I. La Marca de Atenea

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Cuando Noah vio de cerca el barco, supo que sería muy fácil lograr que algo saliera mal.

Desde luego el Argo II no parecía amistoso. Tenía sesenta metros de eslora, con el casco revestido de bronce, ballestas de repetición montadas en proa y popa, un llameante dragón metálico a modo de mascarón de proa y dos ballestas giratorias en medio del barco que podían disparar proyectiles explosivos capaces de atravesar el hormigón.

Definitivamente no era algo que a simple vista dijera: "Romanos, somos los griegos. Venimos en son de paz a bordo de un buque de guerra que puede acabar con su ciudad, ¡muy bonita por cierto!".

Sí, Noah ya estaba sintiendo el estómago revuelto tan solo de pensar en todo lo que podría salir irremediablemente mal.

Docenas de chicos vestidos con togas estaban acudiendo en tropel para ver mejor el Argo II. Más romanos salían de las tiendas y las cafeterías, mirando boquiabiertos y señalando con el dedo mientras el barco descendía. Noah y Reyna estaban al frente de todos, aunque el hijo de Baco en verdad estaba tratando de no desmayarse. Nico y Percy estaban a unos pasos de él, junto a Hazel y Frank.

Andy y Bryce estaban con el resto de chicos de la Primera. Octavian tenía el rostro completamente rojo y apretaba las orejas de un conejo de peluche tan fuerte que sus nudillos estaban blancos. A su lado, Jeffrey observaba con un rostro extrañado el buque. Noah se sorprendió un poco al verlo. Desde que habían regresado de la misión a Alaska, no había visto señales del chico por ningún lado, ni en la batalla, ni en el banquete después de esta. Mierda, ni siquiera había tratado de acercarse para felicitarlo por haber sido elegido pretor.

Unos cuernos empezaron a escucharse por todo el valle. Del Campamento Júpiter, una columna de semidioses salió por las puertas, dirigiéndose a toda prisa a la ciudad con sus relucientes armaduras y lanzas. En medio de sus filas estaba Aníbal, el elefante.

En el foro ya había más de cien personas y eso sólo hacía que Noah sintiera cómo la cena de la noche anterior subía por su garganta.

—Todo va a estar bien. Todo va a estar bien —murmuró.

—Deja de hacer eso.

Frunció el ceño, mirando de reojo a Reyna, quien analizaba atentamente el Argo II.

—¿Hacer qué? —preguntó, pero la voz le salió con un gallo—. Ejem... ¿hacer qué? —se corrigió.

—No dejas de jugar con tus dedos y el movimiento que haces con la pierna está empezando a molestarme —dijo Reyna, sin dejar de ver el barco—. Eres el pretor de Roma, tienes que mostrarte confiado. Si quieres que esto salga bien, empieza por creerlo tú.

—Creérmelo, si —dijo Noah, aunque luego se rascó la ceja—. Mierda, ¿cómo hago eso?

Se calló cuando una escalera descendió por un lado del Argo II. El buque no había descendido por completo, estaba flotando a unos diez metros encima del Foro, por lo que Noah supuso que Término ya había hecho de las suyas allí arriba. Ahora solo esperaba que Annabeth pudiera ayudarle a que todo saliera bien. Se sintió un poco extraño al sentirse aliviado de ver a la hija de Atenea, pero en un lugar rodeado de cientos de feroces guerreros, tener a la hija de la diosa de la sabiduría y la estrategia no le parecía tan desagradable.

Un mar de semidioses agrupados apresuradamente se abrió frente a ellos para dejar paso a Annabeth cuando atravesó el foro. Algunos de los semidioses parecían tensos, otros, nerviosos. Algunos estaban vendados después de la reciente batalla contra los monstruos, pero ninguno estaba armado. Ninguno atacó. Por supuesto, porque Reyna y él lo habían prohibido tajantemente.

A pesar de estar rodeada de cientos de romanos, Annabeth parecía solo prestar atención a la pequeña Roma en miniatura que tenía ante sus ojos. Noah no la culpaba, de no ser por algunas cosas modernas como la electricidad y los retretes funcionales, cualquiera habría pensado que había regresado en el tiempo a la gran época romana.

SECOND CHANCE // NICO DI ANGELO Y PERCY JACKSON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora