Capítulo Uno: Destrucción.

1.3K 160 2
                                    

              Sometida al Lobo•

—¡Mátenlos a todos! Ningún rebelde debe quedar con vida—. La orden fue dada en un gruñido. La respiración del Alfa se mantenía errática, observó a su alrededor, la sangre negra de los Licanos impuros fue derramada por todo el territorio. Territorio que muy pronto,  llevaría su nombre, formando hogar para la descendencia de toda su gente.

— Alfa, hay un cachorro en el granero, capturamos a la pareja tratando de protegerlo.

— Es imposible que haya un bebé de su clase. No hemos tenido una Luna de sangre en siglos— la incredulidad fue suficiente fuerte como para desviarse al granero.

El cielo se envolvió en nubes grises, la lluvia no tardó en azotar contra el rostro de la manada Persver.  Su Beta, Demetrio , no mentía, resistiendo con fuerza un macho y hembra luchaban por soltarse de las ataduras hechas de Forvar, un metal forjado por la montaña luna al oriente, no descubierto por los hijos de la tierra, algo improbable dado que su sustancia era letal para la mortalidad, una tortura para los impuros y algunos omegas de alta debilidad. 

— Así que es cierto. Concibieron una cría fuera de la bendición de la Luna— Miró con asombro enmascarado a la bebé envuelta dentro de una manta rosada; cachorra loba.

— ¡Ten piedad Alfa! Es una  bebé inocente— aulló la loba entre quejidos adoloridos. El Forvar regresaba su transformación, a la de una mujer, su cabello negro caía a extensas de sus hombros, cubriendo parte de sus senos descubiertos llegando hasta el ombligo. Las heridas luchaban por curarse, imposibilitada por el veneno de contacto.

— Son una vergüenza para la especie Licana, una escoria, casi tan débiles como un hijo de la tierra; como un humano— Escupió con desprecio. El viento nórdico se volvió tan frío que, incluso Demetrio , Beta de una de las más grandes manadas en toda Europa, en toda la península Escandinavia, sintió los huesos helar. Echó un vistazo al macho, su estado era más deplorable que el de la mujer loba, no le quedaba mucho, se estaba desangrando mientras alaridos, maldiciones y súplicas, se formaban en un susurro quedó.

— Nunca sabrán si su hija vivió,
o murió— Mencionó el hombre de cabellos rojizos siendo preso de la belleza que desprendía la bebé dormida en sus brazos.

— ¡Piedad! Es mi hija— Suplicó. El alfa sonrió de lado observando por última vez a ambos. — Ya no más— se giró a su Beta dando la orden para su ejecución inmediata. Dejó de prestar sus sentidos a los gritos de desesperación, en cambio volvió a descubrir un poco la carita de la bebé.

Había pasado tanto tiempo sin que su Mate pudiera darle un Heredero, esperaban ansiosos cada Luna de Sangre, cada círculo de bendición, siéndole negado el deseo de todo líder. Incluso llegaba a temer que su legado terminase ante una pareja infértil. 

Antonella gozaba de una belleza inconfundible, siendo hija de una familia respetada con un rango Beta en la primer jerarquía. Había pasado cinco siglos desde su casamiento. En poco, el tiempo de engendrar de una loba, terminaría. Si durante el último siglo no se quedaba en cinta, sería imposible esperar una nueva luna de sangre. Algunos videntes de la manada, observaban el rojo vivo en la tierra en las próximas dos décadas. Por ahora, solo quedaba orarle a la Diosa por una oportunidad más.

— ¿Aarón? ¿Qué harás con la bebé? Diste la orden de que nadie quedará con vida, si lo deseas yo puedo encargarme de...

— Ni si quiera pienses en atreverte— dejó salir sus colmillos de forma amenazadora.

— ¿Qué quieres decir?

— Ella, será mi hija. Mi descendencia, y en caso de que el tiempo termine, se convertirá en la nueva Alfa de la manada.

Sometida al Lobo (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora