V

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La buena noticia: el túnel de la izquierda era todo recto, sin ramificaciones, giros ni recodos. La mala: era un callejón sin salida. Después de correr unos cien metros, tropezaron con un bloque de piedra enorme que les cerraba el paso. A sus espaldas, resonaba el eco de algo que avanzaba por el túnel arrastrándose y jadeando ruidosamente. Un ser que no era humano, desde luego, y que les seguía la pista.

—El hilo atraviesa la piedra —dijo Noah.

—Tyson —dijo Percy—, ¿no podrías...?

—¡Sí! —Embistió la roca con el hombro tan brutalmente que el túnel entero tembló y empezó a caer polvo del techo.

—¡Date prisa! —urgió Grover—. ¡No tires el techo abajo, pero date prisa!

La roca cedió por fin con un horrible crujido. Tyson la hizo girar un poco y entraron corriendo en un espacio más angosto.

—¡Cerremos la entrada! —gritó Annabeth.

Se pusieron todos detrás de la roca y empujaron. La criatura que los perseguía aulló de rabia cuando desplazaron el enorme bloque hasta colocarlo en su sitio, tapando el túnel.

—Lo hemos atrapado —dijo Percy.

—O nos hemos atrapado a nosotros mismos —advirtió Grover.

Se encontraban en una cámara de cemento de dos metros cuadrados y la pared opuesta estaba cubierta de barrotes de hierro. Se habían metido en una celda.

—¿Qué demonios es esto? —dijo Annabeth, tirando de los barrotes. No se movieron ni un milímetro. A través de ellos, vieron una serie de celdas dispuestas en círculo alrededor de un patio oscuro: tres pisos de puertas con rejas y con pasarelas metálicas.

—¿Qué sucede con esa bendición tuya? —preguntó Percy a Noah. Él simplemente negó.

—¡Yo no sé! Sólo la seguí. Si no lo hubiéramos hecho, esa cosa del túnel nos habría asesinado —se defendió.

—Pero hemos terminado en un... hum... ¡Encerrados! —dijo Percy.

—Es una cárcel, Percy —respondió Noah. ¿De verdad era este su personaje favorito?—. Quizá Tyson pueda romper...

—¡Cállense! —susurró Grover—. Escuchen.

Por encima de ellos, se oía un eco de sollozos que resonaba por todo el edificio. Y se captaba otro sonido: una voz áspera que refunfuñaba, aunque no se entendía qué decía. Las palabras eran chirriantes, como guijarros revueltos en un cubo.

—¿Qué lengua es ésa? —preguntó Percy.

Tyson abrió los ojos como platos.

—¡No puede ser!

—¿Qué? —preguntó Noah.

Agarró dos barrotes y los dobló como si nada, dejando espacio suficiente incluso para un cíclope.

—¡Espera! —dijo Grover.

Tyson no le hizo caso y corrieron tras él. La prisión era muy oscura; sólo unos cuantos fluorescentes parpadeaban arriba.

—Conozco este sitio —dijo Annabeth—. Es Alcatraz.

—¿La isla que hay cerca de San Francisco?

Ella asintió.

—Vinimos de excursión con el colegio. Es como un museo.

—¡No se muevan! —advirtió Grover.

Pero Tyson siguió adelante sin prestarle atención. Grover lo agarró del brazo y tiró de él.

SECOND CHANCE // NICO DI ANGELO Y PERCY JACKSON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora