6.- Where are the plains we made for two?

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Aldo y Osvaldo la están pasando mal tras su ruptura, los Eslands están a la vuelta de la esquina y Aldo termina su recuperación. Osvaldo es un desastre sin el amor de su vida.

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Una semana.

Una semana completa había pasado ya desde que Aldo se vió obligado a renunciar al amor de su vida a cambio de su seguridad, una semana desde que lo había visto o hablado con él y se sentía como una verdadera tortura.

Aun se encontraba en Monterrey en el departamento de Roier, realizando planes y organizándose para buscar un departamento en esta ciudad ya que se sentía mal de solo pensar en abandonar la ciudad que había visto su amor por Osvaldo florecer. Ya había hablado con sus padres, poniendo de excusa que en Monterrey estaban todas sus relaciones laborales y conexiones cuando la realidad era que no quería alejarse aún más de Osvaldo.

— Aldo, sabes que puedes quedarte aquí conmigo todo el tiempo que necesites wey. — expresó con sinceridad Roier cuando le había comentado sus planes.

— Yo lo sé culon, y te lo agradezco infinitamente... — hizo una pausa, pensando bien sus siguientes palabras. — es solo que no quiero seguir siendo una carga para ti, o imponerme más en tu privacidad.

— Ay por favor pendejo, ¿cómo vas a ser una carga si literal me estas ayudando con la mitad de los gastos?

— Si bueno, es lo mínimo que puedo hacer por el alojamiento que me has dado, wey. — ambos sonrieron, y luego Aldo agregó.— Además, no creas que no me di cuenta que aparentemente ya tienes pareja y no lo has querido traer por mi presencia.

Roier se puso rojo como tomate.

— No estamos hablando de eso pendejo. — respondió el más joven a la defensiva, cruzándose de brazos.

Aldo no pudo evitar reír fuerte, su primera risa real y alegre desde ese día.

— Bueno, bueno, el punto es que por eso busco un depa para mi wey, para que tu puedas traer a tu compañía sin pena.

— No es que me de pena, es que aún no hemos hablado de hacerlo público o de contarlo a amistades. — respondió rápido Roier.

— Ah o sea que tengo razón y no sólo eso wey, sino que lo conozco. — aseguró.

Roier se dió una palmada en la frente.

— Si- digo no pendejo, ay ya cállate a la verga cabron, mejor me voy a arreglar mi set up para prender.

Y sin más se fue a su habitación, dejando a Aldo riendo un poco. Se preguntó quién sería esa personita que traía así a su amigo y sin quererlo esa pregunta lo llevó a pensar de nuevo en Osvaldo.

Suspiro triste mientras se preguntaba el cómo estaría él, si aún lo amaba o lo odiaba por su decisión. Sin darse cuenta, lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas mientras pensaba en los bellos momentos que habían compartido juntos.

Por inercia saco el paquete de cigarrillos de su bolsillo mientras caminaba al patio trasero y encendió uno, inhalando ese veneno que calaba en lo más profundo de sus entrañas y alivia solo un poco de su malestar.

{***}

Al otro lado de la ciudad, en el departamento de Rivers se encontraba Osvaldo. Este se estaba quedando en la habitación extra que tenía el departamento de la rubia y así evitar preocupar a sus padres con su estado, no quería decirles nada de su ruptura con Aldo por temor a que lo odiarán. Y es que, aun que suene patético, en su interior aun quedaba una pizca de esperanza de que Aldo regresaría a él y podrían seguir como si nada hubiera pasado.

Love me until I love myself • [Aldoriana] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora