Capítulo 1

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3 años después.

No puedo tener ni un minuto de privacidad en esta casa.

Ni un puto minuto.

—Sabes bien que mejor te queda el negro —habló mi hermano atrás de mi, di un salto por el susto.

Volteé mirándolo con mi mejor cara de asesina, mientras que él estaba muy cómodo sentado sobre mi cama.

—¿No sabes lo que es tocar? O mejor aún ¿la privacidad? —pregunté furiosa.

—¿Y tú todavía no te metes en la cabeza que ninguno de los vestidos que te dió papá los usarás verdad? Son horribles.

Ay Mayne... a veces odio cómo tienes la razón casi siempre.

Los vestidos que me dio nuestro padre sí que son horrendos. Me llegan al piso, son de manga larga y sus colores son tan opacos que pareciera que fuera a un funeral...

...del siglo XV.

—Touche... —miré los dos vestidos que traía en cada mano. En la izquierda tenía uno que me dio mi papá de color beige, y en el otro uno que me dio mi mamá de color negro. Mi favorito desde entonces.

—¿Por qué sigues dudando cuál vestido usar siempre? Mejor dicho, ¿por qué no tiras los que te dio papá en tus veintes? —reclamó con cara de asco.

Todavía recuerdo la cara de mi padre cuando vio que mi mamá me había dado también vestidos, y más cuando notó cuánto mostraban y lo elegante que eran.

No como los que me dió.

—No quisiera herir sus sentimientos —susurré dejando los vestidos en la silla que tenía al lado.

—Él hace eso siempre contigo, hiere tus sentimientos sin piedad sin importarle si están sólos o en público y por la razón más estúpida. Y tú no puedes tirar unos malditos vestidos que ni te gustaron desde el momento en que los viste.

No dije nada, me encogí de hombros mientras miraba el suelo. Escuché cómo se levantó yendo a mi dirección.

—No dejes que te prive de hacer o ponerte lo que te guste. Él no tiene que decidir nada sobre tu vida, eres una mujer adulta lo suficientemente capaz de controlar su vida —sonaba molesto, y con toda la razón del mundo. Dudó un momento pero al ver que no decía nada me abrazó, apoyé mi mejilla en su pecho correspondiéndole.

Al separarnos me tomó de la cara, viéndome fijamente a los ojos. Después de unos minutos habló.

—Somos mellizos, estamos conectados... —esperó a que continuara con una sonrisa. Sonreí igual continuando aquél lema que teníamos desde pequeños.

—...y por eso somos perfectamente raros —concluí. Me dejó un beso en la frente y se encaminó directo a la salida de mi cuarto. Se detuvo en el marco de la puerta volteando para verme.

—Ponte lo más perra posible —sonrió con malicia, a lo cual me reí mientras asentía.

Terminó de salir de mi cuarto por lo que agarre el vestido negro, poniéndolo frente a mi cuerpo mientras me veía en el espejo. Una sonrisa se formó en mi cara al instante.

Me quité la bata para poder ponerme el vestido. Me dejaba la espalda descubierta hasta la mitad, con unas tiras finas que lo sujetaban de mis hombros, y me llegaba un poco más arriba de la mitad de los muslos.

El cabello lo recogí en una coleta de caballo. Me puse unas zapatillas blancas y procedí con el maquillaje. Algo de polvo, un delineado de gato y los labios de negro.

Lealtad de MellizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora