Capítulo 12

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Después de hacer un enorme berrinche y que Mayne se cansara de preguntarme qué había pasado y no obtener respuesta, empezó a contarme el propósito que lo hizo interrumpir el mejor sueño de mi vida.

—Ámbar se salió de su casa, empacó y vino directo aquí —mis ojos se abrieron a más no poder.

—Y, y, y… —me enredé por las miles de preguntas que rondaban en mi cabeza. Suspiré tratando de centrarme—. Eh, ¿qué pasó? —sonreí inocentemente. Mayne se rio de mi un rato en el que me dediqué a golpearlo y exigirle que hablara de una buena vez.

—Ella peleó con su papá y le dijo que si la iba a tratar como mierda mejor se largaba —explicó por fin entre risas. Estabilizó su respiración y después siguió hablando—. Me llamó a las nueve diciendo que estaba afuera, ahora está en la sala hablando con mamá.

—¿A las nueve? ¿Y qué hora es?

—Pasa del medio día, hermanita —sonrió de boca cerrada.

¿En serio dormí toda la mañana?

Es que ese sueño estaba demasiado bueno…

Pero gracias a Mayne, quedé con la duda de quién era ese magnífico ser.

Me sacudí el rostro con las manos y me levanté para ir al baño. Un rato después ya estaba en la sala con mamá, Mayne y Ámbar.

Papá está en… ni siquiera sé dónde está, pero ojalá no regrese pronto.

—Ésta es tu casa, cariño. Más ahora que te convertirás en una Fornéz —mamá le dio una sonrisa tranquilizadora a Ámbar. Ella no había parado de llorar desde que llegó, lo cual ya fue hace poco más de tres horas.

Mucho tiempo llorando a mi parecer. Tal vez también influyan las hormonas del embarazo…

Necesito comer, ya ni sé lo que digo. Aunque tampoco tengo tanta hambre, así que solo agarraré algo de jugo.

—¡Gracias por todo, Señora Miller! —Ámbar lloriqueó y abrazó de lado a mi mamá, sorprendiéndola e interrumpiendo mis pensamientos sobre el desayuno—. Espero no causarles muchas molestias.

—Claro que no —le afirmó correspondiendo el abrazo—. Como ya dije, eres más que bienvenida y puedes quedarte cuanto desees.

—¿Y qué hay de su esposo?

—Por él ni te preocupes, a ese monstruo lo controlo yo —Mayne y yo reímos por lo bajo.

Ámbar se tranquilizó por fin después de un rato, disculpándose y diciendo que el embarazo la hacía llorar mucho.

No estaba tan equivocada después de todo.

Mayne la llevó al cuarto de visitas para que guardara sus cosas. Él la quería tener en su cuarto, pero tanto Ámbar como mamá dijeron que no. Ámbar por vergüenza y mamá por prevenir un trauma, así que no tuvo mucha opción.

—¿Estás segura de que te quieres quedar aquí? —le preguntó mi hermano por milésima vez.

—Ya te dije que sí, Mayne. No quiero incomodar a tu mamá y mucho menos a tu papá.

—Él se puede joder. De todas formas solo estaremos aquí hasta que consigamos un lugar propio.

—Un apartamento pequeño estaría bien para mí. Con que quepamos los tres es más que suficiente —Ámbar sonrió. Mayne se le acercó por detrás y la abrazó, dejando un beso sobre su cabeza.

Sonreí inconscientemente mientras me giraba para salir, pero la voz de Ámbar me detuvo. La miré esperando que hablara.

—Gracias por todo lo que has hecho por nosotros —hizo una pausa—, bueno, por Mayne. Fuiste la razón por la que decidí irme para estar junto a mi chispitas.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Porque cuando te vi ahí, sola a mitad de la noche, enfrentando los peligros de las calles e incluso de tus padres solo para ver una sonrisa de tu hermano, me inspiraste a también ser valiente y luchar por lo que quiero —sentí mis ojos llenos de lágrimas, vi a mi hermano y él estaba igual, sonriendo de oreja a oreja—. Y lo hiciste aún más cuando fueron los dos. Sé que fui una gran sorpresa para ti, me atrevo a decir que un golpe duro, por lo que no me alcanza la vida para agradecerte lo que hiciste.

—No es para tanto —bajé la cabeza ya que sentía las mejillas calientes. Limpié una lágrima que se escabulló—. Solo hice lo que creí mejor —le sonreí, mirándola.

—Gracias de nuevo —se acercó con los brazos extendidos y me abrazó, y aunque me sorprendí al inicio, se lo correspondí. Suspiré a la vez que solté una risa al notar la expresión de Mayne. Se estaba tapando la boca con las manos, sus ojos llenos de lágrimas y estaba rojo cual tomate.

—Cielo, creo que esas hormonas de embarazo me están afectando también —confesó mientras se abanicaba la cara con las manos, sus labios apretados seguramente aguantando un grito.

Ámbar y yo reímos como si nos hubieran contado el mejor chiste de todos los tiempos. Mayne solo podía suspirar y abanicarse mientras nos miraba.

—Estoy tan feliz de que se lleven bien —se le escapó un grito—. Ámbar hazme el favor y regrésate las hormonas a tu cuerpo. Me siento y seguro parezco un ridículo.

—Sí pareces, pero igual te amo —se acercó y le dio un beso corto en los labios—. Te ves lindo aún cuando pareces un tomate.

—¡Oh, cállate!

—¡Sólo digo la verdad! ¿Tú qué dices, Megan?

—Opino lo mismo que mi querida cuñada.

—¿Ves? —me señaló—. Eres adorable.

—No soy adorable. Soy rudo, fuerte y misterioso —Mayne hizo unas poses y expresiones extrañas que nos hicieron reír aún más.

Estoy muy feliz de tener a mi hermano de vuelta, incluso el que Ámbar esté aquí me hace feliz. Conviviremos y así la conoceré más de lo que ya lo hago. Mamá incluso podrá conocerla, aunque ya se llevan de maravilla. Papá es caso aparte, solo espero que no forme su escándalo, ya veremos.

Mientras tanto queda disfrutar de esta nueva etapa que se acerca a nuestras vidas.

Lealtad de MellizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora