II

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Noah guió a Octavian a través del foro y luego por las calles aledañas a este. Varias veces tuvo que mirar hacia atrás para asegurarse de que el augur lo seguía, y afortunadamente así era. Se detuvo al llegar a la parte más solitaria entre un par de calles y encaró al rubio.

—¿Es otro de tus trucos? —gruñó Octavian, una vez que estuvieron a salvo de cualquier oído ajeno—. ¿Me trajiste a un lugar apartado para poder deshacerte de mí? No me sorprendería de ustedes, griegos traicioneros.

—Dioses, eres tan imbécil —se quejó Noah, cruzándose de brazos—. ¿De verdad eres pariente de Apolo? Quiero decir, él es tan... —continuó Noah, haciendo un gesto vago con la mano—. Y tú no me pareces más que un idiota con aires de grandeza. Al menos Apolo es carismático.

—¡Cuida la manera en la que me hablas, graecus! Soy el augur de Roma, descendiente de Apolo y...

—Bla, bla, bla. ¿En serio, Octavian? Llevo escuchando este discurso casi medio año. No eres más que una molestia para mí y para mis amigos. Gea está despertando y los gigantes han amenazado nuestro hogar —soltó Noah—. Esta misión es lo único que podría salvar nuestro mundo, así que te lo voy a dejar muy claro porque ya me cansé de tus tonterías.

Avanzó unos pasos y golpeó el pecho de Octavian con su dedo índice.

—O estás con nosotros, o estás en nuestra contra —continuó, frunciendo el ceño—. Y si estás en contra, eso te haría mi enemigo, Octavian. Pude asesinar a dos gigantes y enfrentarme a un titán, imagina lo que podré hacer con un semidiós narcisista como tú. Créeme, no te gustaría ser mi enemigo.

Los dientes de Octavian rechinaron debido a la fuerza con la que estaba apretándolos. En un rápido movimiento, la palma de su mano se estrelló con fuerza sobre la mejilla de Noah. El golpe fue tan duro, que hizo que la cabeza del chico girara a la derecha. Probablemente se había mordido la lengua, porque en su boca empezó a sentir el sabor metálico de la sangre.

Noah no podía negar que eso lo había tomado por sorpresa. Se quedó un par de segundos analizando lo que había sucedido, hasta que finalmente reaccionó. No dio tiempo a Octavian para que se regocijara, pues apretó sus manos en puños y dio un golpe en el rostro del chico, seguido de un segundo impacto que hizo que su nariz comenzara a sangrar. Sujetó al augur por los hombros y le dio un rodillazo en la entrepierna, lo cual hizo que cayera de rodillas al suelo.

Noah sujetó el cabello de Octavian, haciendo que alzara la cabeza. Con la otra mano, apretó la mandíbula del chico con fuerza. El augur bufó, logrando que un poco de su sangre manchara la mano de Noah.

—Soy un graecus —espetó Noah, antes de escupir sangre al suelo—. Pero sigo siendo tu jodido pretor, Octavian. Vas a darme el respeto que merezco y vas a dejar de ser un idiota con Reyna y los demás.

—Eres un salvaje —escupió Octavian. Sus ojos irradiaban el odio más puro que pudiera existir mientras se fijaban en la mirada de Noah—. Y los verdaderos romanos siempre hemos sabido domar a los salvajes. Algún día me haré con el control de todo y te juro que serás tú el que se arrodille ante mí, Noah.

Noah alzó una ceja. Apretó con más fuerza la mandíbula del augur, sintiendo que algo se encendía en su interior.

—Hasta entonces... —dijo Noah, jugando con la sangre que salía de la nariz de Octavian—... tú eres el que estará de rodillas cada que yo lo ordene. Y más te vale estar de nuestro lado durante la sesión del senado.

—Yo nunca...

—Apolo y yo somos cercanos —le cortó Noah—. Y no me molestaría explotar esa conexión. Sabes, me pregunto qué pensaría si su buen amigo Noah Winters le dijera que alguien, que casualmente es uno de sus descendientes, le ha estado haciendo la vida imposible en el Campamento Júpiter. No sé... tal vez podría sugerirle algún par de castigos.

SECOND CHANCE // NICO DI ANGELO Y PERCY JACKSON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora