Capítulo 10

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“De: Tu futura esposa.

Para: Mi futuro esposo.

Megan me ha contado que has estado deprimido, por lo que espero que esta carta te alegre un poco. También quiero que sepas que mi papá nos ha mentido a los dos, él nunca me prohibió hablarles, y me dijo que fuiste tú quien quería que abortara, y aunque nunca llegué a creerle, al no recibir más noticias tuyas me angustié.

Pero eso ya no importa, ya sé lo que pasó en verdad. Y en cuanto pueda iré a verte, mi amor. Tengo ansias de besarte, abrazarte, de estar contigo… Hablar de cualquier estupidez que se te ocurra y que me duelan las mejillas de tanto reír. Quiero volver a mirar las esmeraldas que tienes por ojos y el fuego de tu cabello, las pecas de tus mejillas junto al sonrojo que estas producen luego de cada beso.

Soy la más feliz estando junto a ti.

Nuestro bebé y yo estamos bien, no te preocupes. Ya cumplí los tres meses y pronto se me notará la panza, por lo que espero con todo mi corazón que antes de que suceda podamos estar juntos sin problemas. Quiero que estés ahí mientras nuestro bebé se hace más notable, en cada eco que me hagan, cada patada, comprando su ropita, juguetes y más. Quiero que estés en todo el proceso no solo porque eres su padre, sino también porque…

Te amo, te amo y te extraño tanto… No lo digo seguido, pero lo hago.

No podría elegir a alguien mejor para formar una familia.

Espero pronto recibir noticias tuyas, chispitas”

Terminé de leer la carta de Ámbar sintiendo el corazón acelerado, una sonrisa se expandió por mi rostro mientras volteaba a ver a Mayne. Él aún sostenía la carta entre sus manos, tenía la boca entre abierta con una sonrisa aún más grande que la mía, sus ojos brillaban conteniendo unas cuantas lágrimas observando aún el escrito.

Lo llamé esperando que reaccionara, pero no lo hizo. Seguía inmerso en las palabras que su prometida le había escrito. Seguro la estaría leyendo una y otra vez, de pies a cabeza. Memorizado cada palabra, cada signo y todos los sentimientos que transmitían. No lo culpo, yo haría lo mismo.

Decir que estaba feliz por mi hermano es poco para lo que siento. Claro, también me da tristeza por algunas cosas, como todo por lo que están pasando los dos, pero espero todo se solucione pronto. Ellos tienen derecho a ser felices.

Suspiré inconscientemente cuando un rostro conocido surcó mi mente. Lo alejé de inmediato.

—Megan —escuché a Mayne llamarme, sacándome de mis pensamientos. Lo cual agradecí.

—Dime.

—Gracias —su sonrisa se ensanchó—. Eres la mejor melliza que pude tener —se lanzó sobre mi rodeando sus brazos por mi cintura y posicionando su cabeza en mi pecho—. No sé qué haría sin ti.

—Lo sé, soy la mejor —bromeé regresándole el abrazo. Mayne rio—. Tu vida sería una pesadilla sin tu queridísima melliza.

—Bue’, tampoco exageres —subió la cabeza para mirarme con una ceja enarcada y aún sonriendo—. No es para tanto.

—Admítelo, estarías perdido sin mi.

—Jamás admitiría algo como eso.

—Lo hiciste hace rato —cuando se dio cuenta que era verdad buscó de cambiar el tema. Y, para mi desgracia, lo que se le ocurrió fue hacerme cosquillas.

Él ya estaba sentado a horcadas sobre mí mientras yo me retorcía sin poder parar de reír y sin posibilidad de escape. Traté de golpear su pecho pero fue tan débil que seguro ni lo sintió.

—¡Mayne! ¡No… respiro! —le grité como pude en medio de risas y la falta de aire. Él me soltó dejándome respirar por fin. Se quitó de encima sentándose a mi lado mientras se burlaba de mi.

—¡Estás igual de roja que tu cabello! —exclamó entre risas.

—¡Oh, cállate!

El Mayne juguetón había vuelto, y no saben lo mucho que lo extrañé.

♔︎♕︎♔︎♕︎♔︎

—Me alegra que estés mejor, mi amor —admitió mamá mientras miraba a Mayne. Estaba tan alegre que parecía irreal después de haber estado deprimido tanto tiempo—. ¿Por qué estabas tan tristón?

Mamá hizo un puchero mientras yo me reía por la palabra que uso. No le quitaba los ojos de encima a Mayne.

Ella no sabía nada sobre lo que había pasado con Ámbar, pero mi hermano y yo estábamos seguros que se imaginaba que su estado tenía algo que ver con ella.

—Solo… —divagó en su mente unos segundos—. No quiero hablar de eso —siguió cenando a la vez que mamá daba un suspiro. Me miró con ojos suplicantes a lo que me encogí de hombros.
 
Por más que fuera mi madre, no le iba a decir absolutamente nada sin la autorización de Mayne. Él ya había dicho que no quería hablarlo, y no puedo hacer nada al respecto.

Sé que un día le contará, pero hoy no será.

—Está bien —se rindió—. De todas formas estoy feliz de que hayas vuelto a ser tú. Me tenías tan preocupada…

—Perdona eso, ma’. Pero ahora no quiero hablar. Tal vez otro día —se encogió de hombros tomando otro bocado de su comida.

Al terminar de comer Mayne me llevó casi arrastrada a su cuarto. No sé qué quiere, pero debe ser algo muy importante.

Se sentó en su cama mientras pensaba. Estaba nervioso por lo que fuera que me iba a pedir, eso era obvio. Me senté a su lado y agarré su brazo para que se volteara en mi dirección, estaba preocupada, pero cuando vi el destello de sus ojos me relajé.

Ese destello solo podía ser por una cosa.

Rodé los ojos cuando me dijo de lo que se trataba, pero la sonrisa no la pude disimular.

—¿Y si me atrapan?

—No lo harán. Haz lo mismo que la otra vez, incluso puedo ir contigo si quieres —suplicó. Negué con la cabeza con una sonrisa en mi rostro.

—Me encanta el brillo que ella causa en tus ojos —confesé en un susurro. Pude ver un leve sonrojo en sus mejillas, algo que me sorprendió y me causo risa. Nunca lo había visto así—. Hasta te sonrojaste —me burlé.

—Claro que no —se aclaró la garganta—. Entonces, ¿vamos?

—Vamos —sonrió como un niño pequeño al que le habían regalado una bolsa de dulces. Me besó la mejilla para después levantarse y salir de la habitación. Unos minutos después oí la regadera.

Se va a poner guapo.

Reí ante ese pensamiento.

Lealtad de MellizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora