El frío era desgarrador y el viento rugía con la fuerza de una bestia engendrada de las profundidades. La nieve caía sin cesar en la oscuridad de la noche, fundiéndose con la débil bruma que a duras penas permitía advertir algo a más de diez pasos.
El Marginado se abría paso por el enorme manto de nieve, que iba agrandándose a medida que la tormenta cogía más y más fuerza. La tenue llama del farol que sujetaba con la mano oscilaba en medio del vasto lugar, una única mota de luz solitaria en aquel infierno blanco y tenebroso. El rumor del viento constante lo estaba dejando sordo y el intenso frío que azotaba el Valle Velado le ardía la piel, pudriéndola poco a poco. Portaba las mismas ropas con las que había cruzado las templadas tierras de Elengor hasta llegar a Lasirion, por lo que de ese intenso frío que ya había logrado incrustarse en sus músculos y huesos no iba a poder deshacerse ni con una hoguera en el interior de una pequeña cueva.
A cada paso, el Marginado se quedaba sin fuerzas para seguir caminando. Hincaba toda la pierna bajo la nieve y volvía a sacarla, así una y otra vez, un paso y luego otro. Le ardían los músculos y se estaba quedando sin aire. Tiritaba como un enfermo y advertía cómo poco a poco se le nublaba la vista, adentrándose cada vez más en esa espesa oscuridad de la que parecía no haber salida.
Tropezó y perdió el equilibrio, estuvo a punto de caerse, pero siguió caminando, decidido a hacer lo necesario para llegar a su destino, aun tambaleándose, aun cuando tuviera que arrastrarse. Volvió a tropezar y cayó sobre la nieve, que le quemó la piel al mínimo contacto. El Marginado intentó volver a ponerse en pie, y lo logró, pero sólo para dar unos pocos pasos más hasta desplomarse otra vez. Reunió todas las fuerzas que le quedaban para moverse, pero se vio incapaz. No podía.
Sobre el grueso manto blanco de nieve, perdido en la vastedad del Valle Velado en mitad de la noche y a solas, el Marginado no podía moverse. Vio cómo todo a su alrededor se ennegrecía aún más, cómo se entelaba, hasta que dejó de ver absolutamente nada, ni siquiera la propia oscuridad que lo rodeaba.
Aguardó ahí, solo, abandonado, desamparado, derrotado, mientras la nieve iba sepultándolo bajo las desconocidas profundidades y él sin poder moverse, sin poder evitarlo, rendido, condenado a desaparecer como uno más en el olvido del mayor fracaso que era incapaz de soportar.
No fue la serenidad ni la calidez lo que lo despertó sino el olor. Un olor que creía haber olvidado, que le revivió sentimientos y emociones con los que ya no estaba demasiado familiarizado, un olor que le recordaba que seguía siendo humano a pesar de todo.
El Marginado abrió los ojos y no supo qué veía. Una extraña sensación recorría su cuerpo. Sentía una especie de profundo sopor en la cabeza. Pasaron los minutos y poco a poco la confusión fue viéndose sustituida por la desconfianza. Tomó consciencia del momento y advirtió que no estaba teniendo control sobre lo que le estaba ocurriendo. No comprendía sobre qué suelo yacía ni qué extraño techo lo resguardaba del mundo.
Empezó a alarmarse, y el corazón le dio un vuelco cuando se dio cuenta de que a duras penas podía mover un sólo músculo, levantar la cabeza y saber dónde demonios se encontraba, qué estaba ocurriendo. No lograba recordar nada de lo ocurrido, y eso lo ponía aún más nervioso. Sus ojos estaban agitados y divagaban de un lado a otro, pero su cuerpo permanecía inmóvil, dolorido y entumecido por una rigidez que lo volvía un ser inútil e indefenso.
—Yo de ti no me movería mucho.
La cercana voz resonó con eco por todo el lugar, un rumor como el Marginado no había escuchado nunca. Pero, al oírlo, al oír esa entonación resuelta, ese acento peculiar y ese tono de voz como ningún otro, un vago recuerdo le insinuó desde lo más recóndito que en realidad sí le resultaba algo más que familiar, como si ya se hubiera topado alguna vez con algo semejante a aquello, a aquel eco vibrante solemne.
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El Eterno Cometido
FantasyEn medio de los tiempos convulsos que han estado mancillando la historia durante los últimos siglos, donde reina el fanatismo, la ruptura, el desaliento y el conflicto, Taerus se ve sumida en el caos por la repentina irrupción de una tormenta desco...