XIX. Feria de luces y noticias indeseadas

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Selene y Marcus partieron en cuanto empezó la hora de la Luna. La arboleda que rodeaba la Mansión Wood, normalmente llena de niebla y ramitas que se parten y te provocan un salto de corazón, aquella noche estaba llena de pequeñas luces lilas, verdes y amarillas que parecían indicarles el camino hasta el pueblo.

—Será mejor que nos demos prisa—murmuró Marcus mirando el cielo. En aquellas ocasiones, en las que Selene conseguía observarle de refilón sin que quedara extraño ni demasiado perturbador , le recorrían escalofríos por la espalda al recordar la tenebrosa transformación del que solo parecía un chico de pelo indomable y continua sonrisa. Aunque no podía evitarlo cuando lo miraba, Selene esperaba que de sus molares surgieran colmillos de lobo y que la mirada alegre se convirtiera en una asesina. Con ella como objetivo.—La feria empieza en cuanto la Luna alcanza su punto más alto—añadió mirándola.

—¿Perdón?— preguntó Selene que, perdida en sus cavilaciones, no se había enterado de nada.

—¿Estás bien? Me refiero a lo de... ya sabes.

A lo que soy capaz de convertirme en un monstruo asesino capaz de devorarte en tres segundos. A lo que represento lo que tu más odias. A lo que soy absolutamente encantador y eso te vuelve loca y te asusta a partes iguales.

—Si. ¿Lo de hacer una fiesta de noche no es completamente anti-luwynavo? Quiero decir, ¿no representa todo lo malo y peligroso de la Luna o esas cosas?—Añadió tras pensarlo unos instantes.

—En principio no...creo que va más enfocado a la luz en medio de la noche y como el Sol venció a la Luna, por eso se encienden farolillos y tal. --Contestó arrugando la nariz y mirando al cielo como tratando de encontrarle una respuesta.

Tras la vaga explicación de Marcus ambos quedaron en silencio hasta que desapareció todo rastro de que había existido el día.

                                                                                             ***

Los cantos de los juglares y el barullo aturdieron por un instante a Selene. Multitud de colores vivos y capas ondeantes por el viento la rodeaban junto con los puestecitos ambulantes llenos de extrañas artesanías y un curioso e intenso olor a musgo y a especies.

—¿Estás bien? — Marcus preguntó con preocupación al ver la mueca en su cara.

Selene asintió sin molestarse en levantar la voz para responder.

—Paseemos un poco. —gritó en su lugar.

Se movieron lentamente avanzando entre la muchedumbre y por un instante Selene tuvo la sensación de que una mano palpaba con fruición su alforja, en cuanto se giró una silueta de túnica roja desapareció entre la gente.

—Esto está lleno de rateros. —murmuró molesta arrugando la frente.

—Si... —respondió Marcus que sorprendentemente lo había oído.

Antes de que pudieran continuar hablando un joven vestido de soldado que jadeaba de cansancio se dirigió a Marcus sonrojado.

—Han anunciado un ultimátum, tenéis que liberarla ya. No podemos esperar más. Si no se logra detenerlo serán cien esta vez. —farfulló el joven de rizos pelirrojos mirando a su alrededor con preocupación.

Marcus asintió en respuesta. El chico desapareció entre la multitud abriéndose paso a empujones y Selene contuvo el aliento, sintiendo que algo estaba por suceder.

Y sucedió.

Un grito desgarrador rompió el expectante silencio y de inmediato notó la mano de Marcus que la guiaba a contracorriente entre la multitud aterrada. Al fondo logró ver una mujer en el suelo con una daga dorada en el pecho y la sangre que brotaba a borbotones, se detuvo jadeando.

—Tenemos que ayudarla Marcus. --gritó con lágrimas en los ojos de miedo.

Los ojos del aberrante nunca le habían parecido tan gélidos e insensibles.

Negó con la cabeza.

—Es demasiado tarde para ella. Tenemos que irnos. Ahora.

No.

Asintió dócilmente dejándose guiar por el aberrante y en el instante en el que Marcus relajó la mano con la que la sujetaba corrió tratando de esquivar a la multitud, tirando a un viejito que refunfuño y que le tiró algo desde el suelo. Miró atrás sintiéndose culpable al ver la cara desconsolada de Marcus pero no regresó.

Al llegar a la zona del asesinato se quedó desconcertada, quienes empuñaban el arma justiciera vestían armaduras luwynavas, aquellas que tiempo atrás le habían proporcionado una sensación de hogar y calidez. El mismo estandarte que Yim lucía con orgullo. La joven soldado que sostenía el arma le lanzó una mirada envenenada.

Tal vez...Tal vez se lo merece...a lo mejor...

Pero por mucho que Selene buscara excusas para convencerse de que los soldados tenían algún motivo para propiciar el acto que veían sus ojos no encontraba una explicación. El cadáver profanado de la mujer tenía un tajo en forma de luna en el cuello y una herida de la que todavía brotaba sangre. Sus ojos, aun muertos, expresaban tantos sentimientos que a Selene le ardía el pecho de dolor; furia, desesperanza, desprecio y, sobre todo, resignación ante su destino.

—Esta mujer difundía rumores falsos del Consejo y de nuestro Señor, ¿estáis de acuerdo con su destino?—preguntó la soldado encarándose con asco.

Selene trató de balbucear una mentira pero las palabras se atascaron en su garganta. Al ver que no respondía la mujer desenfundó un cuchillo largo revestido de oro y acercándose más repitió la pregunta, aquella vez con más odio.

—¿Estáis de acuerdo?—Repitió escupiendo al cuerpo de la desdichada mujer.

En los siguientes segundos sucedieron varias cosas, notó como la mujer presionaba el cuchillo en su cuello abriéndole una fina herida, una mano que presionaba algo contra sus labios, el sabor a sal, a romero y a algo más, como todo se tornaba vidrioso y la voz de Marcus de fondo rogándole que resistiera.

Todo eso antes de la oscuridad.

Selene la llamada de la Diosa (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora