Capítulo 9

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Mientras más días pasaban más desanimado veía a Mayne. Ya no hacía bromas, casi no hablaba, comía poco. Parecía muerto en vida.

Después de lo que me dijo en el hospital no supe más nada, no dijo nada en todos estos días, solo espero que no hayan obligado a Ámbar a abortar. Sería horrible si eso hubiera pasado.

Me dirigí a su habitación para hablar con él, necesito saber qué pasó con el tema de Ámbar.

Al entrar todo estaba más desordenado que de costumbre, las luces estaban apagadas pero noté el bulto de su cuerpo sobre la cama. Encendí las luces y oí un leve quejido a la vez que se cubría la cara con las sábanas.

—Mayne… —dije, sentándose frente a él en el suelo.

—¿Mhm?

—¿Qué tienes?

—Nada —su tono era cansado.

—No parece que tengas nada —traté de bromear con una sonrisa, pero decayó al notar que ni se movió—. Mira, estoy preocupada por ti, entiendo si no quieres hablar pero…

—Ámbar no abortó —respiré en alivio, aunque no duró mucho—, pero tiene prohibido hablarme.

—Ay… Mayne…

—No tienes que decir nada, no es necesario —suspiró, sentándose en la cama. Tenía unas ojeras enormes, el pelo desordenado y la vista perdida—. Duele, Megan. Y mucho. Ni siquiera sé cómo está, a duras penas sé lo que te dije porque fui a su casa y su padre me dijo eso casi sacándome a patadas. “No sabrás nada de ella, ni ella de ti. No la busques más si no quieres tener un hijo muerto” ¿Qué tan mierda tienes que ser para decir algo así? —se le escapó una lágrima.

Noté que yo también estaba llorando. Todo lo que mi hermano me estaba contando las sentía como mil dagas al corazón, por lo que ahora entiendo totalmente su estado.

—Ya no puedo, Megan. Ya no. Quiero saber cómo está, cómo está el bebé. No quiero estar separado de los dos solo porque John así lo decidió pero tengo miedo de que cumpla con… —sus labios se apretaron con fuerza sin poder decir la palabra.

—Yo… Yo puedo escribirle, tengo su número y tal vez…

—Le prohibieron hablar con cualquier Fornéz, no solo conmigo.

—Debe haber una solución…

—Si la hay no sé cuál es.

Hubo un momento de silencio en el cual pensaba qué podríamos hacer, pero unos sollozos me interrumpieron.

Me levanté del suelo rápidamente y lo abracé, tratando de consolarlo. Nunca había visto a Mayne llorar, es la primera vez que lo veo tan vulnerable.

—Megan… —dijo entre sollozos, tratando de calmarse—. La amo, Megan…

—Lo sé, lo sé —agarré su rostro con mis manos. Pasé mis dedos por debajo de sus ojos en un intento de apartar las lágrimas. El corazón se me partía entre más tiempo lo veía—, y por eso buscaremos una solución.

—Pero…

—Shh… Tú déjamelo a mí. Yo me encargo de todo, ¿ok?

—No quiero causarle problemas…

—No lo harás, confía en mí. ¿Sí? —asintió dándome la primera sonrisa que le veo hacer en semanas—. Somos mellizos, estamos conectados…

—… y por eso somos perfectamente raros.

♔︎♕︎♔︎♕︎

Me puse la capucha de mi suéter negro y lancé unas sábanas amarradas por mi ventana para poder bajar por ahí. No puedo salir como lo haría normalmente, papá se moriría y mamá haría muchas preguntas que no puedo responder.

El día que Mayne me confesó todo mamá empezó con su interrogatorio, prometí no decir nada así que solo le expliqué que Mayne estaba desanimado por todo lo que había pasado. Y aunque sabía que no me creía no siguió con sus preguntas.

Caminé con algo de prisa entre la solitaria calle. Estaba muy oscuro ya que era media noche, pero eso no me impidió llegar a mi destino.

La mirada perdida y llena de lágrimas de mi hermano era lo único que había visto de él por más de una semana. No volvió a sonreír hiciera lo que hiciera, y eso es lo que me motiva a hacer esto.

Verlo sonreír otra vez.

Tiré piedritas hacia su ventana hasta que vi luz. Sus ojos cristalinos estaban rojos e hinchados seguramente porque había llorado mucho. Aún así me expresaron confusión y miedo al verme.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en un susurro que casi no oigo.

—Mayne está muy mal, quiere saber de ti y el bebé —le expliqué sin alzar mucho la voz, no quiero que sus padres se alerten.

—¿En serio? —cambió su expresión a una triste—. Papá dijo que Mayne le confesó que no quería saber más de mi si le iba a dar tantas complicaciones. Incluso le pidió que me obligara a… abortar.

—¿Qué? ¡Claro que no! ¿Crees a mi hermano capaz de hacerte eso después de todo? —negó con la cabeza y una sonrisa en su rostro—. Él te ama, Ámbar. Nunca dudes eso.

—Y no lo hago.

—Tu padre es quien te ha mentido. Él quería hacerte abortar y chantajeó a Mayne diciéndole que no haría nada si se alejaba de ti. Le dijo que te prohibió hablar tanto con él como con cualquier Fornéz.

—¿Es eso cierto? —el dolor en su rostro era palpable. Escuchar que tu propio padre fue capaz de hacer estas cosas debe ser… horrible, pero tenía que decírselo.

—Lo lamento mucho, pero es la verdad —se limpió una lágrima antes de hablar.

—¿Y te arriesgaste tanto solo para decirme eso?

—No, quería pedirte que le hicieras una carta a mi hermano. Así él y tú pueden seguir en contacto de esa forma —hice una pausa, recordando la cara de dolor de mi hermano—. Él… él necesita saber de ti.

—Y yo de él —sonreí por su respuesta—. Ahora mismo me pongo a hacerla. Mientras deberías esconderte, por si acaso —asentí mientras me movía hacia unos arbustos y ella se volvió a meter en su cuarto.

Pasaron unos veinte minutos antes de que escuchará mi nombre. La sonrisa le iluminaba el rostro cuando me lanzó la carta, e incluso se rio un poco en mi intento de atraparla en el aire.

—Lo escribí en la carta, pero dile que lo amo y extraño con toda mi alma —su mirada y sonrisa eran radiantes en comparación a como la había encontrado hace un rato. Asentí y le sonreí de igual forma al por fin escucharla decir que amaba a mi hermano.

Entré a mi casa de la misma forma en que salí, y aunque fue más complicado, lo logré.

Me cambié a la ropa de dormir y me asomé al cuarto de Mayne. Estaba despierto, incluso parecía que me estaba esperando.

—Te estaba esperando —bueno, no me equivoqué—. ¿Dónde estabas?

—Adivina —sonreí extendiéndole la carta. Él la vio con una ceja enarcada, pero igual la tomó. La desdobló y su mirada se iluminó al ver de quién era.

Como que se han iluminado muchas miradas hoy ¿verdad?

Lealtad de MellizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora