Día del plan...
La tarde anterior Lyra había colocado las grullas por todo el castillo: dos de ellas la tenía su madre, una en su despacho y otra en su habitación; otra en el pasillo del despacho de Tobías, sobre las vigas del techo un lugar poco visible; y las dos restantes en los pasillos más concurridos.
Esa mañana Lyra se levantó nerviosa, si esta noche salía mal no sabía cómo iba a conseguir acceso a su cuenta bancaria para continuar con todo lo que tenía planeado.
Desayunó en su habitación, estando todavía en pijama, y se pasó esa mañana controlando, mediante el libro, las diversas habitaciones.
Había visto a su madre un par de veces, mientras trabajaba; también a su padrastro, a veces trabajando y un par de veces hablando con su hermana, ella actuaba nerviosa como si ocultase algo, y hablaban entre susurros y gestos rápidos y nerviosos.
Por la tarde no tuvo más remedio que vestirse, ponerse el parche e ir a comer con su madre.
Ese día optó por ponerse un mono negro, bastante cómodo, que le permitía moverse sin complicaciones.
Ya en el comedor no había rastro de su padrastro.
-¿Y Tobías?- le preguntó a su madre.
-Tiene mucho trabajo, comerá en el despacho.
- ¿Crees que podamos hacer algo esta tarde... juntas?
Su madre la miró, y en sus ojos Lyra puso percibir lástima y tristeza.
-Lo siento cariño, debo hacer las maletas. Mañana me voy a la otra punta del reino.
-¿Por cuánto tiempo estarás fuera?
-Como mínimo dos semanas y como mucho dos meses.
-Dos meses... Eso es mucho tiempo- Mucho tiempo a solas con Tobías, mucho tiempo en el que él podía hacerle cualquier cosa.
-No te preocupes, ya verás como pasarán rápido.
No hablaron más en toda la comida, esa noticia había dejado a Lyra en piloto automático.
Al terminar de comer se despidieron en la puerta y cada una siguió su camino.
☾ ☾ ☾ ☾
La tarde había pasado demasiado rápido para el gusto de Lyra, con la nariz enterrada en un libro las horas habían pasado sigilosas pero rápidas.
No fue al comedor para la cena, su excusa: tenía unos cólicos horribles. Y esa fue la misma razón por la que su habitación olió a infusión de jengibre por todo lo que quedaba de día.
Cuándo dieron las once comenzó a cambiar se de ropa, dejando atrás su vestido gris por una camiseta de manga larga, un pantalón de cargo, en cuyos bolsillos hechizados con un hechizo agrandados metió un libro de magia y la copia del libro de Jane Austen, y unas playeras, todo ello de color negro.
Espero en su habitación, dando vueltas en círculos y comprobando continuamente las imágenes que mostraba su copia encantada de Orgullo y Prejuicio, observando a su padrastro caminar, sacar y guardar papeles en su oficina, y a diversos sirvientes dar vueltas por los pasillos al igual que los guardias. Su madre había estado todo el día haciendo las maletas y a esas horas ya se encontraba recostada en la cama durmiendo.
Tuvo que esperar hasta media noche para que el rey se fuese a dormir, acostándose junto a su madre, y media hora más para que los pasillos se despejase y ella tuviese el camino libre.
Salió de su habitación y cerró la puerta sin hacer ruido, caminó sigilosamente por el pasillo y giro a la derecha, cuando varios caminos se juntaban, para tocar la pequeña naranja que sujetaba su tatarabuela en el cuadro que decoraba el pasillo. La pared detrás de este se movió sin hacer ningún ruido, dejando a la vista unas escaleras de caracol que al subirlas un par de pisos Lyra quedaría enfrente del despacho del monarca.
Antes de salir del escondite volvió a comprobar que todo estaba despejado, para tras confirmarlo volver a guardar el libro.
Salió y cruzó rápidamente el pequeño espacio de pasillo que la separaba de su destino.
Trato de abrir la puerta.
Me cago en su madre, cerrada.
Sacó el libro de magia de su bolsillo y buscó con rapidez el encantamiento que abriría la puerta.
-Patefacio sursum- susurró y la puerta se abrió haciendo un pequeño ruido.
Entró velozmente en la sala cerrando la puerta tras de sí lo más silenciosa que pudo ser.
¿Por dónde empezar?
En aquella habitación había mil y un lugares donde esconder una tarjeta bancaria.
Comenzó por los cajones que se encontraban a los lados de la puerta, en los que únicamente encontró facturas y presupuestos.
Tras este intento fallido Lyra decidió seguir con los cajones del escritorio.
Como sea tan cliché es de ser un villano de novela mala.
Rebuscó en los primeros cajones y no encontró nada, pero al abrir el último se encontró una caja cerrada con llave.
Efectivamente ni para malo del cuento sirve.
Sacó la caja del cajón y cuando se disponía a lanzar el hechizo un ruido la sorprendió.
Sin perder tiempo, y tras haber dejado todo como estaba, se escondió tras la estantería que daba a la ventana, y cuyo lado no era visible desde la entrada y mucho menos en la oscuridad.
Lyra escuchó como con las llaves alguien abría la puerta, y no tardó en observar como la figura de Mura se acercaba al escritorio.
Que no vaya a por la caja, que no vaya a por la caja.
-En la silla...- susurró la mayor- eres enrevesado hasta para los escondites hermano.
La mujer se arrodilló ante la silla y se deshizo del cojín sobre el que su hermano solía sentarse, dejándole ver a Lyra otro escondite, de ahí su "tía" sacó una serie de papeles y tras dejarlo todo como estaba se marchó apresuradamente.
Lyra suspiró y, sintiendo como su cuerpo se destensaba, continúo con lo que estaba haciendo.
Abrió el cajón y cogió la caja para volver a realizar el mismo encantamiento.
-Patefacio sursum- susurró y ca cajita se abrió, dejando ver no solo su tarjeta bancaria, sino también todos los papeles que afirmaban su existencia, desde el acta de nacimiento hasta un acta de defunción a la que solo le faltaba por colocar la fecha de fallecimiento.
Se guardó la tarjeta y se apuntó mentalmente comentarle su descubrimiento a su tío.
Salió rauda y veloz del despacho y realizó el mismo camino para su vuelta, siempre alerta, y cuando por fin llegó a su habitación se cambió y se acostó, pensando que todo iba de acuerdo a su plan.
Pero lo que no sabía eran los tan diferentes planes que tenía el rey para ella, o el plan que Velarion pondría en marcha en cuanto percibirse alguna señal de peligro.
ESTÁS LEYENDO
La reina mestiza
FantasyLos humanos lo conocen como el triángulo de las Bermudas, pero solo es un hechizo ilusorio que protege dos reinos ahora aliados. Nadie quiere a una princesa, y menos a una reina, mestiza y los dragones siendo tan orgullosos se niegan completamente...