—¡Vamos, Mayne! No es para tanto —dije tratando de calmar la situación.
—No digas que no es para tanto porque sí lo es —exclamó entre dientes. Obviamente no se le había pasado el enojo todavía.
—Es un pequeño raspón. Prometo que te lo pagaré.
—Uno —se giró bruscamente mientras me señalaba—, dañaste a mi bebé y eso no te lo perdonaré. Y dos, si no lo hacías igual te iba a obligar —después de eso siguió su camino.
Me quedé en mi lugar unos segundos sintiéndome herida, ya que él fue el que prácticamente me obligó a manejar tan a oscuras. Y claro que se lo dije.
—¡No pensé que pasaría esto! —casi gritó en respuesta a mi reclamo. Cuando se dio cuenta trató de relajarse respirando profundo—. Perdón si me exaspero pero sabes muy bien el cuidado que tengo con mi carrito. Es mi bebé.
—Lo sé, y yo también lo siento. Además, ya no será el único bebé que tengas —sonreí mientras bajaba y subía las cejas con burla. Él bufó pidiendo que me callara mientras abría la puerta principal de la casa.
La pelea que tenían mis padres se escuchaba desde antes de llegar, pero no les préstamos mucha atención. Seguimos nuestro camino hacia nuestros cuartos pero mientras subíamos las escaleras escuchamos a papá llamarnos.
—¡¿Dónde coño estaban ustedes a esta hora?! —tenía la respiración acelerada al igual que mamá, los puños cerrados y los ojos casi fuera de sus órbitas. Lo hemos visto así Miles de veces, parece un animal cuando está en ese estado.
—¿Y a ti qué te importa? Ya somos adultos.
—¡A mí me respetas, maldita sea! ¡Y mientras vivan en esta casa…!
—Y una mierda, ya somos mayorcitos —Mayne ya sabía lo que se venía así que me agarró del brazo y corrió escaleras arriba hasta nuestras habitaciones. Cada quien entró en la suya y casi al instante escuché a papá gritar un montón de insultos hacia nosotros. Después sus pasos fueron directo hacia su cuarto.
Unos minutos después se pudo escuchar a mamá gritarle que se fuera al sofá, pero por más palabrotas que soltara terminó haciendo lo que le dijo.
Yo ya estaba en pijamas, acostada boca arriba mirando el techo. No podía parar de pensar en todo lo que hablamos Mayne y yo. Tanto en su casamiento como en lo que me dijo de Ranzel.
Él no me gusta, claro que no. Simplemente me sorprendió que mi mellizo asegurara que le gusto a su mejor amigo. Hace muchos años que no lo veo, solo en las fotos que me muestra Mayne de él de vez en cuando, pero nunca les presto demasiada atención, no quiero darle más razones para que piense que sí me gusta, porque no es así.
No lo es.
Suspiro pesadamente mientras me levanto, miro la hora y noto que ya es media noche. Salgo de mi cuarto y entro en el de mi hermano. Lo inspecciono y como siempre, tiene todo regado por todos lados. Lo único que tiene arreglado es su escritorio donde tiene su laptop y unos cuantos cuadernos.
Fijo mi vista en su cama, él está boca abajo mientras ocupa toda la cama con sus extremidades. Me acerco a él con cuidado para despertarlo, pero cuando me agacho él abre los ojos, asustándome.
—Te escuché entrar —me explica mientras se pone boca arriba dejándome espacio a su lado.
—Perdón si te desperté…
—No lo hiciste —me acosté poniendo la cabeza en su pecho y él su mano en mi espalda mientras la acariciaba—. No puedes dormir, ¿eh?
—No. No dejo de pensar en lo que me dijiste.
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Lealtad de Mellizos
Teen FictionLa familia es primero. Eso te enseñan desde pequeños, aunque no siempre se cumple. ¿Por qué? Porque a veces tu propia familia te da la espalda, te traiciona y te abandona. Y cuando eso no pasa, cuando te toca una familia por la que sí darías la vida...