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Era de noche, la ultima semana, Badala había estado visitando los muelles, como si esperará algo, aunque aún no sabía con exactitud lo que era, al mismo tiempo, era una forma de alejarse de Barry Allen, odiaba escucharlo hablar con Paty, hablar de Paty y solo pensar en Paty.

Harry tenía razón, no debía encariñarse con un velocista de nuevo, en especial uno que ya tenía a alguien en su corazón, era una batalla perdida y Badala no quería ser catalogada como una roba novios, aunque le gustará mucho robar cosas en el pasado, no quería rebajarse a hacerle eso a otra mujer, por lo que, lo mejor que podía hacer era pasear por los muelles, lejos de Barry Allen y su adorable rostro.

Caminaba tranquilamente como todas las noches desde que decidió emprender ese camino nocturno, solo que está vez, había algo diferente, se sentía algo peligroso en el aire, su instinto le decía que debía correr de ahí y largarse, pero su parte curiosa y temeraria le exigía quedarse y enfrentar lo que sea que estaba por pasar.

Entonces lo escucha, gritos de dolor y sonidos de una pelea, se acerca con cautela y observa a un hombre con una gabardina larga que guardaba dagas, se veía muy cool según Badala quien sale de su escondite y el hombre se da la vuelta, observándola, abriendo levemente los ojos, como si la hubiera reconocido.

—Buenas noches, su majestad—inclina la cabeza con respeto y Badala frunce el ceño

—¿Lo conozco? —tal vez debería alarmarla los muertos detrás de él, pero, viene de tierra dos, así que un par de cadáveres no la intimidaban con facilidad

—No, por desgracia su reino existió antes del mío, pero a lo largo del tiempo he recopilado información sobre su leyenda y la maldición que le lanzó al mundo, debo admitir, que me vi inspirado por su pasión para crear mi propia maldición, su majestad

—¿Por qué sigue llamándome así? Es raro—murmura quedándose en su lugar—¿Quién es usted?

—Me llamó Vándalo Salvaje y si quiere, su majestad, tengo algo para usted—saca de su abrigo una bolsita, se acerca hasta Badala y se la entrega con humildad, la chica lo toma entre sus manos con expresión curiosa

—Podría llamar a la policía para que te arresten por lo que les hiciste a esos hombres—señala a los muertos detrás y Vándalo toma una de sus manos libres, dándole un beso antes de ponerla sobre su frente, como una señal de respeto y adoración

—Usted protege a sus súbditos, confió en que hará lo mismo conmigo, su majestad—levanta brevemente la mirada, da una ultima reverencia y se va de ahí, Badala se queda confundida, pero no decide llamar a la policía, encontraran los cadáveres en la mañana.

Y de todas maneras, no era su tierra como para meterse en asuntos más allá de su pelea contra Zoom, así que camina lejos de la escena del crimen y llega a su habitación del córtex donde, asegurándose que esta sola, abre la bolsita que Vándalo Salvaje le obsequio.

Ashes of love| Barry AllenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora