❝c u a r e n t a y c i n c o❞

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San se sentó solo bajo un gran roble extenso, su lugar secreto, en completo silencio y observó las hojas caer, respirando el aire fresco y sintiéndose parte de la naturaleza. Inconscientemente, se acarició el persistente rasguño en su mano, recordando con un escalofrío el toque de cálidos labios en su piel. Wooyoung encendió un fuego en él que se hacía más fuerte cada día. Pero una pregunta lo perseguía, haciendo añicos su confianza: ¿Wooyoung realmente estaba diciendo la verdad... O es uno de sus planes para sacar a San de la casa? El chico rubio no había olvidado la conversación que escuchó entre Soobin y Wooyoung.

San entendía que había una parte del alma de Wooyoung que podía reconocer, sentir... Y también había otro lado del chico que permanecía bajo el velo del secreto.

El sol, poniéndose bajo el horizonte, iluminó el cielo de la tarde con una luz rosa violeta. San estaba a punto de levantarse e irse cuando vio una figura acercándose a él. Su corazón dio un vuelco cuando Wooyoung se acercó hacia él. Ahora se veía diferente, los ojos verdes brillaban inusualmente y las comisuras de sus labios estaban ligeramente levantadas en una sonrisa apenas perceptible. El chico parecía brillar de felicidad.

─¿Cómo me encontraste?. ─ Murmuró San sin ocultar su vergüenza.

─Le pregunté a tu madre. ─ Se encogió de hombros el hombre de ojos verdes.

─¿Qué? Eso es imposible, mi madre no sabe de este lugar. ─ Los ojos redondeados de San trajeron una sonrisa y una risa suave a su rostro.

─Es broma. ─ Wooyoung extendió sus palmas. ─Como no estás en tu habitación, quedan dos opciones: o estarás debajo del viejo roble o te habrás ido con tus amigos.

─¿Me conoces tan bien? O ¿Me estás siguiendo?. ─ San frunció el ceño.

─Tenía que hacerlo. ─ Wooyoung se encogió de hombros.

─¿Tenias que hacerlo? ¿Quién te dijo eso?.

─Mi corazón. ─ Dijo Wooyoung con una voz apenas audible. En ese momento, el tiempo pareció detenerse para el pelirubio. Sólo escuchaba como latía su corazón. Wooyoung lo miró con sus ojos verdes y se mordió el labio, como si él mismo no esperara lo que le diría. El tiempo se prolongó demasiado y Wooyoung decidió romper el silencio. ─Toma. ─ El chico le entregó a San unas hojas de papel enrolladas.

─¿Qué es?. ─ Preguntó San, frunciendo el ceño ligeramente, tomando los papeles con sus manos temblorosas.

─Lo que te pertenece. ─ San enderezó cuidadosamente las hojas y exhaló con sorpresa.

Eran sus primeros dibujos y poemas... Los primeros que nacieron el primer día de estar en esa escuela. El chico los llevó a la primera clase de arte, del cual huyó el mismo día tras enterarse que Wooyoung también asistía.

El pelirubio le dio al chico una mirada de sorpresa. ─¿Dónde los conseguiste?.

─Los tiraste a la basura cuando te fuiste... O más bien, cuando te escapaste. ─ Le recordó Wooyoung, sonriendo culpablemente. ─Y yo los recogí y los salvé.

San entrecerró los ojos, mirando al chico. ─¿Lo guardaste todo durante tres años completos?.

─Sí. Un par de veces intenté tirarlos y olvidarme de ellos para siempre... Pero no pude, mi mano no se atrevió.

─Pero si se atrevía en contra mía. ─ Susurró San e inmediatamente se arrepintió, el rostro resplandeciente de Wooyoung se oscureció. ─Yo... Lo siento, no debería haber dicho eso.

─¿Por qué? Es la verdad. ─ Murmuró Wooyoung. ─Tienes todo el derecho de decírmelo, me lo merezco.

Antes de que San pudiera reaccionar a las palabras del chico, Wooyoung ya se había dado la vuelta y bajaba por la pendiente. San se recostó en la hierba y suspiró.


















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Red line ; woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora