Capítulo 16; Sin Opción Aparente.

270 24 1
                                    

Cuando la cena al fin termino Max me llevo a la habitación de huéspedes yo no entendía que diablos tramaba, pero mis temores se hicieron verdad cuando al entrar al cuarto vi allí a Carlos Ortega el socio de Max, y este ya estaba en bata de baño.

Ma- Alex es hora de que entretengas a mi socio, así que espero lo hagas bien y no quiero quejas, él tiene permiso para castigarte de ser necesario.

Al- Máx debes estar bromeando, ¿ahora me vas convertir en prostituto para servir a tus socios?

Max lo abofeteo y le dijo:

Lo que yo decida hacer contigo es algo que solo deberás aceptar sumisamente y ya, pues el que mandaba ahí soy yo; no lo olvides.

Me perteneces a mí, y lo que yo decida hacer contigo a ti solo te queda obedecer.

Max por favor detén esto. No dijiste que solo podía atenderte a ti y nadie más, porque ahora has decidido cambiar de opinión, he sido obediente todo este último año, Max por favor no me obligues a esto.

Ya deja tus lloriqueos que a mí no me conmueven.

Él aventó al menor al cuarto y este se cayó al suelo por la inercia del empujón, luego Max cerro el cuarto con llave para que Alex no pudiera salir de ahí.

Él se fue a su despacho a arreglar unas cosas y a esperar que las horas pasaran.

Mientras a dentro...

Carlos- Bueno pequeño ya es hora ¿No?

Al- No, no, no quiero.

C- Bueno, no es de si quieras o no.

Mira no te voy a obligar... hoy... solo me quedare aquí y dormiré, pero mañana cuando venga Max; mi querido socio, y se entere de que no cumpliste con lo que te ordeno ¿Qué crees que pasara contigo?

Al- Seguro me castigara.

C- ¿Y los castigos son tan débiles como para que a pesar de haberlos sufridos no quieras obedecerlo?

Al- No, pero aun así yo... yo... no quiero...

C- Bien, como tú lo desees.

Carlos se quedó recostado en la cama bebiendo un poco de vino; mientras esperaba que el menor se diera cuenta de la situación actual y de que no tenía escapatoria, tendría que hacer lo que le habían ordenado hacer o le iría realmente mal.

Pasaron unos largos minutos y Alex estaba en el suelo abrazado a sus rodillas, no quería acostarse con ese hombre, pero si no lo hacía Max seguramente lo castigaría con la cajita negra y no podría soportar eso de nuevo, aún; a veces las cicatrices que tiene en su cuerpo de aquel día sentían que le dolían como el primer momento en que fueron hechas.

Era un dolor que quedo grabado en su subconsciente, una experiencia aterradora que no quería volver a pasar.

Con resignación y repudio por el mismo; por lo que iba a hacer, se levantó, se acercó a la cama en donde estaba ese imbécil de Carlos Ortiga, el cual lo miraba con una estúpida sonrisa de triunfo y perversión en su rostro.

C- Veo que Max te adiestro de buena manera.

Al- Cállate imbécil, qué no sabes cuanta repulsión me causa esto.

Ortiga lo tomó bruscamente y lo aventó en la cama; luego se subió encima de él.

C- Repulsión y todo, pero serás mío está noche, te haré gemir de placer; aunque me repudies, ya lo veras.

Carlos le fue quitando la ropa y mientras lo hacía, lo iba besando y manoseando todo lo que podía, dejando marcas de besos y chupetones en su cuerpo, Max le prohibió las mordidas, pero para todo lo demás no había problema.

Cuando al fin lo tuvo desnudo por completo, le abrió las piernas de golpe y comenzó a restregar su falo en su entrada, y aunque Alex quisiese correr lejos de ahí y mandar al diablo todo, no podía.

Las lágrimas de rabia y desesperación cayeron por sus hermosos ojos verdes.

Alex en sí, era una belleza, tenía un cuerpo delgado y bien definido, piernas hermosas y torneadas, un trasero redondo y bien definido; como para dejar marcadas allí unas buenas nalgadas y unas buenas mordidas.

Un hermoso cabello rosa suave y sus ojos; eran verdes claros como ver un hermoso paisaje dentro, sus labios eran tan suaves y delicados, de una tonalidad tentadoramente rosa, como si invitaran a ser mordidos y besados hasta dejarlos hinchados de tantos besos apasionados.

Lamentablemente esa belleza fue su perdición, sino fuese tan hermoso; con curvas delineadas en su cuerpo, de facciones finas y delicadas, ni un hombre perverso se hubiese fijado en él.

Mi Única Esperanza 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora