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Capítulo 11: Hay un trozo de tu hogar en el mar.

Al día siguiente, Liläk decidió que no iría al mar. Estaba cansada y sentía que no mejoraba de todos modos, no tenía ganas de oír a Aonung burlarse de ella. Se alejó de la aldea y se dirigió hacia la orilla de la playa, donde habían dejado a sus ikranes.

A los ikranes les gustaba la altura y por eso habían emigrado hacia la copa de sus árboles. Los árboles eran interesantes, las raíces eran enormes y estaban por encima del suelo, a diferencia de los árboles del bosque. Se metió en el agua para acercarse y miró hacia arriba.

Imitó el canto de un pájaro.

-¡Pìwopx!-llamó. Gritó una vez más y entonces pudo ver la silueta de Pìwopx bajando del árbol.

Su ikran aterrizó en la arena, sacudiendo la cabeza mientras estiraba las alas.

-Hey chica...-le acarició el cuello. Se enlazó a ella y se subió con ganas, por fin podría sentir que sabía lo que hacía. Pìwopx voló con la misma ansia que Liläk, ambas podían descansar de la sensación de desapego que sentían en aquel lugar.

Cerró los ojos y sonrió cuando el viento le golpeó la cara... era tan diferente estar allí arriba que estar abajo en el agua... arriba en Pìwopx o corriendo entre los árboles se sentía libre, a diferencia de cómo se sentía en la profundidad del mar. La enormidad del mar también la intimidaba, era muy abierto. Si alguien la atacaba en el mar, ¿dónde podía esconderse?

Bajó y se abrazó con fuerza al cuello de Pìwopx.

-¿Qué voy a hacer Pìwopx?

¿Los Metkayina la dejarían siquiera quedarse si no pudiera adaptarse? Pero mis padres nunca me dejarían ir... ¿verdad? Dudaba. Ella no iba a ser la tsahík o olo'eyktan, parecía obvio para todos en todas partes que Neteyam sería olo'eyktan, lo que significaba que ella no sería tsahík, y ni siquiera quería serlo. ¿De qué les servía entonces? Tal vez la exiliarían... volvería a fallarle a su madre todo porque no pudo aprender a aguantar la respiración el tiempo suficiente. ¿Neteyam la dejaría ir? No, no lo haría. Jamás. De eso estaba segura.

Volvió a la cabaña sin esperar encontrar a nadie, sus hermanos estaban fuera, probablemente en el mar y sus padres estaban... no sabía muy bien qué hacían sus padres, había olvidado que ellos también tenían que aprender a hacer cosas.

Pero cuando entró en la cabaña tropezó con su bolsa al ver a su padre dentro, lo que hizo que se cayera y dejara caer sus cosas al suelo.

-¡Liläk!-dijo mientras se levantaba.-¿Estás bien?

-Estoy bien,-su padre estaba agachado a su lado.-¡Papá estoy bien solo me caí!-dijo exasperada.

Jake se sobresaltó por la presencia de su hija, ¿no se suponía que estaba aprendiendo con los niños metkayina?

-Oye, ¿no se supone que estás nadando?-le miró frustrada con lágrimas en los ojos, porque se sentía tan inútil y, de hecho, ¡se había tropezado con una bolsa! Nunca había tropezado, no era torpe, para nada. Los omaticaya no podían serlo, corrían entre los árboles constantemente, la torpeza podía costarte la vida... literalmente. Cuando Jake vio las lágrimas en sus ojos y ella suspiró, se preocupó. Había estado tan ocupado intentando adaptarse lo más rápido posible que se había olvidado de que sus hijos también estaban intentando adaptarse.

-¿Está todo bien?

-¡No puedo hacerlo... lo he intentado día tras día y no puedo hacerlo! ¡Incluso Tuk ha sido capaz de sumergirse durante minutos y yo no puedo!

-Hey 'evi, 'evi, cálmate.-dijo Jake ante el desvarío de su hija.

Liläk respiraba intensamente.

-¿Dónde estabas ahora? -preguntó.