XXI

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Mientras Noah corría esquivando peleas individuales entre semidioses y monstruos, sonaron unos cuernos en las montañas del norte. Otro ejército apareció en la cordillera: cientos de guerreros con camuflaje negro y gris, armados con lanzas y escudos. Entre sus filas había una docena de carretillas elevadoras de combate, con sus dientes afilados reluciendo al atardecer y flechas en llamas en sus ballestas. Eran Amazonas.

Efialtes se echó a reír.

—¡Nuestros refuerzos han llegado! ¡Roma caerá hoy!

Las amazonas bajaron sus lanzas y cargaron montaña abajo. Sus carretillas entraron en combate a toda velocidad. El ejército de los gigantes prorrumpió en vítores... hasta que las amazonas cambiaron de rumbo y fueron directas al flanco oriental de los monstruos.

—¡Amazonas, avancen!

En la carretilla más grande había una chica que parecía una versión mayor de Reyna, equipada con una armadura de combate negra con un reluciente cinturón de oro alrededor de la cintura. La reina Hylla.

—¡Acudan en ayuda de mi hermana! —gritó la reina de las amazonas—. ¡Destruyan a los monstruos!

—¡Destruir!

El grito de sus tropas resonó a través del valle.

Reyna dirigió a su pegaso hacia Noah. Le brillaban los ojos. Su expresión decía: «Te daría un abrazo ahora mismo».

—¡Romanos! ¡Avancen!

El campo de batalla se convirtió en un absoluto caos. Las filas de amazonas y romanos giraron hacia el enemigo como las mismísimas Puertas de la Muerte.

Sin embargo, Noah tenía un solo objetivo... o dos. Silbó, llamando la atención de los gemelos.

—Tercera llamada, torpes —miró a los gigantes, tratando de no temblar demasiado—. Muy buen número del Lago de los Cisnes, Oto.

El gigante abrió la boca sorprendido y dio una palmada en la espalda de Efialtes.

—¡Se dio cuenta! ¡Te dije que sería una entrada magnífica!

—¡Se está burlando de tí, idiota! —gruñó Efialtes.

—Oh, no. En realidad lo decía en serio —continuó Noah—. Y me preguntaba si... podría unirme. ¡Creo que les hace falta una Odette!

Tocó su collar y se convirtió en un hermoso cisne blanco. Alzó el vuelo y fue directo a la cara de Efialtes. Los gigantes se mostraron tan sorprendidos que no pudieron reaccionar a tiempo. Noah aleteó y rasguñó al gigante con sus patas y pico.

—¡Tonto semidiós! Tus trucos baratos no pueden contra nosotros —gruñó Efialtes, dando manotazos a su propio rostro para tratar de apartarlo.

—¡Barata tu madre! —gritó Noah.

—¡Oto, haz algo, imbécil! —bramó Efialtes.

Oto se alzó el tutú y dio una patada tratando de darle a Noah, pero solo logró derribar a su hermano.

—¡Oto!

Noah aprovechó la distracción para volar en dirección contraria a la batalla. Tenía que alejar a los gigantes del campamento y de la ciudad, pero también necesitaba de un dios para derrotarlos.

—Término, espero que estés de mal humor —dijo, y voló hacia Nueva Roma.

—¡Vuelve acá, cobarde! —dijo Oto—. D-digo, regresa, Noah. Aún no bailamos el segundo acto. Tengo un par de calentadores que te quedarán...

—¡Oto!

Los gemelos corrían detrás de Noah, pero Efialtes se estaba desesperando, así que tomó su lanza y la utilizó como jabalina. Esta recorrió una trayectoria recta y pasó rozando el ala de Noah. Graznó sorprendido y se apartó. La lanza del gigante se impactó con fuerza en una de las columnas del acueducto, haciendo que la estructura completa retumbara. Piedras de gran magnitud cayeron, por lo que Noah tuvo que planear para que no lo aplastaran.

SECOND CHANCE // NICO DI ANGELO Y PERCY JACKSON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora