Megan
El teléfono de mamá no había dejado de sonar desde que Mayne fue a ver a Ámbar. No sé quién la está llamando con tanta insistencia, aunque debo admitir que tengo una idea de quién podría ser, pero ella solo cuelga con rapidez cada que el teléfono empeza a sonar. Ella está manejando ya que estamos regresando a casa para buscarle algunas cosas a Ámbar, a la bebé e incluso a Mayne, pero el sonido del teléfono ya lo sentía como un taladro en mi cerebro, me giré hacia mamá y parecía estar igual, me miró por el rabillo del ojo unos segundos.
—Haz que se calle, por favor, no aguanto otra llamada más —me suplicó. Hice lo que me pidió. Suspiré en alivio al por fin poder descansar de tan irritable sonido.
Aún así no puedo dejar de pensar en mi hermano, en el dolor tan grande por el que deben estar pasando. Me destruye el alma todo esto ya que estábamos tan ilusionados con sus llegadas, mis sobrinas fueron el centro de atención desde el primer momento.
—Megan —giré la cabeza hacia mamá, parecía cansada y algo asustada mientras miraba hacia la entrada. No me había dado cuenta de cuando nos detuvimos.
Me incliné un poco para poder ver a través de la ventana del auto, encontrándome con mi papá, de pie frente a la puerta de la casa. Parecía estar molesto. Mi sospecha del dueño de las llamadas parecía ser correcta.
Después de un silencio incómodo y unas cuantas miradas decidimos bajarnos del auto, nos encaminamos en dirección a la entrada, por consiguiente, en dirección a papá. Él mantenía la vista fija en mamá. En el momento en que estuvimos frente a frente los tres ninguno dijo una palabra, se me hicieron los segundos más largos de mi vida e incluso me sentí fuera de lugar, ya que papá se veía molesto con mamá, y a mi me estaba ignorando por completo.
No sabía qué hacer, mucho menos qué decir. Me incliné disimuladamente hacia un lado intentando pasarle por un lado a papá, pero justo pareció darse cuenta de mi presencia y me dio una de sus peores miradas, haciendo que regresara a mi lugar de sopetón.
—¿Dónde carajos estaban? —él mismo rompió por fin el silencio. Mama se cruzó de brazos sin responderle ni quitarle la mirada—. ¿Dónde. Carajos. Estaban? —exigió pausadamente y ligeramente más molesto, si eso era posible.
—¿Y a ti que coño te importa? —escupió mamá, me agarró de la muñeca y le pasó por un lado rápidamente, pero no lo suficiente, ya que él me atrapó la otra, haciendo que quedara entre los dos, uno agarrándome con fuerza y el otro con suavidad.
—Suéltala —me jaló.
—No hasta que me digan en dónde se metieron —me jaló de vuelta.
—¿Y por qué tendría que decírtelo? —otro jalón.
—Porque soy tu maldito marido y estuve llamándote un millón de veces —me van a arrancar los brazos si siguen tratándome como muñeca de trapo.
—Si no te contesté fue porque no me Dio la malparida gana, y me vale tres hectáreas que seas mi esposo.
—Dime de una buena vez dónde estuvieron todo el día, y dónde están el otro mellizo y la negra —su tono fue de desprecio. Hice una mueca.
—Como se nota que los quieres ¿no? —seguían con los jalones, pero ahora eran más fuertes. Gruñí ruidosamente intentando que se dieran cuenta que ya empezaban a lastimarme, pero hicieron caso omiso.
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Lealtad de Mellizos
Novela JuvenilLa familia es primero. Eso te enseñan desde pequeños, aunque no siempre se cumple. ¿Por qué? Porque a veces tu propia familia te da la espalda, te traiciona y te abandona. Y cuando eso no pasa, cuando te toca una familia por la que sí darías la vida...