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Barry se va al pasillo con Cisco donde hablan de su velocidad mientras que Caitlin se queda en el córtex con Badala quien desvía la mirada hacia el suelo, Jay se va de ahí con los puños apretados y Harry vuelve al taller, suspirando mientras se acomoda las gafas pensando en la estupidez que su protegida acaba de cometer.

Caitlin se acerca a la chica.

—¿Estas bien?

—Necesito algo de aire—murmura Badala sin decir palabra alguna y saliendo de ahí, huyendo.

No de Caitlin, no de sus emociones, no de las acciones que acaba de hacer, sino del hombre que seguía en los Laboratorios S.T.A.R. y que no iba a dejar pasar ese beso como todos los demás, pero, no tenía a donde huir.

Así que fue al lugar que ella consideró seguro, la tubería, él no podría entrar en una de esas celdas sin ponerse vulnerable a parte, no se le pasaría por la mente que ella se hubiera escondido ahí, tenía miedo, esa mirada en los ojos de Jay.

Era la misma mirada que ponía antes de asesinar a alguien.

La misma que puso cuando aventó de las escaleras a la maestra que se había atrevido a golpearla hasta hacerla sangrar, la mirada cuando asesinó frente a sus ojos a un chico que quiso abusar de ella en un callejón.

Era la mirada de que iba a matar a Barry Allen por haberse atrevido a besarla.

Era una tonta, no debió besar a Barry, no debió ponerlo en peligro, sabía que ahora, aunque se entregara sumisamente a Zoom, este no dejaría pasar la ofensa de Barry y su promesa de no lastimarlo sería mentira porque él nunca dejaría con vida a un velocista y mucho menos a uno que se atrevió a tocar lo que es suyo.

A pesar de que ella no era de nadie, pero, nunca podría hacer entender a Hunter de lo contrario.

Era el momento de entregarse, antes de que pasarán más cosas, antes de que sus sentimientos por Barry crecieran más, antes de cometer otra tontería como la de ese día.

Decidida ante lo que tenía que hacer, deja todas sus pertenencias en el laboratorio y va hacia los muelles, en el camino, pensaba en lo que estaba por hacer, iba a volver a la vida que intento dejar atrás, con el hombre que había sido su mejor amigo y que ahora era el monstruo de sus pesadillas.

Era curioso como podía cambiar la gente, ella cambió para el bien, él solo se adentró más en su propia oscuridad, a pesar de que lo conoce mejor que nadie en el mundo, Badala sabía que la poca bondad que aún habitaba en el corazón de Hunter, estaba perdida, porque nadie podría llegar a ella.

Los muelles de Ciudad Central estaban bañados por la luz tenue del anochecer. Badala está allí, de pie, mirando al horizonte donde el cielo y el agua se encuentran en una danza de colores crepusculares. Su rostro refleja una mezcla de determinación y tristeza.

Ashes of love| Barry AllenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora