IV

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La fogata era un espectáculo realmente fascinante.

Había gente cantando a coro. Los escalones del anfiteatro estaban tallados en la ladera de una colina, de cara al foso bordeado de piedras. Cincuenta o sesenta chicos llenaban las filas, apiñados en grupos bajo varias banderas. Jason, Noah y Percy se quedaron en la parte de adelante, junto a Annabeth y Rachel. La cabaña de Hefesto no estaba muy lejos de ellos.

—El chico que llegó hoy, Valdez —le susurró Beckendorf a Noah, cuando llegaron al anfiteatro—. Es un buen chico, aunque tiene la misma o más energía que los Stoll y no se queda quieto. Pero estoy seguro de que tiene talento de sobra.

Noah sonrió, palmeando el brazo del chico.

—Te las arreglarás, Charlie. Estoy seguro de que Leo es una muy buena adición para tu cabaña. Pero te voy a dar un consejo: mantenlo ocupado todo el día.

Silena asintió, dando un apretón a la mano de Beckendorf.

—Además, se ve muy tierno. Deberías haberlo visto cuando Charlie le dio el recorrido por la cabaña, Noah —dijo la hija de Afrodita, con una sonrisa muy linda—. Es toda una ternura.

Charles frunció el ceño e hizo un puchero.

—¿Más que yo?

Silena besó su mejilla.

—Sabes a qué me refiero, cariño —contestó, antes de girarse a Noah—. ¿Tienes alguna noticia de Nico? Mis hermanos y yo hemos enviado algunas palomas mensajeras, pero han regresado sin novedades.

Noah suspiró, rascando su brazo.

—Creo que tengo una pista, hasta ahora es lo más prometedor. En cuanto sepa más les diré, pero muchas gracias chicos. De verdad les agradezco la ayuda.

Beckendorf despeinó a Noah, pero se detuvo cuando Silena le dio una palmadita en el brazo.

—Está bien, Noah. Nico sabe defenderse. Va a aparecer muy pronto, ya verás —dijo Charles.

Noah sonrió, arreglando su cabello.

—Gracias, Charlie. Yo también creo lo mismo.

Se sentó entre Jason y Percy y miró el espectáculo que tenía delante. Frente al fuego, media docena de campistas con guitarras y liras, daban saltos, entonando una canción sobre las piezas de una armadura, algo relacionado con la vestimenta de su abuela para la guerra. Todo el mundo cantaba con ellos e indicaba con gestos las piezas de la armadura y bromeaba. A medida que la energía aumentaba, las llamas también aumentaron y pasaron del color rojo al naranja y el dorado.

Finalmente, la canción terminó con un montón de ruidosos aplausos. Quirón llegó galopando. Su ausencia había sido percibida por todos durante la cena, por lo que algunos campistas celebraron cuando apareció. El centauro blandía una lanza ensartada con malvavisco tostado.

—¡Muy bien! Un recibimiento especial para nuestros nuevos invitados. Para quienes no me conocen, soy Quirón, el director de actividades del campamento, me alegro de que todos hayan llegado vivos y con la mayoría de las extremidades intactas. Les prometo que dentro de un momento comeremos galletas con chocolate y malvavisco, pero antes...

—¿Qué pasa con el juego de capturar la bandera? —chilló alguien.

Brotaron gruñidos entre algunos chicos con armadura sentados bajo una bandera roja con el emblema de la cabeza de un jabalí.

—Sí —contestó el centauro—. Sé que los de la cabaña de Ares están deseando volver al bosque para jugar.

—¡Y matar a gente! —gritó uno de ellos.

SECOND CHANCE // NICO DI ANGELO Y PERCY JACKSON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora