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Un momento no puede detenerse, es imposible poder guardar un momento en una caja o en un frasco de cristal como guardamos flores, collares o artilugios diversos, un momento, es algo especial que es tan efímero que por eso se considera preciado, es algo que no podemos atrapar por más que intentemos, que solo se guarda en la memoria, pero incluso la memoria llega a fallar y el momento se modifica.

Nunca permanece igual, es distante, lejano, pero, en ese mismo momento, Barry Allen quería guardar ese momento en un frasco de cristal para verlo cuantas veces quisiera, no era un momento simbólico como un primer beso, una primera palabra o algo singular, solo, estaba él, de pie, sosteniendo a Badala de la cintura.

No había más, no había acercamientos, no existía un roce de labios in palabras llenas del mas cursi amor, no, solo era una mirada, una hermosa, divina, casi feérica mirada de unos ojos cafés, de un café como el que te hace despertar en las mañanas, el café que te impide dormir, que te da energía y una razón para seguir el día.

UN café que Barry Allen consideraría ahora, su color favorito en el mundo, gran parte de la población tiene ojos cafés, pero nunca logrará encontrar otro café como en el de los ojos de Badala, con ese brillo, esa luz de luciérnaga encerrada en sus pupilas, si fuera por él, se perdiera horas mirándola.

Aunque en realidad solo habían pasado segundos, pero él, con su velocidad, hacia mas lento el momento, porque no quería que se terminara, no quería dejar de sentir el calor que emanaba del cuerpo de Badala, de cómo sentía un cosquilleo en la palma de su mano al estar esta en contacto con la ropa de su cintura.

Tal vez estaba pasando por algún efecto secundario de sus poderes, pero, esa mujer, esa chica de fragancia exótica, de mirada hipnótica y esencia de realeza, lo estaba haciendo tener visiones de una princesa, palacios y un velocista como él, lo hacía llorar, su corazón palpitaba con dolor con su cercanía.

Y si debían trabajar juntos, debía encontrar respuestas a su extraño comportamiento interno para no generar más momentos incomodos y sacarse de una vez por todas el apodo del niño que llora, no quería que ella lo viera solamente como un hombre que derrama lágrimas.

Por alguna loca razón, quería que ella lo viera como el héroe de Ciudad Central, el gran velocista escarlata que llaman Flash, quería que lo viera con admiración y respeto, algo loco, algo totalmente demente de su parte desear eso de una completa extraña, pero ahí estaba ese deseo.

—¿Me puedes soltar? —pregunta Badala amablemente cuando la velocidad cobro su rumbo habitual, Barry parpadea un par de veces y asiente, alejando sus manos de su cintura, sintiendo que algo faltaba, sintiendo calambres en sus dedos ante la lejanía

—Lo lamento

—Si, yo también—responde algo incómoda mirando a su alrededor—creo que debo irme, pero...nos vemos luego, supongo—da varios pasos atrás, le da una pequeña sonrisa y se va de ahí sin mirar atrás.

Ashes of love| Barry AllenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora