Mayne.
¡Taxi! Era lo que quería gritar e irme corriendo con Ámbar. Los gritos no cesaban, aumentando cada vez más el volumen. Mayne esto, Ámbar lo otro, me sentía agotado.
En fin, ya estaba harto.
Mi queridísimo suegro seguía teniéndome agarrado del cuello de la camisa. Mi amado padre estaba a mi lado. Ambos me gritaban y juro que si esto sigue así me quedaré sordo.
—¡Más te vale hacerte responsable de la criatura que viene en camino! —escupió John.
—¡Acabas de arruinar tu futuro! ¡¿En qué carajos pensabas?! –gritó mi padre.
—¡Ya suelten a mi prometido! —escuche a Ámbar gritar mientras trataba inútilmente que su padre me soltara.
Mis ojos dieron con los de mi hermana, supuse que me había leído la mente porque formuló un “contrólate” con la mirada más seria que le he visto en mi vida.
El padre de Ámbar me soltó por fin, así que aproveché a arreglar el cuello de mi camisa.
—¿Esta bien? —pregunto Ámbar con dulzura.
—Oh, vamos —se quejó John—. Al que casi le da un infarto es a mí.
—John, no exageres —mi madre rodó los ojos. Luego sonrió—. Vengan aquí. Felicidades.
Mamá nos abrazo a ambos. Al separarse se le notaron los ojos brillosos.
—Mi hijo el mujeriego será padre —mi cara se torno del mismo color de mi cabello.
—Mamá… —susurré avergonzado.
—¿Que tú hijo qué? —chilló la madre de Ámbar.
Ser etiquetado por "mujeriego" no es fácil, ya que en realidad no lo soy. Que haya tenido mis relaciones y no las presente a mis padres no me hace mujeriego. ¿No?
Y es que, desde que conocí a Ámbar, no tengo ojos para otra mujer. Su piel oscura, sus ojos claros, su personalidad. Todo en ella me gusta.
Me gusta porque la amo.
Y eso con eso basto para pedirle matrimonio.
Su sorpresa no es nada en comparación con la mía.
Después de pedirle matrimonio a Ámbar, ella había sacado un papel y me lo mostró. Era una prueba de embarazo.
Me desmaye ese día.
—¿Pueden dejar que ellos les expliquen? —exigió mi hermana.
Al ver que todos regresaron al comedor, Ámbar y yo comenzamos a explicar.
—Lo conocí en su fiesta de 19 años —comenzó Ámbar—. Compartimos una que otra palabra y ya después nos perdimos el rastro. Meses después nos volvimos a encontrar, hablamos e intercambiamos números. Al poco tiempo empezamos a salir.
—Le pregunte si podía ser su novio...
—¡Se dice "¿quieres ser mi novia?"! —chilló mi padre.
—¡Cállate! —murmuro mi madre.
—... Y ella acepto —seguí luego de una profunda respiración—. No nos presentamos a la familia antes porque queríamos conocernos más.
Todos en la mesa se quedaron callados.
Mi madre y hermana sonreían felices. Por otro lado, mi padre y los padres de Ámbar nos miraban como si quisieran matarnos ahí mismo.
—Lo dije antes y lo vuelvo a repetir —habló mi papá rompiendo el silencio—; se jodieron el puto futuro.
—¿Vas a seguir, Bernardo? —lo llamó por su primer nombre haciendo que la mirara con vergüenza. Mamá casi siempre lo llamaba Harry, que era su segundo nombre, ya que sabía el odio que él le tenía a ese nombre, pero ella no se inmutaba cuando tenía que hacerlo para que por fin se callara—. Peor sería si Mayne decidiera desparecerse sin dejar rastro y dejar a la pobre muchacha con el o la bebé. Lo que me parece raro es que quieran casarse, los tiempos han cambiado, hijo. El compromiso no es una decisión que de toma a la ligera.
—Lo sé, mamá. Le pedí su mano antes de enterarme del bebé. Para ser exactos, minutos antes —sonreí con nerviosismo—. Me lo pensé muy bien, hasta me desvelaba tratando de encontrar la respuesta correcta a si debía o no. Incluso un día andaba distraído y me encontré entrando en una tienda de anillos. Aproveché y lo compré de una vez, y esa misma tarde…
Miré a Ámbar esperando que ella sacara el anillo de su bolsillo, lo cual hizo con una sonrisa de lado. Me lo extendió para que se lo mostrara mi madre.
—Es hermoso, ¿no, mamá? —me había costado un ojo de la cara, pero valió totalmente la pena. Tenía grabadas nuestras iniciales en el interior del aro, y un diamante azul cristalino adornaba la parte superior. V
Volteé de nuevo hacia mi prometida tomando su mano para poner el anillo en su dedo anular. Los dos sonreíamos, inmersos en los ojos del otro sin poder mirar nada más.
Esos hermosos ojos fueron la inspiración que tuve al momento de escoger la joya, me pierdo totalmente en ellos al instante. Dicen que los ojos no mienten, pero nunca he creído en eso gracias a los actores… Hasta que ella llegó.
Sus ojos me transmitían tanto amor y comprensión. Todo lo que las palabras no son capaces de decir ella me lo decía con tan solo una mirada.
Ella… o es muy buena actriz, o en serio me ama.
Y apuesto todo lo que tengo y lo que no a que es la segunda.
—¡Dios mío, siento que se me va a salir el corazón de la alegría que tengo! —exclamó mi mamá sacándome de mis pensamientos. Ámbar y yo cortamos el contacto visual pero no el físico.
Sentía las tan conocidas “mariposas en el estómago” cada que nuestras manos se unían, nuestros labios u… otras cosas. Ustedes entienden.
—No entiendo la felicidad que se trae, señora. Pero nosotros ya nos vamos —se levantó Jane sin esforzarse en ocultar el golpe que le dio a su marido para que también lo hiciera.
—Eh… sí. Gracias por todo. Pero como supondrán tenemos mucho que analizar y hablar con nuestra hija.
—No se preocupen —dijo mi papá estrechando sus manos. Mamá y Megan hicieron lo mismo.
Diosito, ayúdame. No quiero volver a llegar a los gritos con papá, mi garganta no lo soportaría.
—Yo los llevo.
—No, gracias. Tomaremos un taxi —negó John rápidamente mi ofrecimiento. Me encogí de hombros algo apenado.
Me acerqué a Ámbar para darle un beso de despedida pero apenas pude tocar su cabello cuando su padre la jaló hacia él y salieron de la casa. Lo último que pude ver fueron sus ojos llenarse de lágrimas.
Espero que no sean muy duros con ella, me odiaría si me entero que por mi culpa se gana algún problema.
—Mayne —me giré en dirección a la voz de mi papá—. También tenemos varias cosas de que hablar. Tú y yo.
Me lleva la que me trajo.
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Lealtad de Mellizos
Teen FictionLa familia es primero. Eso te enseñan desde pequeños, aunque no siempre se cumple. ¿Por qué? Porque a veces tu propia familia te da la espalda, te traiciona y te abandona. Y cuando eso no pasa, cuando te toca una familia por la que sí darías la vida...