Voy caminando en dirección a la cocina, me adentro en ella y dejo la bandeja en la mesa; cierro los ojos y respiro tres veces para que la ira y el coraje se me pase, solo de recordar a ese estúpido que se cree mejor que los demás la cólera me invade de nuevo.
-Hayla, llegando una hora tarde-mis ojos se abren al oír la voz de Rick, mi jefe.
Hago una mueca en el rostro, para después pintar en mi cara una sonrisa de "yo no fui" antes de voltear a verle.
‐Hola, Rick- saludo a mi jefe como si nada y a juzgar por su expresión espera una explicación- Como tal no tengo una hora de retraso; llegué hace unos quince minutos.
-Wow, que gran logro -se hace el sorprendido- No fue una hora de retraso fue media hora.
Noté el sarcasmo en su frase. Se ve que está molesto y no es para menos. Estos días no he sido muy puntual que digamos, así que me resigno y dejo de tener esa sonrisa hipócrita en la cara, para hablar con sinceridad antes que él proceda a echarme la bronca o despedirme.
-Rick, sé que últimamente no he cumplido con el horario del establecimiento, pero por favor te ruego que no me despidas. Juro que si vuelvo a llegar tarde trabajo horas extras, da igual, pero por favor no me despidas- prácticamente me arrodillo a los pies de mi jefe. Él se me queda mirando pensativo, como si no supiera que decir, hasta que oigo un suspiro resignado de su parte.
—Vale. - mis labios se curvan con una sonrisa por su respuesta— Pero, si vuelves a llegar tarde, me temo que vas a tener que quedarte tiempo extra. Sabes que si no te he despedido aún es por el gran afecto que le tenía a tu padre, pero, por más que quiera mantenerte aquí, recuerda que yo no soy el dueño del restaurante.
Asiento.
-Muchas gracias, Rick-es tanta la emoción que no sé en que momento terminé abrazando a mi jefe, el cual se queda estático. Rápidamente me separo de él haciendo lo posible por aguantar la risa, ya que la cara de Rick era un poema.
-Lo siento- susurro procurando no reír.
Veo como él alza una ceja y una sonrisa de medio lado aparece en su rostro.
-Ve a trabajar, Spellman. -me ordena llamándome por mi apellido y obedezco.
-La orden de la mesa nueve ya está lista- escucho a Zack y maldigo por debajo al acordarme del idiota que está sentado en esa mesa. Cojo la bandeja y pongo los platillos sobre ella, con cuidado salgo por la puerta de la cocina y me dirijo a la mesa de los "señores".
-Aquí tiene, señor‐ digo dejando los platos he ignorando el hombre que está a mi lado.
-¡Oh, por Dios, esto se ve delicioso! -dice su compañero mirando la comida- Por favor, preciosa, deja de llamarme señor me vas a hacer sentir viejo.
Río ante el comentario del chico, ya que no se ve para nada viejo; de hecho es muy guapo.
-¿Me vas a tomar la orden si o no?- mi ojos viajan al idiota, el cual tiene un semblante serio y de pocos amigos (eso no me sorprende).
Saco del bolsillo de mi delantal la libreta de notas al igual que un bolígrafo para apuntar el pedido.
-Bien ¿Ya va a ordenar?- pregunto cuando él no me dice nada.
-Tal vez -ruedo los ojos ante su estúpida reacción, sé que está haciendo esto para molestarme.
Suelto un suspiro fastidiada y le doy una mirada asesina, al mismo tiempo que siento mis mejillas arder, ya que no sé en que momento su mirada pasó de mis ojos a todo mi cuerpo. Sentía como si me estuviera realizando unos rayos x, pero lo que me hizo tragar saliva fue el momento en que volvió a mis ojos mientras que pasaba su lengua por los labios.
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Insomnio: El deseo de tenerte.
RomanceÉl: Magnus Rabell. La persona más egoísta, egocéntrica y estúpida que he conocido en mi vida. El mismo chico que me atormentaba cuando era pequeña y ahora ha vuelto. Ha vuelto para destruirme y hacer que mi cuerpo se rompa en mil fragmentos debido a...