El Eterno Cometido
FantasíaEn medio de los tiempos convulsos que han estado mancillando la historia durante los últimos siglos, donde reina el fanatismo, la ruptura, el desaliento y el conflicto, Taerus se ve sumida en el caos por la repentina irrupción de una tormenta desco...