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En el elegante bistró, las luces se reflejaban tenuemente en la cristalería, dando un resplandor dorado a todo el lugar. Barry estaba sentado frente a Patty, admirando su vestido, que contrastaba perfectamente con sus ojos. Ella le sonreía, mostrando su radiante felicidad. Sin embargo, en el rostro de Barry, una ligera sombra de preocupación velaba sus ojos verdes.

Patty hablaba de algo, pero las palabras se perdían en el zumbido del lugar para Barry. Cada vez que intentaba sumergirse en la conversación, una imagen recurrente venía a su mente: Badala, con aquellos ojos brillantes, desenvolviendo su regalo navideño y sonriendo de esa manera que llegaba directo a su corazón.

De repente, el entorno cambió.

El ruido del bistró fue sustituido por el zumbido amenazante del viento y el rugido del tráfico de la ciudad. Estaba parado en una calle concurrida, levantando la mirada hacia dos figuras en lo alto de un edificio cercano. Una de ellas era la terrorífica silueta de Zoom, sosteniendo a Patty por el brazo en el borde del techo. Pero, al otro lado, Badala estaba allí también, mirándolo con ojos suplicantes.

La voz de Zoom, profunda y burlona, resonó en sus oídos.

—Elige, Flash. ¿A quién salvarás?

Barry sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho.

Era una elección imposible, una que no debería tener que hacer.

Se encontraba paralizado, no por la indecisión, sino por la impotencia abrumadora de la situación.

Badala, con una voz suave y triste, murmuró:

—Salva a Patty, Barry—La mirada de Badala, llena de aceptación, fue un puñal que se clavó directo en su alma.

Justo cuando sintió que su mundo se desmoronaba y la impotencia amenazaba con consumirlo, Barry despertó con un sobresalto. La pesadilla había terminado, pero la sensación de impotencia y el palpitar frenético de su corazón se quedaron con él.

Tomó su teléfono mientras se ponía de pie y va al baño donde marca el teléfono de Badala.

—Ehh—gruñe del otro lado de la línea haciendo suspirar a Barry—¿Otra vez tienes sueños eróticos conmigo?

—No es así, solo, quería ver saber cómo estabas

—Barry, son las tres de la mañana, si a la otra, no estas en mi cuarto con un café y nada de ropa, entonces no me molestes, olvida lo de nada de ropa, tengo sueño

—Perdón y no estaba teniendo sueños eróticos contigo—se defiende rápidamente con una pequeña sonrisa en el rostro

—Aja, van varias noches que me despiertas a la misma hora, si no son sueños húmedos, son pesadillas, pero como soy yo, se que es lo primero, escucha, pervertido, si algún día terminas con tu novia, tal vez considere darte sexo de consuelo, mientras tanto, deja de llamarme a las tres de la mañana—exclama lo último un poco más fuerte antes de colgar el teléfono.

Ashes of love| Barry AllenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora